miércoles, 22 de enero de 2020

El sacerdote en 'La Virgen descalza' (2019)

Qué bonito papel de sacerdote hace Antonio Mayáns en el corto 'La Virgen Descalza' (2019). Se trata de la primera obra dirigida por nuestra querida Lone Fleming, a quien tuve la suerte de conocer en el FKM de A Coruña y sentarme a su lado para ver, en pantalla grande, una copia en 35 mm de 'La Noche del Terror Ciego' (dirigida por el coruñés Amando de Ossorio, 1971). 
 
Su primera aparición, en silencio, es para bendecir desde un púlpito. Está asistiendo a un matrimonio concertado entre la joven Leonor y un rico barón.Cuando está a punto de finalizar la fórmula que declara públicamente que ambos son esposos, una aparición tenebrosa paraliza la escena y se dirige a Leonor. Uno de los mudos testigos, aunque ausente en su consciencia, es el sacerdote. Él, como el resto de la concurrencia, solo parece ver cómo Leonor se desploma. Para la joven queda una tétrica experiencia en que un ser oscuro la toma en posesión, pintándole de negro las uñas de manos y pies, rematando por su ombligo. Además del acto de posesión, ¿no le notáis un poderoso y contenido registro erótico? 
 
El sacerdote va a visitarla y le encarga encarecidamente que vaya a confesarse con él a la mañana siguiente. Le preocupa que el origen de su mal sea el pecado. Lo cual es curioso, porque antes del matrimonio debería haberse confesado ya. Quizás piense en un pecado grave ocultado por miedo. La hora de la mañana es significativa, pues antes solo se celebraba Misa por la mañana. Y el momento del amanecer viene acompañado de mucho simbolismo positivo: el fin de la oscuridad, el clarear de las nuevas oportunidades, la victoria de la luz. Un hecho cotidiano que se reforzaba con la orientación del altar mayor cara el naciente, de modo que sacerdote y pueblo miraban cara el sol que salía. Confesarse por la mañana reforzaba la limpieza sacramental, el salir a una nueva vida, lejos de las tinieblas que habían marcado a Leonor en manos, pies y ombligo (¿símbolos de la libertad de movimiento, de la actividad humana y del vientre que puede dar una nueva vida?). 
 
El religioso demuestra su solicitud por la joven novia (aunque no hubiese terminado de pronunciar las palabras en el sacramento ya la podemos considerar esposa: en el sacramento del matrimonio son los presidentes y oficiantes los propios esposos, el sacerdote es testigo formal y transmisor de la bendición divina) recordándole la necesidad de la confesión. Pero no la molesta más ni le da una charla espiritual. En silencio, a continuación, la encomienda de un modo muy tierno: acudiendo a la sepultura de su madre para que la proteja desde el más allá. Sus sentidas palabras descubren un cariñoso sentimiento del cura hacia la difunta (¿Un amor de juventud, un amor platónico?). 
 
No sale más en el corto, su figura queda en el misterio, recluido quizás en la preciosa iglesia del matrimonio interrumpido por la fuerza de un amante que parece haber sobrevivido a la muerte y el tiempo.  
 
Lone, la directora, hace un comentario a este escrito
Leonor, marcada en manos y pies, visiblemente para todos, con el anillo oscuro que rodea su ombligo, no llegará a la confesión, sino que su destino fatal la lleva a los brazos de una bella mujer de blanco, que no busca más que su vida y su cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario