Me animo a una nueva aportación, en forma de resumen, de un artículo del
monográfico 'Temas' número 92. Dedicado a "los cambios biológicos que
han moldeado la especie humana", es una revista que nos pone al tanto de
curiosos hallazgos actuales sobre nuestros ancestros, tanto directos
como indirectos.
África brilla con especial intensidad en este número,
pues aporta nuevos fósiles que llevan a la reescritura de nuestro árbol
genealógico. Y los autores nos advierten para que tengamos la atención y
la curiosidad alertas. ¡Queda mucho terreno por excavar! No es solo que
aparezcan nuevos lugares en los que buscar, sino que los métodos de
estudio han mejorado y ampliado sus técnicas: desde la recuperación de
ADN antiguo hasta el análisis de sarro dental. La datación conoce nuevos
estilos, alguno tan curioso como la identificación de ceniza volcánica
en capas donde hay fósiles (o están cerca). En síntesis, los viejos
yacimientos pueden aportar nuevos datos gracias a la tecnología de
vanguardia y los nuevos sacan a la luz fósiles que nunca habíamos visto.
Sin embargo, ¿qué buscar cuando nuestra meta es la mente de un homínido
extinto? ¿Cómo acercarnos al pensar y sentir de un neandertal, por
ejemplo? Es la aventura en la que nos embarca Kate Wong, con su artículo
"La mente neandertal". Lo encuentras en la página 42 de la revista.
Para poder sondear un elemento inmaterial vamos a fijarnos en huellas
palpables que nos hablen de él o, al menos, nos aproximen a su misterio.
Así, comenzamos con los cráneos fosilizados. La comparativa entre
especies y entre individuos de la misma nos dará una primera visión de
la evolución del cerebro. Generalmente, nos aporta la forma y la
capacidad craneal. Algunos nos darán más. Si nos permite acceder al
interior y han quedado marcas del cerebro podemos adivinar sus formas y
detectar diferentes áreas. Ralph Holloway, paleoneurólogo de la
Universidad de Columbia, es citado por Wong: "los moldes endocraneales
constituyen la prueba más directa de la evolución del cerebro, pero
resultan insuficientes a la hora de ofrecer una información sólida sobre
el comportamiento".
Pues sigamos el recorrido, a ver si hallamos nuevas
formas de conocimiento. Cómo no, la genética es la siguiente en
aparecer. Y es que, desde 2010, tenemos mapas del genoma neandertal,
permitiéndonos compararlo con el nuestro. No es fácil, hay lagunas, y no
podemos asegurar una equiparación completa entre la genética y las
características de ambas especies. Wong trae a colación declaraciones de
John Hawks, de la Universidad de Wisconsin-Madison, resumidas en que
"el principal problema de averiguar el funcionamiento del cerebro
neandertal a partir de los genes reside en el gran desconocimiento que
hay sobre el efecto de los diferentes genes en el pensamiento de nuestra
propia especie".
Así que tenemos las pistas craneales y las genéticas,
pero ambas son preliminares. ¿Podemos dar un paso más y descubrir una
nueva senda que mejore o complemente las anteriores? Sí, y es la vía de
los restos arqueológicos. Nuevos estudios y dataciones, unidas a
recientes hallazgos, colocan a los neandertales alto en la escala del
uso de herramientas y lenguaje simbólico. Se ha comprobado cómo hay
diferentes grados de evolución dentro de la especie y que los
neandertales vivieron en comunidades de pocos individuos, pero las pruebas
son irrefutables: han aparecido restos de pigmento líquido (quizás
usado en pinturas murales y corporales), garras de aves rapaces usadas
como adorno personal, enterramientos, herramientas para el curtido de la
piel animal y grabados en paredes, de tipo simbólico. La misma
alimentación ofrecería algunos datos a mayores, pues nos muestra la
adaptación de la dieta neandertal a los recursos de la zona (no sólo
cazaron grandes animales), tanto animal como fauna cocinada.
El final
del artículo mira a una gran cuestión aún no resuelta: ¿por qué se extinguieron
los neandertales? Hoy día sabemos que hubo cruces entre ellos y Homo
sapiens, de tal forma que parte de los humanos actuales podríamos llevar
una pequeña cantidad en nuestro genoma. El sencillo diagrama de la
página 44 nos dice que "El análisis del ADN recuperable en diversos
fósiles de neandertales indica que estos homínimos se híbridaron con
Homo sapiens después de que este último abandonase África" y señala la
presencia de ADN neandertal entre el 1,5 y el 2,1% en parte de la
población mundial (en principio, la autóctona africana no tendría
rastros). También advierte que no todos conservamos los mismos fragmentos
y que se estima que, de recuperar todo el que poseemos, se juntaría
entre el 35 y el 70% del genoma neandertal.
¿Qué se los llevó por
delante? ¿Un clima adverso, baja adaptación a las florecientes
comunidades de Homo sapiens, falta de recursos, agotamiento genético? La
duda queda en el aire, pero también un feliz alumbramiento: que sapiens
y neandertal compartieron territorio durante un largo período y el
trato llegó a ser carnal. Esto nos lleva a olvidar o, al menos, a
matizar posturas anteriores, donde se señalaba al sapiens como causa de
extinción de su pariente lejano y al neandertal como un individuo tosco.
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Todas las fotos son capturas de pantalla del artículo original, publicado en castellano: https://enelmonturiol.files.wordpress.com/2015/11/la-mente-neandertal.pdf
(Mayo 2015, InvestigacionyCiencia.es)
Kate Wong dispone de cuenta en Twitter: https://twitter.com/katewong
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