Ah, por fin una tarde de lluvia y viento, aunque con temperatura cálida, teniendo en cuenta la época del año. Un rato de calmo confinamiento pandémico me ha llevado a retomar la lectura del negro libro de negros títulos de Xerión, con las letras y poemas de los dos últimos trabajos de la banda. Un precioso y limitado material que lleva el número de catálogo NM 66. Pocas páginas que encierran un precioso compendio de lo que ya conocíamos, junto a novedades que nos sorprenden. ¡Una vez más lo ha vuelto a hacer! Nocturno, compositor y vocalista, recoge, condensa y ofrece lo esperado: oscura catarsis, un negro horizonte de sucesos caóticos, un muro impenetrable de nada abismal, una sospecha de que el camino está trazado, aunque la lucha no debe obviarse... mas también observamos novedades sorpresivas, como los estilos musicales, las diferencias entre temas, un aviso de que la obra podría no corresponderse con lo que el oyente se espera... Xerión en estado puro.
Ya expresé parte de mi sentir en un par de ocasiones anteriores, como motivo de las lecturas "de corrido" a esta obrita, breve en extensión, profunda en contenido. Pero retomo la primera parte con una nueva perspectiva, que es la de leer las letras de las canciones en orden inverso, tal como hice con 'Danças de agonia e peste'. El desarrollo sigue resultando oscuro y no veo que pierda intensidad o se trastoque en demasía la expresión catártica. De hecho, el orden de las canciones lo decidió Nocturno una vez compuestas todas y lo hizo sintonizando con su estilo musical, no con el contenido expresado.
Este es un detalle bien interesante, pues le ha quedado un texto conjuntado que relata un viaje estremecedor, no sabemos si a la locura o la muerte. Un texto que, si lo leemos en el orden inverso, no acaba precisamente mejor, sino que hasta resulta un tanto más tétrico y definitivo. Queda para otro instante el escuchar el disco al revés, quiero decir, invirtiendo el orden de los temas... Si quieres escuchar Xerión al revés ponte su 'Profecía segunda' del 'Pálida morte, negra sombra', de 2009, si no recuerdo mal (por cierto, Juan, ¿qué dices ahí?)
Ah, no olvides que esta parte enlaza con la de las 'Danças' y que, juntas, ofrecen un maravilloso paisaje decrépito y candidato a un alto nivel de "kippelización". Y, también, que el disco alterna temas cantados con otros instrumentales, de modo que solo comentaré mi experiencia ante los textos y las ilustraciones que los acompañan (se han recortado del trabajo original del bello diseño del libreto de la cinta, realizado por Brais Remeseiro Portela).
Acompañados por cuatro encapuchados (recuerdan a monjes y a los templarios ciegos de Ossorio), los versos de 'perdido no abafante silêncio da angústia' sintonizan con los de 'na infame terra dos miseráveis' en esa clave de ensimismamiento, de mirada al infinito (creo que no exageramos si, incluso, lo llego a escribir en mayúscula), aunque las actitudes cambian, ya que en este vemos al cantor atareado en la escritura esotérica de un legado, mientras que en aquel le vemos impedido y extasiado en inmóvil contemplación. Varias expresiones concuerdan, ya sea en el título como en las estrofas.
Tiramos cara atrás y ya tenemos a nuestro protagonista en posesión de mente y cuerpo, llegando a razonar y reconocer el paisaje lo suficiente como para moverse y preparar una poción. Lo veo herido, pero dispuesto a la supervivencia, confeccionando un ungüento curativo, a pesar de detectar el olor a incienso que delata la cercanía de la Santa Compaña. Confieso que en una lectura anterior esta presencia me hablaba de la muerte del superviviente, pero recuerdo que algunas historias declaran la imposibilidad de que la Compaña te alcance si realizas la señal de la cruz, o trazas un círculo en el suelo y te encoges dentro de él. Lo básico es no mirar, aunque la procesión esté cerca o te pasen por encima, haciendo que cruja tu esqueleto. Ah, ni se te ocurra espiar por el cerrojo de la puerta (bueno, con las actuales eso ya no puede pasar). La estrofa final de 'do insondável e abismal empíreo' me suena ahora más esperanzada: la mano herida puede ser curada, el veneno que circula por las arterias y venas fluye ya al suelo, mientras el causante de la intoxicación surge y sube cara el cielo, una negra serpiente de humo oscuro, señalando donde la destrucción sigue patente.
A pesar de estar lejos, el superviviente, hombre versado en las plantas y sus propiedades, amén de antiguos conocimientos, siente cómo la entropía desatada le cerca. Y no solo a él, sino a su querido mundo vegetal. Todo está unido, nada huye de la destrucción. Qué cruda y tétrica es la negra ilustración que acompaña 'o ar nos tempos da destruçom'. Yo veo una madre con su famélica criatura, madre que intenta ocultar su horror, pero no puede, ni siquiera apretando un ramillete vegetal y su vestidura contra la boca.
¿Habrá caminado cara la columna de negro humo? ¿Habrá visto como el propio bosque comienza a resentirse? Ya ni lejos, ni entre la naturaleza, está seguro. Solo, derrotado, viendo cómo a su alrededor medra el entrópico proceso de degradación, ya no puede sino viajar a sus recuerdos, brindar por los antepasados, mitificados, de dulce memoria. Ya no hay esperanza, ni siquiera tras haber sobrevivido y viajado a través de la desolación. Ambigüa expresión: mergulho a esperança num fundo Abismo. ¿Quiere protegerla, como último cartucho de humanidad o prefiere abandonarla a su suerte, allá donde nadie, ni él, pueda hallarla? ¡Oh, aún nos quedan dos composiciones antes de poder descansar la lectura!
Pero, ¿cómo es posible escuchar gritos? ¿Ha perdido el rumbo y se acerca a la ciudad mentada en 'Danças' y en el 'Filhos da Ira' de VRK? ¿Los mutantes, o algunos supervivientes enloquecidos, se mueven fuera de su territorio? El título no nos da muchas esperanzas: 'condenaçom'. Sin esperanza, surge sediento el odio, seguido del vacío silencioso, dejando al cantor exhausto. Si ya no tienes nada que hacer, ni nadie a quien enfrentarte, si ves cómo a tu alrededor todo muere inexorablemente...
'na infame terra dos miseráveis' se está volviendo una letra que me encanta y me atrae, una y otra vez, con poderosa capacidad de espiral absorción. Calma, soledad, vacío, visiones en contemplaciones que se sumergen en la lumbre o la Luna. El superviviente conoce su fin y no permite que la circunstancia le pueda: aunque su mundo afectivo se deshaga con la misma premura que el mundo alrededor, deja constancia de su saber. ¡Qué más dá que nadie le entienda! Su mensaje es para quien tenga un saber selecto, perdido para el común de los mortales hace tiempo. Me retrotrae a la parábola cristiana de Lázaro, cuando un difunto condenado pide a Abraham que envíe a un pobre a avisar a sus familiares. El patriarca le dice que no, que ya tienen las Escrituras para salvarse. También me habla del mundo actual: tenemos miles de advertencias, de soluciones, pero seguimos derivando cara la destrucción.
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