lunes, 21 de agosto de 2023

Martirio de san Xoán II

 

En el Nombre del Padre...

--Oración inicial para todos los días--

Gloriosísimo san Juan bautista, precursor de mi Señor Jesucristo, lucero hermoso del mejor Sol, trompeta del Cielo, voz del Verbo eterno, pues sois el mayor de los santos y alférez del Rey de la Gloria, más hijo de la gracia que de la naturaleza, y por todas razones príncipe poderosísimo en el Cielo, alcanzadme el favor que os pido en esta novena si fuere conveniente para mi salvación y, si no, una perfecta resignación, con una abundante gracia que, haciéndome amigo de Dios, me asegure las felicidades eternas de la Gloria. Amén.

--Oración propia del día--

Prodigiosísimo Juan, patrón y abogado mío, que tuviste la honra de que la madre del Verbo eterno, hecha ya sagrario del mismo Dios, os fuese a visitar. Y vos, aún encerrado en el vientre de vuestra madre, comenzasteis a dar testimonio de que había venido al mundo nuestro Redentor, pues al recibir las luces de este Divino Sol que, llenándoos de gracia, borraron de vuestra alma la mancha de la culpa original, disteis saltos de placer. Por esta excelencia y gozo que recibisteis y porque sois, como os llama san Pedro Crisólogo, sementera del Evangelio, os suplico, santo mío, me consigáis una viva y práctica fe, que es la semilla que, llevando el fruto de buenas obras, me asegurará las felicidades eternas de la Gloria. Y también os suplico me alcancéis el favor que pido en esta novena, si conviene para mi salvación. Amén.

Hacemos nuestras peticiones.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

--Oración final--

Santísimo y humildísimo señor san Juan bautista, que siendo tanta vuestra santidad ocupáis un lugar muy distinguido en la Gloria, y siendo tan grande que, como dice san Agustín: quien es mayor que vos no es hombre solo, sino Dios también, con todo eso dijisteis que no os convenía otra cosa que apocaros y disminuiros, y que siendo reputado por Mesías y Salvador del mundo negasteis, por vuestra humildad, aún el ser profeta, siendo más que profeta. Haced, santo mío, que yo conozca mi bajeza y que me humille con este conocimiento hasta considerarme el más indigno y peor de los hombres, sin dar entrada en mi corazón al más leve pensamiento de soberbia. Y haced, glorioso santo, que sobre este precioso cimiento de la virtud fabrique yo, con el ejercicio de las demás, un perfecto edificio de santidad, arrancando de mi corazón todos los vicios y poniendo en orden y sujección todas mis pasiones. Poderoso sois, santo mío, y aunque yo, indigno de que oigáis mis súplicas, poned los ojos en los méritos de vuestro primo Jesús y de vuestra tía María Santísima. Y, pues esta mi principal súplica es agradable a sus ojos y a los vuestros, alcanzádmela, glorioso santo, para que con ella logre yo una perfecta y santa vida, y una feliz y dichosa muerte. Y concededme también el favor que os pido en esta novena, si hubiese de ser para mayor servicio de Dios y honra vuestra. Amén.

 

Texto complementario

Joseph A. Fitzmyer, EL EVANGELIO SEGÚN LUCAS II. TRADUCCIÓN Y COMENTARIOS Capítulos 1-8,21. Ediciones Cristiandad, 1987 

2 Predicación de Juan

El predicador no invita a la gente que acude a escucharle a que adopten su propio modo de vida de retiro en el desierto, sino que les conmina a que emprendan una reforma personal y un comportamiento que responda a las exigencias de «la ira inminente». Dirigidas no a los fariseos y saduceos, como en Mt 3,7, sino a «la gente», las palabras de Juan Bautista quieren ser una explicación de lo que verdaderamente significa el «arrepentimiento», la metanoia y una motivación escatológica de esa actitud de conversión. La función de Juan de «preparar el camino del Señor» (cf. Lc 3, 4) queda así relacionada con lo que los antiguos profetas veterotestamentarios describieron como «el día del Señor». Es muy significativo que en esta predicación escatológica no se haga ninguna referencia al Mesías. Por consiguiente, toda esta sección debe interpretarse sobre el trasfondo veterotestamentario de la enseñanza profética. (En un segundo momento) tampoco aquí invita a la gente a adoptar su propio modo de vida; pero ahora, en contraste con la predicación anterior, sus palabras carecen de urgencia escatológica. También falta en esta predicación cualquier clase de referencia al Mesías, que está para llegar. El mensaje de Juan se centra en promover un interés desinteresado, una preocupación por los demás; éste es, de hecho, el mejor consejo que se puede dar a un judío, a un cristiano o a un pagano. Todas las advertencias del Bautista son perfectamente inteligibles en un ambiente judeopalestinense o a la luz del Antiguo Testamento. Pero en el contexto actual del Evangelio según Lucas, en el que la predicación ética de Juan viene inmediatamente después de su requisitoria escatológica, es natural que este último aspecto ejerza un cierto influjo sobre las normas éticas de conducta. La radicalidad de la predicación escatológica cede ahora ante la exigencia de otras demandas: asistencia al necesitado, honestidad en los negocios, equidad en la aplicación de la justicia. Si bien se miran, los consejos de Juan no dejan de ser, en cierto modo, un tanto ambiguos: por una parte, manifiestan un verdadero interés por el prójimo en variados aspectos; pero, por otra, no pretenden revolucionar las estructuras sociales del momento, ni siquiera ante «la inminencia de la cólera» que viene. Juan aboga por la distribución compartida de los recursos fundamentales para la existencia (v. 11), la huida de la extorsión (vv. 12-13), la abolición del chantaje y de cualquier medida intimidatoria (v. 14). Pero no dice a los recaudadores de tributos que deben cortar sus relaciones con el poder invasor, ni a los soldados que abandonen su profesión. En realidad, el último consejo que da a los soldados: «conformaos con vuestra paga» (v. 14), ni siquiera contempla la posibilidad de que se trate de un salario injusto.

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