jueves, 17 de octubre de 2019

La carretera de Arnoya a Remuíño

Pisamos historia a diario, a veces hasta le pasamos por encima con el coche y ni cuenta nos damos. Y no hay que excavar mucho para dar con enjundiosas anécdotas de nuestros mayores o episodios que marcaron una población con un antes y un después.


Paso por la carretera de Remuíño y no puedo, por menos, que pensar así. Tendríamos que ponerle voz a más de nuestros mayores, pero la historia que los míos me transmitieron sobre este paso asfaltado es la siguiente.

Comenzaba la emigración y era mi padre pequeño. Arnoya, como otros tantos ayuntamientos de la zona, vivía un atraso significativo en lo concerniente a las comunicaciones. Y el pueblo de Remuíño, más. Pero surgió la oportunidad de abrir un camino, una senda que diese rienda a las personas, mercancías y noticias. Allí trabajó la juventud del pueblo, llamando la atención de los profesionales. Se usó dinamita y la fuerza de los músculos, grandes y pequeños.

Crónica de un viaje a Arnoya, valorando sus malas comunicaciones y bello paisaje
Hubo un terreno que presentó una dificultad: una viña. Su dueño, el señor F., se negaba a dejar pasar un camino que destrozaría su propiedad. Otros lo había hecho y eran bien más pobres que él. Ás que, al estilo Fuenteovejuna, la mocedad del lugar despejó la viña de cepas y el camino terminó abriéndose, aunque hubo intercambio de palabras con la Guardia Civil. Parece ser que sin llegar a mayores, la obra continuó. Hasta hubo algún anciano que llegó con dinero al sitio y dijo estar dispuesto a pisar la cárcel gastar sus ahorros en salir y poder ver su pueblo bien comunicado.

Hoy es nuestra carretera de referencia, pero ¿adivina usted cuál fue el primer coche? ¡Pues sí! El del dueño de la viña arrasada. No quería ver su propiedad cortada por la carretera y fue el primero en ponerle un coche encima.

(Ponte Arnoia, 1921. Publicada en Facebook por Xosé Bangueses García)

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