La orgía de los muertos, dirigida por José Luis Merino, de 1973, con un papel secundario de Paul Naschy.
A
la muerte de un noble, en un alejado pueblo, llega un sobrino que ha
sido avisado del luctuoso evento. Es llegar él y encontrarse a la hija
del conde muerta. Y así, varias personas más. Como le dice el inspector
que investiga los asesinatos (por estrangulamiento), parece que la
casualidad de cada nueva muerte es un dedo acusador cara él. Y es que
hay una herencia en juego y, con varias muertes, él queda como heredero
universal. Sin embargo, él ha llegado allí porque le llamaron y sus
intenciones parecen ser las de vender y volver a su casa.
Un padre y una
hija sí tienen interés en que todo siga igual, ya que allí tienen su
hogar y laboratorio. La esposa del fallecido tiene sus ideas de grandeza
y joyas, queriendo irse de tan gris población, tan alejada de la
sociedad.
Por medio, las leyendas de muertos que se levantan y el cementerio que les acoge.
La atmósfera está muy conseguida, con esos cielos grises, alguna tormenta y la sensación de soledad que transmiten los personajes del lugar. La superstición y la ciencia se darán la mano en alguna ocasión, cuando veamos que una tiene su base en otra, respecto de los redivivos. Habrá tiempo para una sesión espírita y algunos toques de magia negra, con la que una mujer convive alegremente.
Por medio, las leyendas de muertos que se levantan y el cementerio que les acoge.
La atmósfera está muy conseguida, con esos cielos grises, alguna tormenta y la sensación de soledad que transmiten los personajes del lugar. La superstición y la ciencia se darán la mano en alguna ocasión, cuando veamos que una tiene su base en otra, respecto de los redivivos. Habrá tiempo para una sesión espírita y algunos toques de magia negra, con la que una mujer convive alegremente.
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