sábado, 9 de enero de 2021

Síntesis de 'La lógica antropológica de la práctica exorcista de Jesús', Esther Miquel Pericás

'La lógica antropológica de la práctica exorcista de Jesús', por Esther Miquel Pericás.

Publicado en: Revista Medellín 36.143 (2010) 391-402. Año de publicación: 2010

  

Artículo de doce páginas que podemos leer y descargar gratis desde la página del grupo de investigación Orígenes del Cristianismo. Si anteayer os compartía unas breves anotaciones acerca del nuevo paradigma en la investigación sobre los evangelios, hoy os traigo a colación una aportación concreta: aplicar la antropología cultural al ministerio exorcista de Jesús, empalmando los resultados del estudio con otros referidos a aspectos más conocidos del profeta de Nazaret. Como anteayer, tomo solo unas ideas fundamentales y os comparto el enlace para que os empapéis del original consultado, que se entiende perfectamente y se lee con gusto.

¿Por qué la antropología cultural? Para poder descubrir el trasfondo que el texto supone, pero no aporta explícitamente. Los valores, formas de pensar, la religiosidad o supersticiones de la época son aspectos significativos que no compartimos en la actualidad, que nos deben mostrar para poder asumir y, así, comprender mejor los textos avengélicos. ¿Qué modelo concreto nos presenta la autora? El del etnólogo Ioan M. Lewis, básicamente. Nos lo presenta en la primera parte del artículo.

El modelo de Lewis

La posesión, aun siendo personal, conlleva consecuencias sociales y políticas. El espíritu que posee actúa a la manera de un señor sobre un siervo, en diferentes formas y grados, pero siempre moviendo al poseso a su voluntad, durante un tiempo breve o largo. El comportamiento del poseído repercute en sus allegados y en la misma sociedad que le rodea.

Los espíritus pueden clasificarse en dos grandes grupos: los centrales, con los que se establece una relación de mutuo beneficio, y los periféricos, considerados peligrosos e incontrolables. Cuando uno, de la clase que sea, toma posesión de un ser humano, con las repercusiones sociales que ello conlleva, puede hacerlo de forma beneficiosa o crítica. La primera supone reforzar la presencia de los espíritus centrales como protectores del grupo, mientras que la segunda sume en la dolencia al poseso, desestabilizando su estatus y comportamiento en la sociedad.

 Las posesiones negativas suelen afectar a los miembros de clases sociales desfavorecidas y se ven desde dos perspectivas diferentes. Los compañeros del mismo estatus las justifican, diciendo que los espíritus periféricos han tomado la voluntad del poseso y que este no es responsable de sus acciones y dichos. Los que se sitúan en clases superiores desprecian al poseso y su comportamiento, declarando que si está así es que algo malo hizo, él o o sus allegados.

El poseso puede sufrir pasivamente o llegar a una relación con el espíritu posesor, situación que le valdría fama de poderoso entre sus iguales o sospechoso ante quienes recelan.

Al exorcista, o terapeuta, le corresponde romper la posesión, entendida generalmente como negativa, y devolver la salud al poseso. Para ello, puede intentar reintegrar al sujeto en su sociedad, sin más, o buscar la manera de curar al individuo y la comunidad que habita. El exorcista puede partir de la búsqueda del mal en la persona, buscando su cambio y readaptación al sistema o culpar a los espíritus periféricos de la posesión y luchar por un cambio doble: de la persona y la comunidad, al mismo tiempo.

Perspectivas que definen al terapeuta como moral, si obliga al enfermo a buscar el mal en sí mismo, pidiendo su conversión a los valores sociales asumidos antes de la posesión (y con su manifestación de sumisión a la sociedad y sus espíritus centrales) o a-moral, que cuestiona el mal personal y el comunitario, descubriendo flaquezas tanto en el poseso como en la sociedad donde vive. El moral estaría bien visto por los dominantes y el a-moral sufre el riesgo de ser marginado. 

Aplicación del modelo de Lewis al caso Jesús

Las posesiones a las que Jesús se enfrenta y su modo de actuar, siguiendo el modelo trazado en las líneas anteriores, sugieren la figura de un terapeuta amoral, proveniente de clase baja, que se enfrenta a espíritus periféricos, cuya acción introduce dolor e invalidez entre los amados por Dios. Referentes de clases influyentes llegan a tacharlo de poseso a él, de ser un brujo-chamán, un hombre que se relaciona e influye en los espíritus.

A mayores, Jesús no solo rechaza el mal que aflige al poseso, sino que mira a la sociedad donde vive y la critica, contraponiendo el ideal del reinado de Dios, donde los espíritus periféricos no tendrían posibilidad de actuación y se llegaría a un sublime grado de salud personal y comunitaria. Este reinado significa dos realidades: una cósmica y humana, futura, basada en la voluntad amorosa de Dios, y otra mundana, presente, que es fruto del esfuerzo de los cristianos, cuando siguen los consejos de Jesús. Ambas se ven en sintonía al momento del envío misionero: predicar el reinado y curar-exorcizar. Los posesos están llamados a ser sanados y reintegrados en una sociedad renovada. 

 

PDF en línea, gratis, con el artículo, AQUÍ.

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