viernes, 4 de marzo de 2016

"Braindead".

Por fin, tras muchos años sabiendo de ella, me la he calzado. Una gozada, un orgasmo rojizo de sangre y risas que me embarga, una orgía de las de muy padre y señor mío que creo no repetiré en una temporada. Y es que la peli se las traía y no ha defraudado. Braindead o, como se conoció por aquí, Tu madre se ha comido a mi perro. Parece que es la tercera peli de un director que llama la atención que la hiciera, sabiendo que luego se dedicó nada más y nada menos que al Señor de los anillos. Pero sí, Peter Jackson en olor de gracia y otros fluidos más pringosos, saltó como salta la sangre en la escena final al público con esta joya de la que he leído que dijo que haría otra vez gore si alguien superaba el de este filme. Era el año 1992 y Peter no ha vuelto por sus fueros.


Yo no recuerdo otro más cuajadito de sangre y fluidos varios, ni con escenas tan desternillantes como las sucedidas en la casa del protagonista. Ya solo con las referidas al cortador de césped y la explosión de la madre zombi mutada te llevas el pringue del siglo. Claro, esto lo mismo te produce asquete que risa. Personalmente, dejé la peli a medio ver por lo revulsivo para retomarla al día siguiente con un humor de la leche y unas risas que anegaron la repulsa anterior. Yo no sé cómo han podido tacharla de terror... bueno, al principio sí lo entendí pero en la segunda intentona me fue imposible. Los extremos del horror y el humor vuelven a tocarse.


Madre: Oh, Dios. Mira cómo está la casa. Hay que limpiar las ventanas. Y, fíjate, hay un centímetro de polvo.

Y nos hacen pensar, que es muy fácil tachar estas obras como de mera evasión. Porque, ¿por qué tiene usted que sacar de la isla de King Kon un simio feúcho sobre el que pesan horribles maldiciones? Lo de la isla es porque Jackson volvería a ella años más tarde a rodar la del primo de Zumosol del simio rata de Sumatra de esta. ¿Por qué nos emperramos en cuidar a los zombis que nos tocan por parte de familia cuando sabemos que lo mejor es darle el descanso de la segunda muerte? Que el mal es poderoso y puede que no nos libre de él ni el cura karateka de esta entrega. Anda, anda, que llevo ya unas cuantas que sale cada uno... suelen ser pastores o clérigos de variada condición pero es que me salen más curiosos ellos: los punkis de Jesucristo Matavampiros, el ciego catastrofista de Están vivos, el venerador de extraterrestres de Demonwarp y el karateka de Braindead.


Pero, empezando por el inicio, tenemos que viajar a una isla para escapar de los nativos. Estos persiguen a un malvado occidental que, en aras de la ciencia, decide llevarse un ser para su estudio. ¿Que las leyendas locales dicen que el bicho es de la peor calaña y ha de llevar la maldición donde vaya? Pues nada, se le responde con palabras de ciencia y así se acalla la superstición. Y uno se pregunta quién puede tener la razón cuando la cencia solo tiene unos 500 años de existencia y la superstición se pierde en la noche de los tiempos. El tío se lo lleva y se lo lleva. Y si pillan a quien le ayudó que se fastidie. Pero, claro, mal vamos cuando quien recibe el ataque del ser de la caja es él y quienes le rodean deciden ayudarle a que no coja una infección. Para eso, el método que empleó Arturo con el caballero oscuro en la versión montipythoniana es el mejor: cortar por lo sano.

Cuidador zoo: Dice la leyenda que unas enormes ratas llegaron allí en los barcos de esclavos y violaron a todos los monos pequeños. ¿Sabéis? Los nativos los usan en rituales de magia negra.

Lionel: ¿De verdad?

- Sí, no me preguntéis cómo. Tal vez chupen la sangre a las vírgenes.

 
La vida sigue igual y en la civilización neocelandesa el amor llama a la puerta de Lupita, chica sufrida donde las haya, que ha de aguantar la soberana estultez de quien parece que le toca como novio, a decir de las cartas de la abuela. Lionel es un adulto sobreprotegido por su madre que la quiere para ella solo, solo y solo. Y mira que es buen chaval que cumple con sus labores de casa y como hijo modelo, pero en el campo afectivo su madre será portón infranqueable. Ja, el día que le sigue y descubre que filtrea con la Lupita, chica de la clase trabajadora... Es el día en que el ser de la isla se nos aparece, como mono de zoo, en su jaulita.

Bicho feo y con mala baba donde los haya, salta al brazo de la madre vigilante y le endiña un mordisco que ha de pagar con su propia vida, al encontrarse con que la madre es más bicho que él. La señora tira pa casa con el hijo y la mordida. Si aquel no le da más disgustos, esta se los va a poner en bandeja de plata. Y es que con la mordida, la madre se transforma en un, cada vez más horrendo, zombi.



Paquita: Lionel, debes escucharme. Fuerzas ocultas se ciernen sobre ti. ¡Mi abuela las ha visto!


Es Lionel buen chico y hasta después de su muerte cuida a la madre. Ni el entierro la separa de él. Y es proverbial el momento en que este irrumpe en el servicio religioso con el cadáver de su madre en brazos. Justo en el momento en que el predicador habla de la resurrección de los muertos. ¿Se levantará la vieja? No. Pero no por la muerte, sino por el potente tranquilizante que el veterinario ha vendido a Lionel. Momento breve, pero enjundioso, cuando se rasga la manga del señor y aparece bajo su inmaculada bata una esvástica nazi. Por una vez, los hijos del nacionalsocialista Reich son una ayuda al bien común. El bote que le vende será necesario para rellenar una y otra aguja de tranquilizante para su madre y los zombis que están por venir. Una inyección del líquido via nasoencefálica y a descansar un poco, mami.


¿Que en qué queda el romance con Lupita? En el intento sobrehumano de la sonriente chica por conseguir el corazón de Lionel, metafóricamente hablando. Así irá y volverá a la casa de este y lo encarará para saber por qué la evita. Cuando descubre el petate se da cuenta que las cartas de la abuela tenían razón y que el amor ha venido rodeado de muerte. Magnífica la escena de la habitación chorreante y la señora mayor con un rabo perruno en la boca mientras el hijo tira y tira y la escandalizada joven descubre que su perro ha sido el plato fuerte de la suegra... bueno, "no todo".

Paquita: ¡¿Tu madre se ha comido a mi perro?!

Lionel: No todo...

La madre, como buen zombi, está muerta de aquella manera y morderá y matará a otros. Con tanto barullo de muertos vivos, el cementerio se vuelve un lugar ruidoso que molesta al buen clérigo. Preocupado por el descanso de los difuntos, que por algo moran en el cementerio, "lugar de los que duermen", sale a ver qué pasa y descubre la acción del maligno en aquellos seres de preternatural asco. Es cuando salta y se deshace de todos en nombre del Señor, aplicando golpes karatekas y desmembramientos que lo mismo hacen saltar brazos que a nosotros del asiento. Lástima que el poder del mal es tal que le acaba afectando.


Paquita: Disculpe, padre, estoy buscando a Lionel.

Sacerdote: No le he visto. Y si no viene inmediatamente, su madre será puesta en manos del Señor sin su presencia.


Lástima que el poder de la gilipollez sea mayor y lleve a Lionel a tener a los zombis en su casa. Y lástima que con la muerte y entierro de la madre aparezca el familiar especulador y mamoncete a poner la guinda al pastel. Así, no sé cómo puede vivirse. Ya, claro, poniendo tranquilizante veterinario en la comida de los muertitos (expresión que usaban mucho el trío de damas del misterio del Grupo Hepta hace unas cuantas entrevistas).


Sacerdote: En Nombre de Dios, ¿qué está pasando aquí?

Es cosa del diablo. 
Apártate, muchacho, esto requiere una intervención divina. Iaaaaaaaaaaaaaaaaaah.

Ah, una de las aportaciones interesantes de la película es que los contaminados estos tienen impulsos sexuales, además de los homicidas. Así, en un arranque de morbosidad, el predicador y la enfermera zombis fornican, vestidos eso sí, dando a luz a un bebé maligno y risueño. ¡Madre del amor hermoso, cuándo no se le ocurre al julai de Lionel sacarlo al parque! Pues, curiosamente, dicen de la escena del parque que fue grabada como complemento, porque quedaba presupuesto y acabó en la peli, siendo una de las tronchantes. En general, cuando aparece el bebé te puedes esperar muchas risas. Como para morirse, oiga.


Lionel: No están exactamente muertos. Solo... como podridos.
En fin, que la casa acaba siendo sepultura de los zombis gracias a la sensatez y ayuda de Paquita. Lionel piensa acabar con todos mediante una inyección de veneno. Y cuando la calma podría llegar, el que aparece es el tío aprovechado que quiere hacerse con la casa. Monta una fiesta y los zombis irrumpen en ella con sus capacidades multiplicadas. ¿Cómo fue posible? Por no haber mirado la etiqueta. Que sí, que la cámara nos mostró que era veneno... veneno para los humanos, pero es que del otro lado estaba la etiqueta delantera diciendo que era un estimulador animal. Así que los bichos salen fortalecidos y saltando de su sepultura iluminada, rollo héroes. La fiesta acaba en bacanal de sangre y desmembración. Lionel, por una vez y para no ser menos, inflige destrucción y nueva muerte a su paso, armado con una cortacésped, moviéndose en círculo o contra los que le vengan de frente. Escena sangrienta donde las haya, con cubos de sangre y vísceras volantes.

Hale, ya está. Ya está montada la fiesta padre. Y vienen todos. Porque faltaba la madre, mutada en un ser horroroso de ver, poderoso y capaz de perseguir a los supervivientes hasta el mismo tejado de la casa. ¿Qué pretende? Lo que en vida: controlar a su hijo y que este nunca se aparte de ella. ¿La mejor manera? Asumiéndolo en su hinchado abdomen. Lionel, que está en racha, rompe con el abdomen y su madre, pringándose aún más de lo que ya estaba. El final está cerca y es digno de recuerdo, rememorando el hundimiento de la casa Usher. 

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