lunes, 11 de marzo de 2019

La orgía de los muertos, dirigida por José Luis Merino, 1973

La orgía de los muertos, dirigida por José Luis Merino, de 1973, con un papel secundario de Paul Naschy.


A la muerte de un noble, en un alejado pueblo, llega un sobrino que ha sido avisado del luctuoso evento. Es llegar él y encontrarse a la hija del conde muerta. Y así, varias personas más. Como le dice el inspector que investiga los asesinatos (por estrangulamiento), parece que la casualidad de cada nueva muerte es un dedo acusador cara él. Y es que hay una herencia en juego y, con varias muertes, él queda como heredero universal. Sin embargo, él ha llegado allí porque le llamaron y sus intenciones parecen ser las de vender y volver a su casa. 

Un padre y una hija sí tienen interés en que todo siga igual, ya que allí tienen su hogar y laboratorio. La esposa del fallecido tiene sus ideas de grandeza y joyas, queriendo irse de tan gris población, tan alejada de la sociedad.

Por medio, las leyendas de muertos que se levantan y el cementerio que les acoge.

La atmósfera está muy conseguida, con esos cielos grises, alguna tormenta y la sensación de soledad que transmiten los personajes del lugar. La superstición y la ciencia se darán la mano en alguna ocasión, cuando veamos que una tiene su base en otra, respecto de los redivivos. Habrá tiempo para una sesión espírita y algunos toques de magia negra, con la que una mujer convive alegremente.


Paul Naschy aparece como el sepulturero necrófilo, Igor, que cuida de un pequeño harén de difuntas, aunque alguna vez sienta tentación de lujuria con alguna viva... que se caracteriza como muerta, envuelta en un sudario. Su papel es secundario pero la actuación es creíble y sentida.

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