domingo, 27 de octubre de 2019

Llueve en Louredo, 24-10-2019

El jueves llovió en San Xoán de Louredo. No con fuerza ni persistencia, sino con calma y finamente, lo cual aquí llamamos "orballo" y "calabobos". La mañana nos puso mala cara para los trabajos fuera de casa, pero ya se sabe que en el pueblo siempre hay algo que hacer.

La decisión fue "esfollar". Consiste en la limpieza de las espigas recogidas. Se les quita la envoltura, grisácea ya y seca, se retiran todos los filamentos rojizos, que son como una matita de fino pelo, y se les recorta lo que sobresalga del "casulo" o se retiran los granos picados. Y es que a veces todavía anda el gusano y no es cosa dejarlo pasar al "canastro". Es un trabajo mecánico y paciente, que permite, cuando no invita, a la charla. Cuando la cosecha era abundante ocupaba varias horas. Antes, y durante el menguante, se corta y recoge la espiga. Almacenada, se libera de su envoltura por capas, se limpia y selecciona conforme al tamaño. Se retiran las espigas más pequeñas o más afectadas, se guardan las grandes y sanas. Transportadas en cubetas, se depositan con cuidado en el canastro, donde se irán secando y endureciendo. En el verano, en lugar de puerta se puede colocar una rejilla. Así, por las noches, se pueden remover un poco las espigas, espantando a las mariposas. Estas salen y se las comen los benéficos murciélagos.
Nuestra gente, generalmente, sigue consultando el estado de la Luna a la hora de sembrar y recolectar. Si las fechas van muy forzadas, a su entender, se fían del tiempo atmosférico. No vaya ser que por esperar, por ejemplo, al menguante, vaya a coincidir con tiempo lluvioso o se haga muy tarde para el vegetal en cuestión. Este menguante trajo la recogida de las espigas de maíz, quedando los "milleiros" libres de su peso, marrones o con su verde casi perdido. También trajo el inicio de la poda, aunque es temprano para la misma, según la costumbre de nuestros mayores, y la hoja todavía no tapiza el suelo de nuestras viñas. ¡Es de admirar la paleta de colores de las mismas en estas semanas! Más cercanos al invierno es cuando se iniciaban las labores de la poda. Coincidía con mañanas frías, casi siempre con nieble espesa que iba aclarando cara mediodía. A veces la veíamos subir desde Arnoia y permanecer varias horas en el hueco de San Benito y Cortegada. Las vides secas, conjuntadas en apretados "monllos", se quemaban para poder calentarse las manos de vez en cuando. Su humo solía confundirse con la niebla, mientras una blanca bola luminosa nos iba señalando la cercanía de un rato soleado. 
También se visitaba al "aguardenteiro". El frío animaba a tocar a su puerta y calentarse al amor de una lumbre medida que quintaesenciaba la preciosa aguardiente. La charla estaba servida, mientras un delgado hilo del preciado licor rellenaba garrafones. A veces podías catar aguardientes de otros años, potenciadas por la reserva a una fresca y constante temperatura. Pero hoy ya no tenemos aguardanteiro y puedes llegar a la viña sin cruzarte con otro vecino. Una pena. 
Un día de lluvia en el pueblo es sinónimo de placeres. El placer del calor de la cocina de hierro, también llamada de leña o económica; el placer de una comida realizada a fuego lento, con productos que bien han podido salir todos del esfuerzo de mis padres: desde la verdura a la choriza, de la patata a la cachucha; el placer de la conversación que desvela el paso de la historia, haciendo memoria de hechos y personas; el placer de una breve siesta, aunque ya no es tiempo, que bien sabido es que "despois do san Roque nin merenda nin durmiñoque"; el placer de una calma que revitaliza, junto con los colores de la naturaleza adormilada. Las "fabas" ya han dado todo de sí, adelantándose un tanto este año. Aún quedan algunos postreros tomates y pimientos, aunque ya ni su color ni su sabor son los de hace tres semanas.

jueves, 17 de octubre de 2019

La carretera de Arnoya a Remuíño

Pisamos historia a diario, a veces hasta le pasamos por encima con el coche y ni cuenta nos damos. Y no hay que excavar mucho para dar con enjundiosas anécdotas de nuestros mayores o episodios que marcaron una población con un antes y un después.


Paso por la carretera de Remuíño y no puedo, por menos, que pensar así. Tendríamos que ponerle voz a más de nuestros mayores, pero la historia que los míos me transmitieron sobre este paso asfaltado es la siguiente.

Comenzaba la emigración y era mi padre pequeño. Arnoya, como otros tantos ayuntamientos de la zona, vivía un atraso significativo en lo concerniente a las comunicaciones. Y el pueblo de Remuíño, más. Pero surgió la oportunidad de abrir un camino, una senda que diese rienda a las personas, mercancías y noticias. Allí trabajó la juventud del pueblo, llamando la atención de los profesionales. Se usó dinamita y la fuerza de los músculos, grandes y pequeños.

Crónica de un viaje a Arnoya, valorando sus malas comunicaciones y bello paisaje
Hubo un terreno que presentó una dificultad: una viña. Su dueño, el señor F., se negaba a dejar pasar un camino que destrozaría su propiedad. Otros lo había hecho y eran bien más pobres que él. Ás que, al estilo Fuenteovejuna, la mocedad del lugar despejó la viña de cepas y el camino terminó abriéndose, aunque hubo intercambio de palabras con la Guardia Civil. Parece ser que sin llegar a mayores, la obra continuó. Hasta hubo algún anciano que llegó con dinero al sitio y dijo estar dispuesto a pisar la cárcel gastar sus ahorros en salir y poder ver su pueblo bien comunicado.

Hoy es nuestra carretera de referencia, pero ¿adivina usted cuál fue el primer coche? ¡Pues sí! El del dueño de la viña arrasada. No quería ver su propiedad cortada por la carretera y fue el primero en ponerle un coche encima.

(Ponte Arnoia, 1921. Publicada en Facebook por Xosé Bangueses García)

domingo, 13 de octubre de 2019

'Na memória do esquecimento', Xerión, 2019

Que desolación e carraxe queda no aire cando remata o tema VIII de A essência do Abismo! 'Na memória do esquecimento' non mellora a situación, senón que é unha firma e confirmación do fin. Chegamos ó fondo do ciclo tripartito, acompañando ó cantor nos seus derradeiros instantes. Podemos vivilo como o fin dunha etapa, dunha maneira de contemplar, da mesma vida ou da consciencia que se separa e esmorece. 

 
Xerión, banda ourensá de Metal extremo en galego, foinos levando da man cara o máis escuro e frondoso da contemplación dun mundo que se cae sen remedio, arrastrando a propios e estraños, transformando a mirada dos inocentes nun murmurio de pesadas ladaíñas que claman  peste, morte e cegueira. O disco, dividido en tres niveis conceptuais, condénanos a un paseniño descenso cara o silencio. Tres chanzos nos que pasamos da contemplación ó esquecemento, triste escaleira que remata na nada dun discurso estremecedor e inconexo: as últimas verbas son frases curtas, como as dun agonizante, desencantada existencia que toma conciencia, intelectual e sentimental, do efímero pasar do gozo inefable ó silandeiro olvido e morte. 

Que contraste respecto do primeiro tema! No inicio foi o gozo da contemplación! A calma leda levaba ó vidente a un estado tal que podía pechar os ollos  e todo era luz. Mais, agora, no chanzo inferior dunha existencia que vivíu o horror, os ollos quedan abertos, como se o descanso fose descartado e a vista quedara fixa, sen vida nin obxeto de contemplación. O mesmo sentir é unha sombra, o existir un estar lonxe dun ser pleno, a historia murcha no recordo dun pasado lonxano e desprovisto de atractivo. Coma nun fero inverno ourensán, podiamos imaxinar todo xeado, despois do incendio da ira e a guerra, preconizadas nos temas anteriores. 

A mesma melodía nos desola ca cadencia dun tema onde a voz do cantor é distorsionada, profunda, apenas incomprensible, seguindo a estela e potencia dunha banda do Negro Círculo Minhoto, VKR. Esta banda, na que participa Nocturno, usa da distorsión de voz e instrumentos, en diferentes intensidades e ocasións. Venme á mente o seu disco Fillos da Ira, onde ese efecto me transmitía os ecos dun mundo anegado pola radiación e a estática. Penso que podiamos ter unha imaxe similar, de corte post catastrófico, para este tema IX de Xerión.

Non sabemos que aconteceu, pois, coma no libro das Revelacións cristiá, non se narra a batalla, mais si sabemos do seu acercamento e do resultado da desfeita. O mesmo sucede neste 'Na memoria do esquecimento'. Adentrámonos nas imaxes dunha fraga e dun sentir humano ata chegar á desfeita e ó boquexar. Quizais o mundo foi destruído e arrasado, quizais só a localidade do poeta se veu abaixo, e ata pode ser que todo permaneza igual e o único que se derrubou foi o propio cantor. As lecturas son variadas e aquí reside parte da forza do tema: que o podemos aplicar a diferentes niveis, dende o macrocósmico ó máis íntimo. De todas formas, no maxín seguiranos a rondar esa distorsión eléctrica dunha voz que máis semella agora un eco do pasado, un tizón que se apaga entre xeados campos de desolación.