Año 1968, al frente de un equipo donde no faltaban sus amigos que ya le ayudaran en otras parecidas, el director y creador del monstruo Godzilla, Ishiro Honda, en Japón.
Unas líneas que nos ponen en la honda de esta maravilla futurista que mostró a la mayor colección de monstruos en película de la época (algún comentarista dice que hasta el 2004 no se superaría tal cantidad), con más de diez bichos pululando en escena. Y, ojo, que algunos solo salen un rato, saliendo de no se sabe bien qué hueco de cierta isla. Es uno de los detalles divertidos de esta película que según avanza nos pone algún bicho más, aunque apenas cuente para la trama. Godzilla es el referente pero aparecerá con otros que no le andan a la zaga en capacidad de destrucción.
Pues sí, destrucción, como no podía ser de otra manera. Aunque la forma en que comienza y se desarrolla tal destrucción tiene su aquel. Porque los monstruos, de los que cierta voz en off nos dice que son prehistóricos, viven en una isla, Monster Land, en las islas Ogasawara (que existen en la realidad y donde se libró la batalla de Iwo Jima), controlados por un comité científico de las Naciones Unidas. La isla está preparada para evitar el escape de los distintos kaiju o monstruos, ya sea con gas o con ondas. Veremos en la película estos sistemas activados y al kaiju correspondiente dar la vuelta por donde vino.
- Es algo realmente extraño. Parece que funciona con pila atómica. Sí puedo asegurar que se trata de un ingenioso transmisor. Pero lo que no comprendo es que se lo pusieran dentro del cuerpo.
Aunque al principio se nos presenten algunos kaiju, tranquilo, habrá más a lo largo del filme, apareciendo cuando menos te lo esperas. Viven en la isla tranquilitos, controlados por los humanos. Así que no parece que vayan a montar una gorda. Hasta parecen llevarse bien y todo o quizás sea que el terreno es tan amplio que no entran en contacto siempre y se evitan feroces luchas por el territorio. Según el narrador, cada uno vive según sus instintos y comen lo que desean.
Estamos en el 2000 y los viajes a la Luna son algo común. Una edad dorada donde la investigación tecnocientífica parece haber dotado a la humanidad de una calma donde respirar y ampliar las miras inquisidoras del corazón humano, nunca satisfecho con las certezas cotidianas. Una Tierra en la que una raza de extraterrestres de algún perdido lugar entre Marte y Júpiter ha puesto sus ojos. Y, curiosamente, con su ciencia pretenden reconstruirnos. La raza puede asumir la forma humana, en concreto como mujeres japonesas enfundadas en brillantes trajes, aunque veremos pronto que no es la única forma. Y su táctica conlleva la destrucción para la subsiguiente reconstrucción. ¿Cómo hacerlo sin llamar mucho la atención? Removiendo las barreras tecnológicas de la isla de los monstruos y dejarlos libres, campando a sus anchas. También, mediante la infiltración entre las élites científicas, asumiendo el papel de humanos que los ayudan.
- En el campanario de una iglesia en España.
Luego no enteramos que los extraterrestres, los kilaakianos, controlan a los monstruos con una pieza insertada en sus cuerpos. Y su control conlleva el ataque a varias grandes ciudades: un monstruo por ciudad. Por ejemplo, Godzilla ataca Nueva York. Tokyo, curiosamente, no resulta afectada, lo que pone en aviso a las autoridades a la hora de buscar un lugar que funciones a los extraterrestres como guarida. Pero lo que semejaba una oportunidad se revuelve en desastre al llegar al punto de que los kaiju son enviados a destruir Tokyo. Y no uno sino, al menos, cuatro.
Esta raza tan avanzada científicamente ha colocado una serie de aparatos de control en distintos lugares, desde una montaña hasta un coco, pasando por un campanario español. Los japoneses irán descubriendo todo esto y oponiendo resistencia, tanto al poder destructivo de los monstruos como a la aparente superioridad kilaakiana. Un combate que no se restringe a la Tierra sino que conlleva un ataque a la base de la Luna, rastreando los puestos avanzados extraterrestres y neutralizándolos.
- Señor, los daños son enormes.
- Sí, Tokyo está en ruinas, atacado por cuatro monstruos.
Es curioso cómo en la película los periodistas son convocados permanentemente por los científicos del comité, dando amplias informaciones de lo que está pasando y de las medidas tomadas. Parece lo contrario de lo que suele suceder, que nos lleva por los caminos de las conspiraciones y las decisiones no comunicadas al gran público. Aquí no, estamos puestos al día desde el mismo centro de mando y con las voces de las autoridades pertinentes.
Al final, los monstruos son reconducidos a la isla y se tranquilizan... para no poder descansar mucho al recibir la visita de un monstruo de tres cabezas, un monstruo del espacio al que costará kaiju y ayuda para derrotar. De curiosa participación, resalto la aparición del hijo de Godzila, con un único y certero disparo circular que acierta en una de las cabezas activas del extraterrestre. El peque se subirá al cadáver del vencido pero la alegría poco dura. Un nuevo monstruo aparece en el cielo, un monstruo de fuego que amenaza ser todavía más poderoso que los anteriores. El ataque de Godzilla no lo detiene. Así que el famoso kaiju cambia de táctica y de objetivo.
- Entonces, ¿han fracasado? ¿Estamos... estamos condenados?
Tras la destrucción de la base científica de la isla, queda a la vista una sección de la base secreta extraterrestre. Godzilla la ataca y destruye. El dragón de fuego descubre, entonces, su identidad: es un platillo volante. Es de la misma raza, que para algo se vio ya antes uno en la Luna. Y una vez que mantiene la forma de platillo es cuestión de lanzarle un misil congelador y santas Pascuas. Humanidad salvada y rostros nipones de felicidad saludando felizmente a Godzilla y su hijo. Curioso caso de amor-temor respecto a los monstruos.
La calma regresa a Monster Land. Y uno se queda contento por no ver los hilos que manejan las marionetas y diversos objetos, pero con la sonrisa al ver que la nave produce humo, incluso en vuelo espacial.
Todavía puede visionarse aquí.
Todavía puede visionarse aquí.
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