La investigación reciente sobre los evangelios: consensos y nuevos interrogantes.
Santiago Guijarro Oporto. Publicado en Pastores, julio de 2018. Y, en pdf, puede consultarse gratuitamente en la página Orígenes del cristianismo.
CV del autor, tomado de www.origenesdelcristianismo.com
El autor matiza el título, ya que hacer frente a la investigación sobre los evangelios (canónicos) sobrepasa el poder de una sola persona, pero bien es verdad que el investigador puede compartir sus ideas desde su propio estatus de investigador. Así pues, propone fijarse en los últimos cuarenta años de investigación, fijando seis puntos desde los que compartir acuerdos y disensiones entre los especialistas. En mi síntesis solo dejo constancia de las novedades o paradigma actual, mientras que el escrito recoge lo anterior y lo nuevo, aporta ejemplos y cita autores de referencia.
1. El giro metodológico de los años ochenta
A finales de los setenta-inicios de los ochenta se produce un cambio de perspectiva que enriquece el estudio de los evangelios con dos aportaciones: el estudio del texto como texto (aplicando análisis que se realizan a cualquier otra obra literaria) y el estudio del contexto amplio, no solo de las comunidades donde habían surgido los evangelios, desde las ciencias sociales.
Cada evangelio puede estudiarse como un texto fijado, sabiendo que hay una historia precedente, con uno o varios autores y con unos destinatarios, pero ha llegado a un estado de fijación, de última redacción, de publicación sin cambios. Lo que se conoce como investigación sincrónica, es decir, indagación sobre el texto tal cual lo recibimos. El análisis literario toma el evangelio como una unidad con sentido, lo engloba, más que romperlo en diferentes formas para conseguir muchas visiones parciales sobre su contenido.
El estudio del contexto se abre a las instituciones y los valores de cada sociedad donde nacen los evangelios. Ya no solo se mira a la región, sus accidentes geográficos, historia y comunidades, sino que se amplía la mirada más allá, siguiendo los métodos de las ciencias sociales. Actualmente, podemos hablar de un trípode metodológico, conformado por el método histórico crítico, el análisis literario y la ambientación contextual.
2. Los evangelios y la historia
Los textos evangélicos son la base para la construcción de relatos históricos. Una vez que superamos la imposibilidad de datos brutos, que asumimos que en toda comunicación hay acontecimiento e interpretación, pasamos a leer de un modo nuevo los evangelios. Tomamos como instrumentos los estudios sobre memoria social y teorías postmodernas acerca de la historia. Ya no se busca tanto el acontecimiento objetivo, sino comprender las percepciones de quienes nos lo cuentan. Se toman sus memorias, se profundiza en las interpretaciones, tanto personales como sociales. El acontecimiento narrado ha impactado en los redactores y estos lo muestran desde sus perspectivas. Si las comprendemos y asumimos, podemos realizar modelos del Jesús histórico.
3. La tradición oral y la formación de los evangelios
Estamos acostumbrados a ver los evangelios como escritos, pero en origen fueron discursos, así que hay que estudiar lo que es la tradición oral, su puesta por escrito, las formas en que se transmitió, el modo de leer y escribir en la época… Ya no podemos pensar que todo sucedió en dos pasos: los cristianos se comunicaban oralmente y, posteriormente, al faltar los discípulos que trataban con Jesús, pusieron sus recuerdos por escrito. Ahora se describe la situación con una mayor complejidad: la tradición oral y la escrita pudieron convivir durante bastante tiempo. Y esto podría llevar a curiosidades como que los dos Padrenuestro que conocemos pudieron ser dos versiones que se rezaban tal cual en diferentes comunidades (es una hipótesis que contrasta con la clásica: que la de Lucas, más breve, fue la original, y que la de Mateo supuso un elaborado trabajo de redacción posterior).
4. Las relaciones entre los evangelios
Respecto de los tres sinópticos se mantiene la posición de que el de Marcos es el más antiguo y fue conocido por Mateo y Lucas. Sin embargo, las discrepancias aparecen cuando se trata de explicar los versículos comunes a estos dos, que no aparecen en el primero. Una hipótesis ampliamente sostenida (y que Santiago Guijarro comparte) es la existencia de un documento, denominado Q (de quelle, fuente, en alemán), del que habrían bebido Mateo y Lucas, junto con sus fuentes personales. Otra hipótesis es que Marcos es el originario, Mateo lo reelaboró y Lucas hizo lo propio con ambos. La cuestión queda en el aire: como fuentes principales, ¿bastan solo los evangelios para explicarse o necesitamos de documentos perdidos como apoyo?
Los evangelios canónicos son cuatro, aunque suelen dividirse en sinópticos y Juan, pero cada vez se manifiesta más la convicción de que Juan conocía los anteriores, al menos a Marcos, y los usó para el suyo.
5. El género literario de los evangelios
El paradigma actual relee los evangelios al estilo de las “vidas” de la época helenística, narraciones donde se realiza una peculiar biografía sobre alguien. Un estilo literario de gran vitalidad que admitía múltiples opciones: desde la recolección de anécdotas hasta la elaboración más rebuscada o bella. Los redactores cristianos se enmarcaron en un género que los lectores reconocerían y sabrían cómo interpretar. En el judaísmo de la época no se conoce tal tipo de obra literaria.
6. El evangelio tetramorfo
En cualquier investigación se toman métodos y se parte de diferentes mentalidades, así que la objectividad siempre es parcial. Esto sirve, y hay que tenerlo en cuenta, cuando se estudian los evangelios. De hecho, así habría que estudiarlos, en conjunto, rompiendo la costumbre de concederles cierta unidad a los sinópticos y, luego, estudiar separadamente el evangelio según san Juan. La nueva perspectiva engloba la investigación de los cuatro al mismo tiempo, pues la iglesia primitiva aceptó los cuatro, los leyó a la vez. Efectivamente, cada escrito tiene su propia historia redaccional y entre los cuatro se dieron diferentes relaciones, pero el resultado final es la asunción de los cuatro. La imagen de Jesús se descubre gracias a la lectura de los cuatro en sintonía.
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