lunes, 12 de octubre de 2020

'El demonio ¿realidad o mito?', J. A. Sayés (notas) III

Arrancamos con los dos últimos capítulos de este 'El demonio ¿realidad o mito?': el 6, dedicado a la actividad demoníaca, tanto en su vertiente cotidiana (la tentación) como en la extraordinaria (infestación y posesión) y el 7, conclusivo, donde se pone en contacto los temas del demonio y el pecado, reafirmando una vez más que la última palabra la tiene Cristo y su redención. Esta es la tercera entrega y finaliza así el vistazo al libro.
 
El capítulo 6 tiene un aire de mezcolanza, como de reunión de notas dispersas, con contenido interesante, aunque, personalmente lo creo, necesitado de una nueva revisión. Yo recortaría contenido en la exposición sobre secularización, las noticias de ritos satánicos en Italia y sobre el Rock. Aumentaría espacio sobre el nuevo Ritual de Exorcismos y metería el apartado de vidas de santos atacados por el demonio, que se sitúa en el capítulo anterior. Fuera de estas disposiciones personales, veamos qué nos ofrecen estas páginas. De la 113 a la 132 se da como una larga exposición que comienza en la tentación y termina en el secularismo. Un apartado que puede tener gran interés para el cristiano, pero para los curiosos o estudiosos del demonio y todo lo relacionado va a resultar un tanto pesado. Con bastantes alusiones a Pablo VI y alguna a Ratzinger, Sayés dibuja la actividad cotidiana del demonio, que es tentar, alejar al hombre de Dios, desentrañándola en sus aspectos personales, sociales y eclesiales. Podemos comprender que se alargue en esas reflexiones porque él vivió una época convulsa en la Iglesia, con vaivenes doctrinales, conductuales y teológicos.
 
De la página 134 a la 139 recoge una entrevista al padre Amorth (r.i.p.), que perfectamente sintetiza la actividad extraordinaria demoníaca, qué es un exorcismo y maneras por las que él cree que abrimos las puertas al demonio. No solo señala peligros como la práctica del espiritismo, el enrocamiento en el pecado, el ingreso en sectas satánicas o la mala administración que hacen los medios de cualquier noticia relacionada con lo demoníaco, sino que abre brecha en una autocrítica eclesial, tanto por no predicar sobre el Enemigo como por desarrollar teologías que abandonan su existencia y actividad en las personas y la sociedad. Y con guiño incluido a los sacerdotes y obispos (La jerarquía católica debe darse golpes de pecho: si se difunden cada vez más las prácticas esotéricas y las sectas satánicas es también culpa suya). De todas maneras, termina con palabras repletas de entusiasmo: El diablo habitualmente no podría hacer ningún mal si el hombre, en su libertad, no se lo permitiese y no se hiciese cómplice suyo. Por esto no hay que tenerle miedo. Sayés dedicará un espacio a comentar y ampliar lo dicho en la entrevista, pasando a relatar dos casos de los que tuvo noticia por participantes en sendos exorcismos. 
 
Sobre este sacramental y los rituales que lo dirigen va a realizar breves acercamientos a continuación. El ciclo se cierra con los aportes de otros autores. En resumen apretado, vienen a decirnos que el demonio puede poseer a una persona, aunque sea un santo de tomo y lomo, que la Iglesia le obliga a irse con el exorcismo, que es un sacramental, y que la última palabra la tiene Dios. Para ser poseído no hay pautas y cualquiera puede serlo, quedando el por qué en el misterio de la voluntad divina. También se da cuenta de que no todos los que se presentan a un sacerdote como tales lo son y su estado puede balancearse entre una enfermedad, una infestación o la propia posesión.
 
La infestación es un tema del que se trata a partir de la página 151, y consiste en una molestia demoníaca que lo mismo afecta a la persona que a un animal o un lugar. Una imagen que puede ayudarnos a imaginarla es la referida en la Escritura: el demonio como un león rugiente que ronda, aunque no llega a dar la dentellada. Como se admite que la voluntad humana puede jugar en el campo del demonio, aunque se avisa que ello no significa que una acabe infestado o poseído, hay una serie de peligros sobre los que se advierte, en forma de breves apartados: el satanismo, algunos grupos de Rock y el espiritismo. Se concluye que el problema de fondo es el abandono de la fe. Al dejar de creer en Cristo se cree en cualquier cosa y ello puede derivar a una ocasión de actuación del demonio. Como siempre, Sayés reconoce que no hay signos claros, aunque sí ciertas evidencias.
 
El capítulo 7 cierra el libro y lo hace desde la duda: ¿realmente podemos creer en el demonio? Vistas las citas bíblicas, patrísticas y magisteriales, los datos doctrinales de herejes y religiones cercanas al cristianismo y la experiencia actual del exorcismo, ahora cabe preguntarse por si todo esto tiene algún sentido en nuestra actualidad. Y no solo desde una perspectiva científica o de relativismo, sino desde el mismo seno de la Iglesia, pues hay estudiosos católicos que le niegan validez a las pruebas antes aportadas. Gusta ver que el autor no rehúye a los detractores; más bien, ahora que llega al final, les da voz. Hay dudas que surgen y cuestionan acerca de la originalidad de la demonología cristiana. ¿No será un añadido cultural, fruto de las relaciones con variados pueblos? Y creer en la existencia del demonio, pues lo que es creer (confiar) solo se cree en Cristo, ¿trae más felicidad que si no le tienes en cuenta? ¿El satanismo consigue mayores márgenes de libertad que el cristianismo? Y otras similares.
 
 
Sigue el tema de la naturaleza angélica y las posibilidades de actuar del demonio, donde se recuerda que la doctrina eclesial es parca en declaraciones y la especulación teológica tiene campo amplio de estudio. 

Los dos últimos apartados se refieren a la relación entre demonio y pecado original, demonio e infierno, rematando con un nuevo recordatorio de que lo central es Cristo, que la Iglesia dispone de diferentes armas para vencer el combate de la fe, la importancia de sacramentos y sacramentales, amén de la devoción mariana. Espacio especial le dedica al tema de demonio y pecado original, llamando la atención de que este no puede reducirse a que fue el primero ni que se pueda concebir como una carga genética inherente al ser humano desde entonces. El pecado de los padres viene influido por el demonio y supone la entrada en la historia de una oposición a Dios de la que nunca nos vemos completamente liberados. Deja claro el autor que no se adhiere a la teoría patrística de los "derechos de Satanás" sobre la humanidad, pero sí que este ha sido el causante de una deficiencia en nuestra relación con el Creador. Respecto al infierno, en breve aportación, recuerda que nos es creación de Dios, como posible "lugar" de castigo, sino que este aparece con la rebelión angélica.



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