martes, 22 de agosto de 2023

Martirio de san Xoán III

 

En el Nombre del Padre...

--Oración inicial para todos los días--

Gloriosísimo san Juan bautista, precursor de mi Señor Jesucristo, lucero hermoso del mejor Sol, trompeta del Cielo, voz del Verbo eterno, pues sois el mayor de los santos y alférez del Rey de la Gloria, más hijo de la gracia que de la naturaleza, y por todas razones príncipe poderosísimo en el Cielo, alcanzadme el favor que os pido en esta novena si fuere conveniente para mi salvación y, si no, una perfecta resignación, con una abundante gracia que, haciéndome amigo de Dios, me asegure las felicidades eternas de la Gloria. Amén.

--Oración propia del día--

Benditísimo Juan, que con vuestro nacimiento glorioso llenasteis el mundo de alegría, pues naciendo adornado de la gracia fuisteis como lucero matutino, seguro mensajero del Sol de justicia, Cristo, que estaba cerca de amanecer al mundo para desterrar, con la luz clara de sus rayos, las melancólicas tinieblas que padecía. Y pues sois juntamente compendio de la ley, alcanzadme, piadosísimo protector mío, que siendo yo, con tan poderoso ejemplo, fidelísimo observante de ella consiga por este medio una firmísima y bien fundada esperanza, con la cual, huyendo de toda presunción y temeridad, espere y pueda lograr los bienes eternos de la Gloria como fruto de la redención que vos anunciasteis. Y también me concedáis la petición que os hago en esta novena, si ha de redundar en gloria de Dios y honra vuestra. Amén.

Hacemos nuestras peticiones.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

--Oración final--

Santísimo y humildísimo señor san Juan bautista, que siendo tanta vuestra santidad ocupáis un lugar muy distinguido en la Gloria, y siendo tan grande que, como dice san Agustín: quien es mayor que vos no es hombre solo, sino Dios también, con todo eso dijisteis que no os convenía otra cosa que apocaros y disminuiros, y que siendo reputado por Mesías y Salvador del mundo negasteis, por vuestra humildad, aún el ser profeta, siendo más que profeta. Haced, santo mío, que yo conozca mi bajeza y que me humille con este conocimiento hasta considerarme el más indigno y peor de los hombres, sin dar entrada en mi corazón al más leve pensamiento de soberbia. Y haced, glorioso santo, que sobre este precioso cimiento de la virtud fabrique yo, con el ejercicio de las demás, un perfecto edificio de santidad, arrancando de mi corazón todos los vicios y poniendo en orden y sujección todas mis pasiones. Poderoso sois, santo mío, y aunque yo, indigno de que oigáis mis súplicas, poned los ojos en los méritos de vuestro primo Jesús y de vuestra tía María Santísima. Y, pues esta mi principal súplica es agradable a sus ojos y a los vuestros, alcanzádmela, glorioso santo, para que con ella logre yo una perfecta y santa vida, y una feliz y dichosa muerte. Y concededme también el favor que os pido en esta novena, si hubiese de ser para mayor servicio de Dios y honra vuestra. Amén.

 

Texto complementario

Joseph A. Fitzmyer, EL EVANGELIO SEGÚN LUCAS II. TRADUCCIÓN Y COMENTARIOS Capítulos 1-8,21. Ediciones Cristiandad, 1987

3 Juan predicador profético

Cómo era la predicación mesiánica —o, si se prefiere, cristológica— de Juan Bautista. Su importancia radica en la definición que da el propio Juan de su papel frente al Mesías, es decir, el que ha de venir, el más fuerte. La predicación mesiánica del Bautista está teñida de un cierto matiz escatológico. Aunque Juan no niega explícitamente que él sea «el Mesías», como se hace en el cuarto Evangelio (Jn 1, 20), sí se puede encontrar una negativa implícita, y, por cierto, es la única en toda la tradición sinóptica. Esta negativa implícita aparece, en parte, en el comentario del propio narrador, que en el v. 15 presenta las perplejidades de la gente ante la posibilidad de que Juan fuera el Mesías. Pero donde aparece con mayor claridad es en la referencia a Jesús puesta en labios del propio Juan Bautista, y que habla de él como «el que está para llegar», el que «es más fuerte que yo». Efectivamente, en este pasaje se da una confluencia de tres títulos que se refieren a Jesús: «el Mesías», «el que ha de venir» y «el más fuerte». Toda esta parte de la predicación de Juan está dominada por un interés cristológico. Por tanto, Juan no es una figura escatológica, sino un predicador profético que anuncia la llegada de «uno más fuerte», de una figura mesiánica que «está para llegar» y que llevará el ésjaton a su plenitud. En este sentido, Juan es «más que un profeta» con él queda inaugurada la última etapa, la definitiva. Otro punto que hay que mencionar es que en todo el pasaje no se hace la más mínima referencia al Reino de Dios. «Juan no proclama el reinado de Dios». En el Evangelio según Lucas, el único heraldo del Reino de Dios es Jesús.

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