Recientemente, he cumplido un año en Facebook. Es mi segunda temporada en esta red social. La anterior fue borrada junto con mi vieja cuenta, tras un repaso a notas y fotos, de modo que algún material rescaté para la actual. Curiosamente, se cumplen dos años, en el mismo mes de junio, de mi segunda temporada en la red social de microblogueo, Twitter. Parece que el verano se ha confabulado para atraer mis intereses y aportaciones.
De todas maneras, mi regreso a Facebook fue por cuestiones de trabajo desde casa. Durante unos meses fui redactor de cierto medio virtual, donde escalé hasta el puesto 26 de los redactores españoles en las últimas semanas de estancia. Básicamente, se trataba de seguir la actualidad en diferentes campos. Elegías uno o varios y escribías noticias del día. A la redacción se unía la búsqueda de imágenes libres de derechos y enlaces a noticias similares de la misma página.
Una vez aceptada la noticia debías preparar un vídeo ilustrativo. Cuando le pillabas el ritmo era relativamente fácil disponer de una y hasta tres noticias por día, pero el proceso de recepción de la confirmación de la redacción y la posibilidad de preparar el vídeo era siempre un riesgo. No me meto en muchos detalles, pero diré que enviar un escrito, con sus imágenes y sus enlaces no era el problema. La cosa se ponía tensa cuando esperabas y tenías un tiempo determinado para poder hacer el vídeo de tu noticia. Si no estabas alerta a la aprobación, podías perder la opción de confeccionar el vídeo... y ganar un dinero.
Efectivamente, cobraba... una miseria, pero para diesel daba... de cuando en cuando. El caso es que fueron cambiando las condiciones, pasamos por momentos buenos de aportes diarios, de cobros un tanto reseñables y, finalmente, del deceso, si no anunciado, sí previsto.
En mis últimas semanas, valoré la opción que ofrecían de enviar las propias noticias a una red social, conseguir lectores y poder cobrar algo más. Baste decir que tardé en decidirme y, cuando lo hice, resultó que publicaba en mi muro de Facebook, pero no recibía apenas visitas. Como pasa ahora y pasó ya antes: o la gente no reaccionaba a mis publicaciones o se quedaban en el titular, sin llegar a leer el cuerpo redactado. Una decepción que dio paso a mi marcha del medio y a seguir activo en la red.
Hoy en día tampoco ha cambiado mucho la cosa: escasos 'Likes', escasísimos comentarios, pero bastante material publicado. Especialmente, estoy contento con mis álbumes de fotos de san Xoán de Louredo, las películas y las lecturas. Si no os sirven a los lectores me sirven a mí de recordatorio. El álbum de Louredo tiene su actividad, gracias a los que conocen el pueblo. Y el de películas conoce buenos tiempos cuando comparto en grupos especializados, cosa que no siempre hago.
Tampoco conoce las mieles del éxito mis aportes acerca del Apolo 11. Aprovechando la efemérides del 50 aniversario de la llegada del hombre a la Luna, decidí descubrir algunas fotos y documentos curiosos. Muchos los he descubierto y me han asombrado, pues no sabía de ellos antes, a pesar de haber visto muchos documentales, tanto oficiales como conspiranoicos. La fecha ha pasado, pero seguiré poniendo alguna que otra novedad, aunque solo sea por compartir un archivo poco conocido a nivel popular.
Entre la apertura de mi cuenta de Twitter actual y la de Facebook, surgió la idea y uso de Instagram. Más que nada, fue la evolución desde Twitter hacia un nuevo estilo: foto y posibilidad de texto más largo. No llegué a abandonar Twitter, pero la he relegado en uso. Y tiene su aquel de respuesta por parte de los seguidores. Si por reacciones se entiende, me quedaba con Instagram y cerraba las demás. El problema es que quiero atender a grupos que solo existen en Facebook y mantener un buen número de fotos en álbumes. Al final, tengo las tres cuentas activas, siendo Facebook la primera en uso, luego Instagram y, de modo residual, Twitter.
La segunda me permite una opción muy interesante, que es el poder publicar y compartir en otras redes, así que, más de una vez, publico foto y texto en Instagram y lo comparto en Facebook. Luego hay publicaciones que son únicas en cualquiera de las tres. Depende, porque ninguna es monotemática (cuestión que me estoy planteando). Una de las cosas por las que las mantengo es por poder conservar material en dos o las tres, pudiendo asegurarme una cierta supervivencia virtual. Vamos, ya sería mala leche que palmen los servidores de las tres al mismo tiempo, ¿no? De todas, siempre con vistas. Como dice el amigo Ignacio B. C.: lo digital es maravilloso para compartir y llegar lejos, pero para preservar nada como la película fotográfica. A tanto no he llegado.
El mismo blog que ahora lees ha pasado por sus buenas épocas de publicaciones, siendo hoy una sombra de lo que fue durante un tiempo. No voy a desarrollar la historia, pero ¿sabías que es el tercero que tengo? Al menos, en una cuenta rápida. Los otros han desaparecido: o porque no me dejaron ingresar en él (desaparecería su espacio en el servidor) o porque lo borré, cuando blgspot no era de Google. He realizado limpieza de etiquetas, aunque debería seguir esa labor, y he actualizado algunas entradas. Poco más.
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