Pisamos historia a diario, a veces hasta le pasamos por encima con el
coche y ni cuenta nos damos. Y no hay que excavar mucho para dar con
enjundiosas anécdotas de nuestros mayores o episodios que marcaron una
población con un antes y un después.
Paso por la carretera de
Remuíño y no puedo, por menos, que pensar así. Tendríamos que ponerle
voz a más de nuestros mayores, pero la historia que los míos me
transmitieron sobre este paso asfaltado es la siguiente.
Comenzaba la emigración
y era mi padre pequeño. Arnoya, como otros tantos ayuntamientos de la
zona, vivía un atraso significativo en lo concerniente a las
comunicaciones. Y el pueblo de Remuíño, más. Pero surgió la oportunidad
de abrir un camino, una senda que diese rienda a las personas,
mercancías y noticias. Allí trabajó la juventud del pueblo, llamando la
atención de los profesionales. Se usó dinamita y la fuerza de los
músculos, grandes y pequeños.
Crónica de un viaje a Arnoya, valorando sus malas comunicaciones y bello paisaje |
Hoy es nuestra carretera de referencia,
pero ¿adivina usted cuál fue el primer coche? ¡Pues sí! El del dueño de
la viña arrasada. No quería ver su propiedad cortada por la carretera y
fue el primero en ponerle un coche encima.
(Ponte Arnoia, 1921. Publicada en Facebook por Xosé Bangueses García)
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