Claustroman y un libro de Dolmen... para suele signifcar zombis de por medio. Y, plas, cuadra de nuevo pero esta vez con novedades y una historia curiosa que no hace de esta novela una novela más. Ya no es solo que sea un autor español, nacido en Madrid y residente en Lanzarote, que lleva a suelo isleño una invasión de muertos redivivos. Es que resulta que el personaje que parece que querían despertar al inicio de la misma y nunca llega a recomponerse de su corrupción post mortem es el mismo sobre e que había estado escuchando unos reportajes y entrevistas en los días anteriores. Una feliz coincidencia que me hizo tomar el libro con más ganas. Cuando te metas en la historia ya adivinarás quién es antes de que lo desvelen. Solo decir que se le atribuye un gran descubrimiento marítimo en una fecha que nos hacían aprender bien de memoria, que nos hermana con el otro lado del charco y que podría ser gallego. Un saludo, Almirante.
Un nuevo gusto se sumó a esta sincronía y es el de volver a los orígenes de los zombis. Efectivamente, asistiremos a una inacabada celebración en medio de la selva que tenía como fin reanimar unos huesos y revertirlos a su estado de viador humano. He aquí el origen que siempre nos contaron de los zombis, aunque dejando claro que los rituales haitianos trabajaban con un vivo al que aparentemente mataban y devolvían a la vida tan pronto los enterrasen para dedicarlos a trabajos forzados. Aquí hay el rito oscuro de magia pero su capacidad no afecta a los recién enterrados sino a todo resto capaz de levantarse por encima de la tierra que le cubre. Hablamos de zombis, sí, y sorprendentemente, de mucho más: cualquier cadáver vuelve de la sepultura. Una magia poderosa traída de la noche caribeña.
La novela nos llevará por dos viales temporales distintos que confluyen en la acción de los distintos personajes. Tanto en el pasado como el presente, desfilan por esas páginas piratas, aventureros, religiosos, personas del montón,... girando en torno a un cofre que resguarda los restos de un famoso marino y la magia que iba a revivirle. Unos saben de su existencia y lo ansían, otros callan e intentan que las cosas sigan como están, otros se ven abocados a tomar partido para salvar la vida, tanto propia como prójima, algunos son conscientes del percal y otros solo miran lo que sus ojos ven. Las decisiones en conjunto llevan a un catastrófico presente donde la isla de La Palma cae bajo el poder de los muertos, ansiosos por aumentar su sinnúmero ejército putrefacto.
Piratas de antaño y coleccionistas ávaros de hoy buscan objetos que les reporten pingües beneficios, religiosos católicos intentan ocultar la negrura de una magia que ni quieren comprender ni derrocar con bendiciones, buscadores de conocimiento acaban uniéndose para protegerse y servir a los poderosos fácticos antes de poder decicir por sí mismos un nuevo destino que les separe de aquellos y sus tentáculos de muerte y poder. Y la magia, una vez liberada en un acto de impaciencia e inconsciencia, se abate sobre el mundo en forma de una negra nube que descarga muerte por doquier. Como fruto de su lluvia surgen los muertos de la tierra y pasean por calles isleñas sembrando caos y terror. Sus capacidades motoras dependen de la conservación de un cuerpo o unos huesos que son ahora caparazón vacío de magia negra. Los supervivientes protagonistas buscarán la manera de revertir el hechizo de muerte, luego la huida a tierras cercanas, con la esperanza de que el efecto sea local y no generalizado; los supervivientes "secundarios" son personajes que aparecen para dejar un poso de tristeza o de ánimo.
Yo me lo pasé genial con esta novela de aventuras y magia negra, disfrutando de un paseo con muertos sobre tierra española que bien podría ser destino de vacaciones un día. Me gustó la documentación sobre Colón, que te anima a leer un poco más sobre él y el descubrimiento de América, a la par que me hizo recordar lecturas acerca del vudú, el rito de zombificación y la historia de tantos esclavos negros que acabaron en Haití formando grupos donde religión y tradiciones africanas se fusionaron con devociones católicas y formas animistas americanas, desatando una negrura mayor que la de sus pieles y la del trato despiadado de los colonos para con ellos.
No van a faltar momentos que te dejan quieto en el sitio, aguantando la respiración por la sorpresa, a veces porque no te esperas que tal personaje muera y otras porque descripciones de algunas muertes son suficientemente explícitas como para detenerte en seco. Incluso el final, que no me cuadra mucho en cuanto a desarrollo temporal y alcance de la nube, es otro fogonazo de inquietud para el lector.
No van a faltar momentos que te dejan quieto en el sitio, aguantando la respiración por la sorpresa, a veces porque no te esperas que tal personaje muera y otras porque descripciones de algunas muertes son suficientemente explícitas como para detenerte en seco. Incluso el final, que no me cuadra mucho en cuanto a desarrollo temporal y alcance de la nube, es otro fogonazo de inquietud para el lector.
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