Todavía no tengo fotos de la novena de este año, ni como quedó la iglesia y la imagen del sano Juan adornada. Sí os comparto esta del "milleiro", cultivado en el Outeiro, que iba destinarse para la imagen procesional. ¡Hasta tiene pequeñas espigas! Racimos de uvas no hay todavía, así que tendrían que comprarlo y ponérselo en el brazo. Ambos elementos naturales, maíz y uvas, son un precioso símbolo que une a todo el pueblo en memoria y evocación.
Memoria y evocación desde el maíz y las uvas
Milleiro cultivado no Outeiro para o san Xoán |
Maíz y uvas son base para hacer pan y vino. Un dicho habla de ellos en unión con la vida humana: con pan y vino se hace el camino. Así, son símbolo del alimento diario, fruto de la tierra y del esfuerzo de los agricultores. Si lo miramos como una de las caras de la realidad, le damos la vuelta y descubrimos un aspecto negativo: los que no tienen que comer, los que pasan hambre, o no tienen ni maíz ni uvas... ¡Ni tierra! Así, surge la acción de gracias, pues la tierra produce y el trabajo se ve recompensado; al tiempo, la tristeza por quien no tiene nada de eso, y llegamos a la práctica: denunciar el hambre en el mundo, criticar las causas, ayudar a mitigar las consecuencias... ¡Nada extraño en esta novena! ¿O no pedimos en la oración de ayer "una viva y práctica fe"?
El maíz recuerda tiempos pasados donde el hambre rondaba y, si no se llegaba el hambre, sí la miseria y penalidades; también el trabajo de recogerlo y llevarlo a moler al Inquiau, a la zona de los molinos, de noche, cargando con el saco de los granos para bajo y subiendo con la harina; recuerda los tiempos (aún cercanos) en que todas las familias iban teniendo sus animales, consiguiendo carne y leche frescos, para vender y para el consumo familiar; un pasado de pan hecho de harina de maíz, de la bica, de la fiesta de san Juan significada en la comida del cordero y en el postre de arroz con leche. El maíz también nos podría llevar, en este particular viaje de interpretación, recuerdo y mirada trascendente, hasta sus orígenes americanos, la importancia mítica que tenía para ciertas culturas y el recuerdo de América como la tierra que acogió la tantos emigrantes gallegos que, con muchas ilusión y ganas de trabajar, allá se fueron, generalmente, dejando una bonita memoria de nuestro pueblo gallego.
El arqueólogo Enrique Vela, tratando el simbolismo del maíz en las tierras mexicanas, escribió:
Para los pueblos agrícolas de Mesoamérica el maíz no solo representa el alimento fundamental –bajo y eje principal de su gastronomía–, sino que también se ve en el contexto de un complejo mítico con profundas raíces históricas como la esencia del ser humano. El ejemplo más útil de esta noción la encontramos en un pasaje del libro maia conocido como Popol Vuh. Allí se dice que tras algunos intentos errados, los dioses crearon al hombre a partir de una mezcla de maíz amarillo y blanco. En otro texto maya, los Anales de los Cakchiqueles, está registrado que los primeros humanos fueron creados a partir de una mezcla de masa de maíz con la sangre del tapir y de la serpiente. Hace falta destacar que esta idea del hombre hecho de maíz se encuentra en otras culturas; por ejemplo, una de las diosas del maíz entre los mexicanos, Chicomecóatl, se decía que era la carne y la vida de los hombres. Además, en cierto modo, el ciclo del maíz -que pasó desde la colocación de la semilla bajo la tierra hasta su aparición como planta que crece hacia el cielo montón de vigor- permitió considerar la planta como una metáfora del renacimiento.
También la uva nos retrotrae a sus trabajos, pues la viña precisa mil cuidados, y a la alegría de su consumo, sobre todo, en días festivos, como cuando juntaban el vino en la que había sido la casa de la señora Xabiera, en el Cazapedo. Y también a la aguardiente, pues el ciclo del vino, en nuestro pueblo, acoge la alquímica destilación del orujo, bajo la paciente mirada del "aguardenteiro" y el calor de un fuego pausado y controlado, acompañado por horas de silencio y las visitas de quien quiere curiosear o de los dueños de esa potada.
Tener maíz, algunos con espiga, y ver que los racimos iban creciendo, era buena señal para este mes, pues el verano comenzaba y las cosechas debían tener buena cara. Por eso, en Louredo, durante el mes de mayo se tocaban continuamente las campanas (¿tres veces al día?), para alejar las "treboadas" y las temidas pedradas de granizo. Recuerdan los mayores que se decía, incluso antes de ver la tormenta:
Altar maior da igrexa de Louredo, domingo 14-VI-2020 |
Tente, trono, tente eí,
que Dios pode máis ca ti.
Ante la tormenta cercana se rezaba el rosario en familia, cerrando antes todas las puertas y ventanas, recogiendo la ropa colgada junto a los lavaderos, se encendía una " mariposa" (en un vaso lleno de aceite, en el que flotaba esa mecha con un ligero pie circular) y se invocaba a santa Bárbara. ¡Y nada de mirar por las ventanas, enfocando directamente los rayos!
Maíz y uva, procesados, son alimentos que podrían recordar las especies eucarísticas, pero, ¡ojo!, que la ostia se conforma con trigo, no maíz. Lo advierte el Código de Derecho Canónico, en su número 924:
Art 3 DE Los RITOS Y CEREMONIAS DE La CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
924 § 1. El sacrosanto sacrificio eucarístico debe ser ofrecido con pan y vino, al que hay que mezclar un poco de agua.
§ 2. El pan debe estar hecho exclusivamente de trigo y hecho recién, para que no exista peligro de corrupción.
§ 3. El vino debe ser natural, fruto de la vid, y no corrompido.
Oración propia del tercero día, recogido en la novena de Montevideo, 1842
Pegamos un ojo a la oración propia de este día, conforme nos la presenta la novena digitalizada por la Biblioteca Nacional de Uruguay y que había sido impresa en Montevideo, en el año 1842, anterior a la edición que tenemos en Louredo.
Como siempre, los fieles podréis rezarla y los curiosos conocer un poco más sobre expresiones grandilocuentes en la devoción popular del s. XIX, las virtudes y la imagen impresionante que se tenía de este santo.
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