Soy de los que prestan y aceptan libros, revistas y demás material tocable y transportable en la mano. Sí, me muevo en el cambiante y peligroso mundo del intercambio y la confianza, consciente de la responsabilidad al aceptar una obra que no has comprado y siempre temeroso de que la joyita que has dejado no regrese a tu estantería.
El caso es que el buen amigo Alberto "claustroman" me está inundando con su amplia colección Z. Un mundo desastrado y post catastrófico en forma de varios libros y algún cómic que ha hecho mis delicias en pasadas jornadas. Así me he comido "Apocalipsis Z", "Los caminantes" y "Apocalipsis Island", entre otros. Hoy le hinqué el diente a "Zombis A. C.", publicado en Dolmen. Un tomo de 96 páginas que contiene una historia en cómic, una versión de esa historia en palabras y un par de entrevistas con los autores, además de algunas ilustraciones y bosquejos, a mayores. Completito, pues, y digerible.
La cosa tiene curvas, las de una ramera de Cortona, precisamente. Y es que ella tiene el secreto de la inmortalidad y comparte tal don con un legionario, la noche anterior a la batalla del lago Trasimeno. En tal batalla, los romanos reciben otro mazazo del cartaginés Aníbal. Y el amigo Zomerio Viriato queda en un curioso estado consciente de no-muerto. Me he sorprendido gratamente de la creativa respuesta que se da a la pregunta de por qué no ha muerto cuando debería estarlo. Porque, como bien indica el título, estamos ante una historia de zombis, un relato que pretende reflejar al primer zombi y dar una explicación de su existencia. De paso, nos cuentan una de romanos y nos divertimos un poco.
La acción del cómic es la historia del dicho Zomerio, enclavada en la época republicana de Roma, en las II Guerras Púnicas. La de Zomerio y su unidad legionaria de zombis... zombis afines a Roma y sus intereses, zombis que comen carne pero que conviven felizmente con sus compañeros de batalla, zombis que acaban convertidos en un símbolo de resistencia y fortaleza.
Luego viene el relato. Una manera de contar lo mismo o casi. Aquí partimos de una inocente visita escolar a un museo y a la labia del guía, que encandila a los peques, relatándoles la historia de Zomerio a partir de la contemplación de toda una serie de bustos. Claro, el tiempo ha pasado y, si en la historia gráfica teníamos la versión desde la perspectiva del protagonista, aquí tenemos una variante, a varios siglos vista, con lo que eso conlleva de (des)conocimiento y aparición de varias versiones del mismo hecho.
Lectura ágil, la historia contada de dos formas distintas que se complementan y no cansan, material adicional... Pues sí, vale la pena conocer el origen de los zombis de la mano de Rincón y Colorado. En una época de boom Z sienta bien la creatividad y lo diferente, manteniendo la identidad.
Y para quien quiera un poquito más... Lea.
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