Sigamos con los ochenta a vueltas, aunque sea en la ficción, que es donde nos sitúa Víctor Conde en su novela magnífica, publicada en la editorial Dolmen. He tenido un par de ratos en estas tardes y lo he leído de un tirón, agradeciendo un estilo ágil que va combinando parajes y personajes distintos que acabarán encontrándose en un final que se me antoja demasiado breve, sin dejar por eso de ser emocionante y trepidante.
Pero es que la novela te lleva más allá de ella, dando ganas de saber más sobre la documentación que manejó el escritor a la hora de plasmar su idea. Y la misma temática no es de las que están de moda. Esto hace, al menos para mí, más interesante su lectura. Unas 299 páginas de novela donde veremos el devenir de un universitario, Vincenzo, al que le encantan los rituales mágicos y se ríe despectivamente de los rituales cotidianos, convertidos en rutina. Siendo estudiante de cine más se nos antoja de antropología y esoterismo. Su postura dentro de la universidad es de prepotencia ante lo que considera, él y otros (llegando a citarse a Jim Morrison), una falta de miras y creatividad dentro de la institución. Los profesores no se preocupan de las nuevas corrientes dentro del séptimo arte y los alumnos más parecen querer hacer carrera que asombrar con sus trabajos.
El camino que se abre ante Vincenzo es el del reinicio en otro lado. Como un iniciado, ha de recorrer sendas cara lo desconocido, abriendo así su mente y su vida a nuevos encuentros que respondan a sus anhelos. Y vaya si no se producen. Porque acabará conociendo a su ídolo: la doctora Corah Westerdhal. Y con este encuentro vienen las revelaciones. Sabremos que el estudiante sabe mucho pero no cree necesariamente en lo sabido. Descubrimos que la doctora no lo es solo por la investigación sino por la práctica también. La magia se va haciendo más y más palpable en la historia y es una magia que existe en todos lados pero no siempre usada ni comprendida. Sus mismo límites ni los sospechan los adeptos. Solo así podemos entender las dudas de la doctora y sus compañeras a la hora de realizar ciertos sacrificios expiatorios. Y no te esperes la típica lucha del bien y del mal, aquí tenemos lucha entre poderes mayores que los humanos y mucha mucha oscuridad en torno.
La manera de ir enlazando investigaciones, historia, regiones, estilos de vida, me ha encantado. Te vas haciendo partícipe de un mosaico de historias y gentes que te tocan, aunque solo aparezcan unas líneas, como los de la comuna apocalíptica. Los personajes se van descubriendo con el paso de las páginas, tampoco es que se desnuden ante el lector pero sí ofrecen un poquito más de su identidad conforme se acerca el enfrentamiento final. El que más claro tendremos desde el inicio será el del protagonista, Vincenzo... y el de su amigo travesti, sí. Algunos personajes no serán más complejos, como la doctora y su grupito de amigas, o los niños del pueblo, en su loco seguimiento del infante Canaán. Y los datos de sus relaciones, sobre todo familiares, supondrán unas líneas jugosas, aunque breves. Tampoco es que haga falta decir mucho más, ya que estamos ante una novela ágil en su sucesión de acciones, pero el contenido nos suena a profundo y denso. Se soluciona con varios diálogos y reflexiones, siempre contenidas y subyugantes, sin ocupar muchas páginas, equilibrando acción y exposición de la temática mágica.
La cosa es que a la población a donde llega el universitario le pesa la historia de una familia que aún perdura en el terruño. Para más inri, se sabe que un cambio catastrófico dará inicio allí, en una determinada fecha. Serán unos instantes en que dimensiones que discurren sin apenas tocarse lleguen a interactuar, dando lugar a futuros cambios. El resultado dependerá de quien lleve la voz cantante. De si actúan más rápido las brujas o los adoradores de la Sombra... sin olvidarnos del espíritu terrorífico del Lisiado. Quien dé el golpe definitivo en torno a medianoche hará presente en el mundo una determianda fuerza y eso impactará en el futuro de la humanidad.
No le hagas caso a toda la introducción que supone la lectura de la contraportada porque no existe un rabino en la historia sino un predicador cristiano que se las verá y deseará entre sus debates y el enfrentamiento final con un oscuro mundo espiritual. También asistiremos a la reducción del cristianismo a una opción mágica y un refrito actual y joven de ritos anteriores. También el símbolo de la cruz parece depender más de la fortaleza de quien lo porta que su materialidad. Veremos vencer la magia sin la posibilidad de otra opción que deshaga el mal reinante como podría ser la fe. Y el Antiguo Testamento queda como una recopilación de tradiciones anteriores adaptadas al hebraísmo.
La influencia lovecraftiana la veo en varias líneas de citas y diálogos, donde resuenan las palabras arcanas e impronunciables de los rituales que claman por el despertar de los Primigenios, amén de ese ambiente de antigüedad pagana e inmemorial que rodea el hablar sobre la magia y los poderes superiores. Quizás, a mayores, en la figura contrahecha del Lisiado, aunque esto es más una posibilidad que veo más que un convencimiento. La influencia de su ser español la veo en la cita del gallifante, mascota de aquel programa de nuestra infancia que no sé si conoció un reflejo o una inspiración en el extranjero (Juego de niños).
La novela me ha puesto en tesitura metafísica, me ha encantado por su agilidad y facilidad de lectura, sin tener que renunciar a un estilo que transmite saberes, y me ha animado a releer lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el primer mandamiento.
Gracias, Víctor, por tu arte y versatilidad; gracias, Alberto, por prestarme tan buen material de lectura.
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