domingo, 2 de agosto de 2020

Luisa Torregrosa en 'La virgen descalza', corto de Lone Fleming, 2019

Luisa Torregrosa en 'La virgen descalza' (2019)


'La virgen descalza' es el primer corto dirigido por Lone Fleming, a quien, generalmente, conocemos por su faceta de actriz, aunque tiene otra menos conocida de escritora, dibujante... de artista, por hablar rápido y bien. Es una mujer que no para, a la que no faltan nuevos proyectos en el cine.


En este corto ella dirige, y comentó que hasta sopesó actuar también, pero vio que no, que lo mejor era centrarse en dirigir. Y bien que le ha salido. Su ayudante de dirección, Lucas Hidalgo, tiene mucho peso a la hora de concretar esta joyita, y es que fue él quien propuso ambientaciones y actores, tras hablar con Lone y descubrir su idea para un corto. Entre otras, fue quien le propuso a Luisa Torregrosa, a la que Lone pronto echó el ojo y dijo: ella, ¡perfecto! Luisa, por su parte, me comentó que Conocía a Lone por su trabajo como actriz, siempre me fascinó esa mujer, creo que he visto casi todas sus películas. De repente un día contacta conmigo, había visto uno de mis trabajos y pensó que cuadraba en el papel de la tía del que iba a ser su primer trabajo como directora "La virgen descalza". Quedamos en Rosa de Madrid, la tienda de ropa maravillosa de Sandra Alberti, de la que supe después que se iba a encargar del vestuario y que estaría en el reparto...casi nada... Entre Lone y yo hubo una especie de flechazo, hablábamos y el entusiasmo se desbordaba.

Así comienza a andar el personaje de la tía malvada del corto.

La mano de hierro bajo un guante de seda


La tía es una bella viuda que domina su casa con mano firme y modales refinados. Su marido era un marino manirroto, que seguramente la dejó con escasos bienes. Ella es una mujer hecha a sí misma, fuerte, con un sutil magnetismo, de fluidos gestos y sonrisa gentil. No es la típica mala que descubres por sus arrebatos de ira o sus gestos exagerados, que nadie ve, sino que es una malvada donde conviven autoridad y ternura, control y calidez humana. Solo en dos momentos sufre sendos encontronazos con la frustración y ni siquiera se descompone, sino que mantiene el tipo, mientras se recompone: con el gesto de arrancar el vestido de novia de manos de la aya y con su cara seria tras la sonrisa al padre del barón.


Siendo el ama de la casa, vive con su joven sobrina, próxima a desposarse con un joven barón, de ánimo apocado y manipulable, pero de buen corazón, y su ama de llaves, una señora mayor que se ha convertido en la madre de la joven Laura. Su matrimonio fue concertado por la tía, lo que supone tierras y dinero para aquella. Pero ha sido pensado con vistas más allá. No es el típico enlace de jovencita con señor mayor rico, sino que el prometido es joven, adinerado, aunque un tanto tontito. ¿Es quizás el hijo único, o el primogénito, que ha sido mimado, pero dispone de poco mundo y entendederas? Laura llega a reconocer que no es mal hombre, aunque sí un tanto aburrido. Estos detalles nos desvelan que la tía mira también por el bienestar de la sobrina, de paso que ella saca unos buenos réditos. Si fuera una mala malísima seguro que otro gallo cantaba. Esa ternura de la tía también se nota en cómo protege a la sobrina la noche de vísperas de la boda y en el gesto de acompañarla un rato, diciéndole que su vestido es precioso y que su madre estaría orgullosa de ella. Para nada vemos que haya gestos o tonos de voz donde podamos leer engaño en sus declaraciones.

El personaje de la tía me pareció atractivo desde el principio, la visualicé. Un trabajo de época en el que el lenguaje corporal cobraba mucha importancia. La forma de expresarse, pensé que de entrada mi forma física podía enriquecer a este ser (jajjaja). Con el guion en la mano la tía cobró vida en mi mente, su caminar, su forma de hablar, la maldad en su mirada, su gesto altivo y seguro. Contenida, amargada y una diosa manipulando. Me gustan las malas, las transgresoras, de época o contemporáneas, me comenta Luisa, que se sintió encantada de realizar el personaje y que descubrió en Lone una directora con las ideas claras y que concedía amplio margen de actuación. La misma Lone me comentaba que ella tenía su imagen de cómo y quién debería ser la tía y que Luisa la encarnó, "lo clavó", y que "es una profesional como la copa de un pino". Tuve plena libertad para manejar al personaje, Lone como actriz sabe cuando una interpretación es rica. Ella daba unas pautas claras y yo dejaba que la tía saliese. Había confianza mutua y eso se nota en el resultado, dijo Luisa.

Un juego de miradas y una confesión exclusiva de la directora

Aunque no se realice ningún plano cercano o centrado en sus ojos, la tía transmite muchísimo con ellos, con la expresión facial en conjunto, pero con ellos especialmente. Y son sus ojos los que juegan con el barón, con rápidas miradas a sus escrituras (por cierto, precioso pergamino, tal como se constataba tantas veces en tiempos antiguos escrituras y foros), a su dinero, a él, sin dedicarle a ninguno demasiado tiempo. El justo para recibir y ordenar. Un maravilloso y sutil juego de control y manipulación, que deja claro quien manda y no resulta especialmente hiriente para el sumiso (¡hasta podría hincharse por haber recibido esos instantes de atención por parte de tal dama!).

Si así se las gasta con el inexperto barón, no se arredra ante su padre, que acude a la boda. Es un señor mayor, hosco, de oscuros ropajes. ¿Qué conseguiría él con tal matrimonio? ¿O es que ha tenido que acceder a los deseos de su hijo consentido y no está muy de acuerdo con los mangoneos de la señora? El caso es que está solo en el banco de la familia y va a ser el objetivo de la planificadora tía de Leonor. Lone me desveló dos detalles respecto al señor que encarna a tan huraño anciano: que fue un personaje que surgió sobre la marcha y que es el dueño del lugar donde se grabó la escena. La directora le vio potencial, basándose en su misma fisonomía y conducta, así que le invitó a aparecer con un pequeño papel. La verdad es que le da empaque al cuadro de la boda y nos permite vivir una escena más de la tía de Leonor.

Es la primera vez que lo digo, me comparte Lone, pero esa escena es un paso más de la señora para ser más rica. Es decir, la mirada que le dirige al padre del barón no es una simple mirada de saludo, sino una invitación a cortejarla. ¡Es una mirada de seducción! Al hijo ya lo atrapó, ahora va también a por el padre. Sin embargo, menudo corte se marca el hosco padre. La señora, en edad madura, pero elegante, refinada y bella, es rechazada con la misma rapidez con la que ella seduce. Es una lucha breve, incisiva, que se resuelve e unos segundos, pero que va cargada de intenciones: el deseo de la dama, la indiferencia del varón. Todo ello, a espaldas de los novios.

Ropaje y música, envoltura y silencio

Siendo, como es, una mujer de recursos y que no rehúye el filtreo, si es preciso, la tía de Laura viste con recato y elegancia. Ni siquiera vemos su cuello, preciosamente adornado con una cinta de encaje. Un maravilloso trabajo que viene de la mano de Sandra Alberti (que actúa un doble papel en el corto) y su equipo textil. Una sorpresa más que desvela el mundo interior de la directora: para una mala y bella mujer no necesita mostrarnos a una chica despampanante ni mostrarnos (¡ni apenas sugerir!) las lindes de su anatomía. Nos ha regalado una mala seductora que ni se muestra impúdicamente, sino vestida recatada y elegante, sin emperifollamiento ni adornos excesivos; una señora, con todas las letras, con imperio, con experiencia de vida, que es bella y se cuida, que te atrae y mantiene a raya con su voz y rostro… no necesita más. No han tenido que sacar del ropero ni algo vistoso y deslumbrante ni marcarse un escote de escándalo. Son detalles que Lone ha medido y develan su sensibilidad a la hora de montar un personaje. Esto va en consonancia, por ejemplo, con el detalle de darle a Leonor un esposo de su edad y que no sea un machito ante ella. Otros podrían pensar en la típica historia de viejo rico con joven casadera, con una tía despampanante detrás.


Luisa Torregrosa en el corto 'La virgen descalza'

Si Sandra Alberti nos viste a Luisa Torregrosa, A. J. Asiáin nos crea un ambiente en torno a ella… ¡con silencio! Y es que, generalmente, cuando la tía entra en escena, la música se apaga. No de repente, sino que suena unos segundos y solo queda el silencio musical. La presencia y la voz de la señora son todo lo que necesitamos. Sus expresiones faciales, fluidas, contenidas y ágiles, junto a los tonos de voz, marcando límites y ordenando, o alabando y animando, son toda la banda sonora que la envuelve. Decía un viejo profesor mío que la música es el arte de combinar el sonido con el tiempo… el sonido y el silencio… Y qué bien lo hace aquí Asiáin con su banda sonora sentida y su silencio en torno a la dama de la casa. Yo me imagino que es un eco de lo que nos sucede cuando estamos ante alguien atractivo (por el motivo que sea), que el ambiente se desdibuja y la persona cobra una importancia suma en nuestra atención. Mientras que otros personajes y acciones se revisten de la magia musical de fondo, aquí solo se precisan unos sones finales y el silencio devoto.

Más allá de ‘La virgen descalza’

Lone no para y tiene en archivo varios guiones que le encantaría llevar a la práctica. De hecho, me comenta en exclusiva para este blog que quiere volver a juntar a Luisa Torregrosa y Laura de la Vega. Su idea es que sean las protagonistas de otro corto. Estaríamos ante una historia de maltratos que las une y las hace más fuertes juntas. ¡Lo esperamos con ganas!


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