martes, 26 de noviembre de 2019

'Mestres do terror', selección de relatos

Dende hai pouco coñezo a pequena biblioteca municipal de A Ponte. Situada no edificio da (inda pechada) praza de abastos, é unha institución que vai medrando, alomenos en canto títulos se refire. Cada vez queda menos espacio nas súas estanterías e aumentan as posibilidades de atopar enxundiosos escritos. Recén renovado o carné de socio, eu xa atopei un: 'Mestres do terror', publicado por Urco Editora no 2010.

A proposta dunha serie de relatos é interesante, pois son breves e uns amosan o arte de escritores recoñecidos, outros descúbrennos dimensións descoñecidas de famosos noutros xéneros e non faltan os que poñen en movemento textos fóra das recomendacións populares. Así, a proposta deste libro de 200 páxinas é presentarnos unha colección de relatos dos seguintes autores: Aluísio de Azevedo, Ambrose Bierce, Poe, Guy de Maupassant, Lovecraft, Humberto de Campos, Rubén darío, Thomaz Lopes e Willian Hope Hodgson. Dez son os textos.

Un detalle interesante é que o selector vive en Brasil e concebíu a obra como unha recopilación de autores que escribían ou foran traducidos ó portugués, cos ollos postos en Galicia. O libro bebe desa iniciativa, pero está en galego. Lembrades que aí atrás vos falara da preciosa iniciativa de traducir a Lovecraft á nosa lingua nai? Pois este libro é un paso máis para fornecernos de boa literatura de horror no noso idioma. Aquí tamén lle fan un oco ó ermitaño de Providence, ofrecendo o seu breve "A tumba": un descenso á loucura e a unha solitaria tumba na cal o protagonista será enterrado cando morra, inda que xa en vida entrou (ou imaxinou) vivir nela e coñece os segredos dos mortos.

Quen abre a obra, e faino con dous relatos, é Ambrose Bierce: "A estrada ao luar" e "Aceite de can". Na primeira asistimos ás terroríficas declaracións dunha familia na que a morte fai acto de presenza de modo violento e con nocturnidade. A pesar de todo, a existencia como espírito da esposa asasinada entre as sombras da súa propia casa, non é nada comparada ca que vive como ente desencarnado, só capaz de comunicarnos parte da súa sombría existencia mediante un médium. E que dicir da segunda entrega? Unha familia especializada nun negocio tan escuro como alentado por doutores e xente da alta sociedade.

"O defunto", de Thomaz Lopes, acércanos á terrible experiencia do enterrado vivo. Nun mausoleo pétreo irá experimentando luz e sombra, resignación, loita e loucura. "A man disecada", de Guy de Maupassant, é un clásico no que a protagonista é unha vella e defunta man. Poderá o seu criminal, e tamén defunto, dono seguir cometendo maldades con ela? Non sería mellor que quen a comprou a depositase na tumba de quen a usou para matar en vida? "Os ollos que comían carne", de Humberto Campos, é un vistazo ó desastroso final de quen ansía ver, ou recuperar a vista gracias a unha novedosa operación, pero non acepta o rango de frecuencia co que lle afinan o nervio óptico. Rubén Darío aparece co seu "A larva": unha curta aventura dun mozo que desexa saír de serenata, fuxe de casa e atopa un misterio de apariencia pútrida. 

"Unha voz na noite" é o relato de Willian Hope Hodgson. Na escuridade do mar, unha voz pide comida e, despois, conta a súa triste historia de degradación física nunha illa cercana. Sobrevivindo, el e a súa dona, a un naufraxio, chegan a unha illa. Alí, unha mancha gris, un fungo indestructible, vaise facendo con todo o que ven, ata con eles mesmos. O seguinte texto é de Edgar Allan Poe, inda que na páxina 137 poña que é de Hope Hodgson (no índice aparece ben a autoría). "Sombra... Unha parábola", catro páxinas onde un grego nos advirte da morte cercana, da existencia triste tras do pasamento. Rematando a entrega, "Demos", de Aluísio de Azevedo, unha lea de imaxinadas situacións que comezan cunha parella de namorados que sobreviven ó fin do mundo e non buscan senón morrer xuntos no mar, mais non alcanzan máis que unha e outra transformación física, moral e mental.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Todos Os santos 2019

Imagen de san Benito sobre la puerta mayor
Ayer, como es tradición, me acerqué con mis mayores a San Benito de O Rabiño. Allí se encuentra el cementerio de nuestros antepasados. Un cementerio que fue creciendo con cierta anarquía y que se asemeja a tantos otros de Galicia, con sus tumbas apretujando el templo por casi todas sus caras. Ayer mostraba un ambiente florido, con algún que otro cirio que el viento y la lluvia no habían podido apagar aún. 
 
Las flores, lozanas y recién puestas, daban un aire festivo al lugar, lo que se complementada con las conversaciones de vecinos y familiares que se reencontraban. Siempre hay tiempo para un poco de cháchara antes de Misa o de una sencilla oración ante el túmulo que hoy contiene a nuestros seres queridos y mañana nos engullirá a nosotros. Resulta, pues, de un fino humor negro el detalle de poner a las tumbas "propiedad de tal familia", cuando somos nosotros propiedad suya, ¿verdad?
 
Aunque, etimológicamente, cementerio significa dormitorio, lugar de los que duermen. Y eso le va de perlas a la creencia cristiana de la resurrección en cuerpo y alma. Los muertos, vivos en ánima, esperarían por su dimensión física. De ahí que algunas oraciones de las misas de difuntos hablen del sueño en unión, cuando no identificación, con la muerte. Aunque ayer era Misa de gloria. Por los difuntos, sí, por los fieles difuntos, también, pero no para pedir por ellos, sino para recordarles, pedirles intercesión y descubrir que santos hay más que los que aparecen en los santorales. La del día de ayer era una celebración festiva, con su Misa con Gloria y dos lecturas y cantos alegres. En san Benito los interpretaron a varias voces un coro incansable que aportó ritmo festivo a la celebración. No era para menos, pues era día de festejar a "los mejores hijos de la Iglesia", a los amigos de Dios que gozan ya de Él en el Cielo. Aunque imagino que la felicidad no será tan completa cuando les falta un "trozo" de sus ser: su cuerpo. Pero, vamos, que hoy no me voy a meter con esas disquisiciones de la unidad cuerpo-alma, del doble Juicio y de las Postrimerías. 
 
Tarde gris para festejar la gloria de Todos los Santos
Estas han sufrido una notable revisión en cuanto a su prédica y descripción, pasando de una geografía descriptiva a un traslado de corte sentimental-existencial al ámbito sobrenatural del Más Allá. Lo escrito, que ayer era día de fiesta, aunque se vive muchas veces como de recuerdo y melancolía por los que ya no están. No se celebró allí Misa por la mañana, sino esta de las 17 h que tuvo gran afluencia, contó con el coro parroquial y revistió sencillez sentida por parte del presidente. El celebrante, oiga, el cura, que se denomina presidente, porque es el que preside. Así que, cuando en una Misa digan que preside el acto tal o cual político, sepan vuesas mercedes que no, que la presidencia religiosa le compete al sacerdote que "dice" la Misa. Esto de decir nos viene de viejo, de cuando era obligación "oír" Misa. Ahora sigue existiendo, más nos hemos arrojado a nuevas perspectivas y se habla más de "participar, celebrar" la Eucaristía. 
 
Revestido de blancas vestiduras, en consonancia con la solemnidad y la lectura del Apocalipsis, don José Ramón, sucesor en el puesto de don Delmiro, nos fue guiando desde los ritos de entrada á la bendición final. Dejó bien claro que la celebración era de gloria, de fiesta por los Santos, aunque la coyuntura social y emocional nos llevara a creer que estamos en el Día de Fieles Difuntos. La idea se repitió en la predicación, donde recordó que Santos había más que los celebrados y reconocidos por la Iglesia. Al final de la Misa, como sucede más de una vez en estos lares, preguntó a los que estaban de pie, junto a la puerta mayor, qué tiempo hacía fuera. Y, como es también natural, se inició un debate acerca de si llovía, orballaba o se acercaba una tromba. Al ser hombre diplomático, al señor cura no le quedó otra sino preguntar a los fieles qué les parecía mejor: salir o no, lo que fue respondido con sugerencias de rezar dentro del templo. Eso sí, las voces ni se alzaron demasiado ni todo el mundo se puso a hablar. Es de agradecer que el ambiente de respeto y recogimiento se mantuvo. La cosa era acerca del responso por los difuntos. Como muchas familias nos habíamos unido para la visita a las sepulturas, dirigió una oración por ellos, revestido con la blanca alba y una estola morada. Otros años se realizaba una procesión en torno a la iglesia, con tres o cuatro paradas para el rezo. Lejos van quedando aquellas costumbres de pararse tumba por tumba y entonar responsos pagados: a mayor cuantía mejor responso. 
 
La iglesia de san Benito es barroca y su altar mayor es buen ejemplo de este recargado estilo. Piérdanse ustedes un día en sus figuraciones y reviravueltas de corte vegetal, en sus dorados y figuras. A ver si reconocen a las dos santas de la parte alta, o se emocionan ante un arcángel Miguel blandiendo su espada en alto. ¿Y no llama la atención esa Trinidad del centro? Seguro que el san Benito del altar también les llama, con esa tez morena, el báculo abacial y su gesto serio, sumido en la lectura de un libro que lo mismo son los Evangelios que el de su regla monacal. Una Regla que tuvo éxito y fuer dominando a otras implantadas en nuestro territorio. Sólo hay que ver la desgracia en la que cayeron nuestros monasterios dúplices y algunas reglas monásticas, barridas por la imposición de la benedictina. A los pies del santo monje permanece un cuervo con el pan en el pico. Se mantiene la majestuosidad de las tallas con las de san Pedro y san Pablo, perfectamente identificados por las llaves y la espada, respectivamente. De sus rostros mejor hablamos otro día. Vean ustedes el de la "piedra" sobre la que se edifica la Iglesia y díganme si tiene pinta de estar en la gloria. Eso sí, a continuación comparen con otras representaciones de la época y dense cuenta que las sensibilidades han cambiado, así como las expresiones.
La epacta de este año litúrgico
 
 
Para contemplar también nos sirven los nervios pétreos que ascienden por las paredes hasta el techo, rematados en medallones, con sus soles y lunas con rostro, y otras representaciones que les harán cavilar un instante. Si quieren ver más pueden acercarse al "humilladoiro". Es una construcción anónima y sin fechar que se encuentra en línea con el altar mayor, a la vera del caminito que sube hasta Soutelo. Es una construcción piadosa que contiene un precioso Cruceiro, con sus imágenes del Cristo y la Virgen. Hace años no eran visibles, pues los vanos estaban tapizados con madera y solo se abrían los días de fiesta para la venta de cera. Ayer no estaba buen día para buscar y fotografiar las inscripciones que aún se leen bajo el tejado, en los bordes exteriores. Me parecieron, en su momento, que eran jaculatorias marianas, al menos una de ellas. Y me parecieron tres, cada una en su lado. 
 
Pero la tarde no terminó en la que fue la parroquia matriz de san Xoán de Louredo, sino que se extendió a esta. Entre los recuerdos desgranados al amparo de la cocina de leña, compartimos algunos relacionados con la historia de nuestro pueblo. Así, la existencia de un camino de los arrieiros, que suele sonar a personajes de otras latitudes, pero no, aquí los tuvimos. Su camino recorría nuestras aldeas e iba a dar, mejor dicho, comenzaba, en la estación de tren de Filgueira. Un punto estratégico, cercano a Cortegada, que posibilitaba la adquisición de nuevos productos que luego se vendían por la contorna. En Louredo, tal camiño pasaba cerca de donde está la "nave do Perricho" e iba a dar a la parte alta del monte de O Cadaval. Subía hasta o Alto da Sardiñeira, donde se dice que se juntaban tales vendedoras para, desde allí, desperdigarse por las cercanías. No hace tantos años que por la zona se perforó en busca de agua, sin resultados halagüeños. 
 
En un viejo mapa, consultarle en línea en la web del IGN, se puede seguir las trazas de tal camino. Un hito de la tarde fue el momento en que compartí un regalo que me han mandado por Facebook: dos páginas del Boletín del Obispado de Ourense, donde se recoge una carta del cura de entonces, don Constantino, agradeciendo la reciente inauguración del nuevo templo parroquial (GRACIÑAS, Xosé antón Casares). Cita al señor párroco de O Rabiño, matriz de Louredo entonces, hombre recordado por su fuerza. Dicen que era capaz de levantar un culeiro de uvas tan pancho, él sólo. También cuentan que un día se pusieron él de un lado de una mesa y tres del otro, cayendo estos por el empuje de aquel. 
 
Lástima que no se ofrezcan más detalles del día de la inauguración. Nos cuenta el sacerdote que se pasó al Santísimo y las imágenes de los santos de la vieja iglesia a la nueva. Mis padres mencionan que los mayores recuerdan que eran las imágenes de San Juan bautista, patrono de la parroquia, y Santa Ana, madre de la Virgen. Aaaaunque esta última parece ser la imagen, de corte románico, que se conserva hoy junto al altar dedicado a distintas advocaciones marianas y que, en realidad, sería una imagen de la Virgen María. Curiosamente, las dos imágenes se hallan hoy enfrentadas, en sendas peanas.
 
No hay menciones, pero altares y campañas, así como el cierre de los diestros, llegarían en 1923 o por tal fecha. El cierre de piedra, pagado por "o Indiano" y los altares de madera confeccionados por el artista de Remuíño, "o Chollo". La carta se cierra con los agradecimientos de los donantes y esto empalma con un resto que, poco a poco, desaparece de la pared del templo parroquial: una flecha rojiza, que señala desde donde pagó el pueblo, a decir de mis mayores.