Hoy es 13 de mayo y parece un bonito día para descubrir (aunque habrá que investigar bien la veracidad de ambos datos) que estamos entre el día que nació Jesús Franco (12 de mayo de 1930) y el que se estrenó en España su película 'Gritos en la noche' (14 de mayo de 1962).
Se abre con la borrachina cantando: "los
hombres son unos tontos, los hombres son idiotas". Y es esa chica la que
se convierte en una víctima de un asesino. Oculto en su armario, con
ojos fijos y fríos, la ataca y se la lleva. Su camino es guiado por los
golpes del bastón de un desconocido. Golpes que volveremos a escuchar en repetidas ocasiones y que son preludio o epílogo de una muerte.
Resulta ser una víctima más de un asesino desconocido. La policía anda tras él y, por fin, aparece un testigo de sus andanzas. Una joven con voz aguda y charla imparable. Es la imagen de la típica cotilla de barrio. A su demencial descripción de los hechos se une un despacho con evidentes signos de desorden y hasta con un juguetón gatito.
Los escenarios nos muestran la noche como el ámbito de las juergas y el día como el del trabajo y la vida cotidiana. La noche se ilumina con las luces del local donde las cupletistas divierten al personal con sus contoneos y, sobre todo, sus divertidas canciones y sus juegos de seducción. Aquí me ha encantado el juego de luz y sombras con los rostros de uno de los hombres del local y una cupletista. Ella aparece radiante, de blanca tez, alegre y vital. Él permanece en las sombras y su tez oscurecida concuerda con lo tétrico de sus reflexiones sobre lo efímero de la belleza humana.
Resulta ser una víctima más de un asesino desconocido. La policía anda tras él y, por fin, aparece un testigo de sus andanzas. Una joven con voz aguda y charla imparable. Es la imagen de la típica cotilla de barrio. A su demencial descripción de los hechos se une un despacho con evidentes signos de desorden y hasta con un juguetón gatito.
Los escenarios nos muestran la noche como el ámbito de las juergas y el día como el del trabajo y la vida cotidiana. La noche se ilumina con las luces del local donde las cupletistas divierten al personal con sus contoneos y, sobre todo, sus divertidas canciones y sus juegos de seducción. Aquí me ha encantado el juego de luz y sombras con los rostros de uno de los hombres del local y una cupletista. Ella aparece radiante, de blanca tez, alegre y vital. Él permanece en las sombras y su tez oscurecida concuerda con lo tétrico de sus reflexiones sobre lo efímero de la belleza humana.
No
mejorará la situación, sino que terminará en crimen. Al fin, vemos mejor
a los asesinos, reconocemos su modus operandi y descubrimos la
finalidad de los asesinatos y por qué son chicas jóvenes las víctimas.
La hija del asesino, postrada en cama, recibe las atenciones médicas de
su padre. Las muertes se destinan a mantener su vida, a buscar de nuevo
su lozanía. Más adelante sabremos cómo terminó así.
También
conoceremos a sus obligados secuaces: un hombre y una mujer que le deben
la vida. Esto les ata a él, cosa que aprovecha para dirigirles. Pero,
en un giro de reflexiones compartidas, descubrimos cómo ellos han
llegado a ser lo que son, cómo la conciencia les remuerde. Los partidarios muestran su corazón, su conciencia, hasta su amor. ¡Qué agonía descubrirlo, especialmente, en Morpho, el ejecutor ciego!
¿Podrá la policía descubrir los tétricos planes del doctor Orloff? ¿Sufrirán los ejecutores el mismo final que las jóvenes raptadas? Todo parece irse esclareciendo según entran en escena dos curiosos y entrañables personajes: un borrachín alegre y desenfadado junto con una chica, prometida del inspector del caso. Aquel dará las pistas necesarias para descubrir el lugar donde los crímenes se preparan y llevan a término, ella será la que junte todos los datos que el policía ni comprende ni es capaz de ver en su globalidad. La importancia de dos pequeños seres salta a la vista y, a la postre, será el detonante de una persecución a vida o muerte.
Un final feliz, unas risas propias de una comedia típica, con los compañeros zafándose de los peligros y alegrándose de la feliz resolución de un caso tenebroso. Es un final que nos rompe la tensión y el terror ante las maldades del científico loco, pero que incluye y valora las aportaciones del borrachín y la prometida del inspector. Sin ellos, el difícil expediente policial no podría haber sido cerrado.
En 'Historia de nuestro cine', en La 2, la presentaron así: http://www.rtve.es/alacarta/videos/historia-de-nuestro-cine/historia-nuestro-cine-gritos-noche-presentacion/4463481/
No hay comentarios:
Publicar un comentario