Año 1932, el director de Drácula que convirtió a Bela Lugosi en un actor famoso, cine sonoro en blanco y negro, un circo y sus miembros deformes, conspiraciones y venganzas,... Freaks, o aquí La parada de los monstruos, tiene esto y más. El mismo Browning conocía el mundo circense al haber trabajado en uno durante su juventud. Y su carrera cinematográfica como director comienza en 1915 con varios cortos, saliendo en 1917 su ópera prima.
Un enano de circo amigo suyo, Harry Earles, le da la idea para una película. La base se encuentra en el relato de Tod Robbins, Spurs. Una curiosidad es que años antes ya había trabajado con Harry y ya había usado otro relato del mismo autor. Entonces, fueron dos trabajos distintos, ahora sería cuando la tríada se uniese. El guion se trabajó entre cuatro personas. Harry, junto a su hermana y compañera de circo, trabaja como protagonista y, poco a poco se unen otras personas con sus respectivas deformidades. Bien avisa la intro que no se volverá a grabar algo parecido. Casi ni sale a la luz el proyecto, ante las malas miradas de inversores de MGM. Luego, casi no vuelve a verse debido a las malas críticas de especialistas y público. Menos mal que en los primeros 60 se recupera para un festival de cine y se levanta la prohibición en algunos países para su proyección.
Película etiquetada de terror en más de un sitio pero que me sabe más a drama. Los deformes personajes de la historia no repelen, a no ser por su misma deformidad, sino que atraen, al mostrarles en su vida cotidiana, al hacernos ver que sus limitaciones no han doblado sus corazones al mal. Incluso, en su vida de reclusión circense, se les ve en muchos momentos felices. El circo es su familia, aunque no se lleven todos bien. La misma compañía cobija a personas deformes y "normales". En principio, la convivencia trae fraternidad, aunque se nos advierte que los "monstruos" viven atentos unos a otros, protegiéndose, amparados en una ley no escrita pero sí conocida, que reza: ofende a uno y ofendes a todos. Son conscientes que su constitución física se escapa de los cánones de la normalidad y provoca rechazo. En una memorable y pasajera escena, dos amigos se encuentran con ellos y mientras uno les considera abominaciones que hay que matar al nacer, el otro les habla (más bien a la cuidadora que les vigila y ampara) y reconoce su humanidad, deseándoles un buen rato de ocio.
El inicio del filme acude a la teratología, una disciplina científica que estudia animales mutantes, monstruosos, que no siguen el patrón de la especie a la que pertenecen, y habla de las deformidades humanas, errores de nacimiento que pronto se dejarán de ver. Y considera que las imágenes que pronto los espectadores veremos no volverán a repetirse. No se grabará una película igual y los humanos que así nacen serán eliminados. Casi, casi la realidad. El mismo título popularizó una palabra que denomina a los monstruos humanos y que la misma película nos pone funcionando en dos corrientes contrapuestas. Es el insulto que la trapecista Cleopatra dedica a los deformes que la aceptan en su fraternidad y es la certeza que pronuncia el enano Hans contra los que conspiran para matarle y sacar así provecho crematístico. Posteriormente, la evolución semántica y costumbrista ha conocido caminos distintos. Aquí equivale a monstruos, tanto física como moralmente.
La película es un gran flash back. Comienza con la presentación de una feria de horrores y la contemplación de un ejemplar femenino que antaño fue bello. La historia de cómo llegó a ser lo que ven los curiosos es lo fuerte de Freaks. Ah, con el detalle de que nosotros no veremos lo que ven las personas en aquel momento. Nosotros asistimos a la historia de un circo con sus miembros y sus vidas tras bambalinas. Alguna escena de sus actuaciones nos muestran sus proezas pero lo que ocupa casi todo el metraje es el retrato de sus vida fuera de la pista. Solo al final empatamos con la historia inicial y sabremos qué ven las personas que han pagado por entrar a la feria de curiosidades. Tengamos un detalle presente: ese final, con la monstruosidad femenina, es el único momento de efecto especial, la única deformidad maquillada. El resto son reales. Y ese final impactante fue luego complementado con otro final, mostrando el arrepentimiento de un par de personajes y el inicio de redención para el enano Hans, promotor de la captura pero no del ensañamiento de la mujer.
La vida en el carromato, de pueblo en pueblo, es dura y el director de la cinta lo sabe. No solo salen las penalidades sino, más bien, nos mueve la cámara entre las viviendas móviles de los circenses y sus interiores. Conocemos la vida de los miembros de un circo que no se reduce a las actuaciones. Así, asistimos a la ruptura de una pareja, a la formación de otra, a la construcción de nuevos shows humorísticos, a los cuchicheos y rumores, y al despliegue de un mundo no tan distinto del cotidiano nuestro. Vemos a la gente trabajar y relajarse, en un vaivén que nos transporta por caminos a nuevos destinos o nos lleva de una a otra cocina, pasando por la pista del circo y sus actuaciones. También, a escenas sencillas y bellas del momento de ocio en el campo o a la sorprendente y cotidiana de encender un cigarro con una cerilla sin usar otros músculos que los de la boca.
Tres parejas van asumiendo un protagonismo cada vez mayor. Todas en transformación, consolidación y hasta destrucción. Son las formadas por Phroso y Venus, Hans y Frieda, Cleopatra y Hércules. La cosa no es matemática ya que vemos que Venus deja por imposible a Hércules que se arrima a Cleopatra que rompe la pareja Hans-Frieda para colgarse de Hans por su dinero, mientras Venus pasa cada vez más tiempo con Phroso, quedando libre Frieda. Ah, obviando la divertida historia de las siamesas, hermanas unidas en parte por la espalda que se casan con dos hombres distintos. Impagables los momentos en que salen, creando situaciones que compaginan drama y mucho humor. Sacando sus historias, que son más lineales y bonitas, las otras son parejas que se unen y desunen por intereses y circunstancias varias.
El pequeño Hans admira hasta la devoción a Cleopatra, aunque esta se divierte a su costa, aceptando tranquilamente sus regalos. Él es feliz viéndola sonreír, cosa que llevará a su prometida Frieda a abandonarle por las buenas. Cleopatra tiene como amante al forzudo Hércules. Enterada de la herencia millonaria de Hans, decide casarse con él pero sin renunciar a Hércules. Con él conspira para envenenar a su esposo y quedar como única heredera de la fortuna. Solo la triste Frieda ve el petate y advierte a Hans. La pareja Venus-Phroso es más una bonita historia de encuentro y amistad, dando un aire limpio y refrescante a la historia.
El plan va por buen puerto. No veremos la ceremonia pero sí el banquete donde está parte de la troupe. Hans está feliz, Cleopatra borracha y el ambiente es de fiesta... menos para la pobre Frieda, allí presente. Curiosa disposición, Frieda lejos de quien fue su prometido y Hércules a un lado de su amante. Un doble suceso desencadena el inicio del desastre. Por un lado, amparada en la borrachera, Cleopatra besa en la boca a Hércules, por otro, los deformes del circo deciden admitir como una de ellos a la bella trapecista recién casada. Llenan un gran copa que van bebiendo mientras cantan un estribillo que se convierte en un mantra
Película etiquetada de terror en más de un sitio pero que me sabe más a drama. Los deformes personajes de la historia no repelen, a no ser por su misma deformidad, sino que atraen, al mostrarles en su vida cotidiana, al hacernos ver que sus limitaciones no han doblado sus corazones al mal. Incluso, en su vida de reclusión circense, se les ve en muchos momentos felices. El circo es su familia, aunque no se lleven todos bien. La misma compañía cobija a personas deformes y "normales". En principio, la convivencia trae fraternidad, aunque se nos advierte que los "monstruos" viven atentos unos a otros, protegiéndose, amparados en una ley no escrita pero sí conocida, que reza: ofende a uno y ofendes a todos. Son conscientes que su constitución física se escapa de los cánones de la normalidad y provoca rechazo. En una memorable y pasajera escena, dos amigos se encuentran con ellos y mientras uno les considera abominaciones que hay que matar al nacer, el otro les habla (más bien a la cuidadora que les vigila y ampara) y reconoce su humanidad, deseándoles un buen rato de ocio.
El inicio del filme acude a la teratología, una disciplina científica que estudia animales mutantes, monstruosos, que no siguen el patrón de la especie a la que pertenecen, y habla de las deformidades humanas, errores de nacimiento que pronto se dejarán de ver. Y considera que las imágenes que pronto los espectadores veremos no volverán a repetirse. No se grabará una película igual y los humanos que así nacen serán eliminados. Casi, casi la realidad. El mismo título popularizó una palabra que denomina a los monstruos humanos y que la misma película nos pone funcionando en dos corrientes contrapuestas. Es el insulto que la trapecista Cleopatra dedica a los deformes que la aceptan en su fraternidad y es la certeza que pronuncia el enano Hans contra los que conspiran para matarle y sacar así provecho crematístico. Posteriormente, la evolución semántica y costumbrista ha conocido caminos distintos. Aquí equivale a monstruos, tanto física como moralmente.
La película es un gran flash back. Comienza con la presentación de una feria de horrores y la contemplación de un ejemplar femenino que antaño fue bello. La historia de cómo llegó a ser lo que ven los curiosos es lo fuerte de Freaks. Ah, con el detalle de que nosotros no veremos lo que ven las personas en aquel momento. Nosotros asistimos a la historia de un circo con sus miembros y sus vidas tras bambalinas. Alguna escena de sus actuaciones nos muestran sus proezas pero lo que ocupa casi todo el metraje es el retrato de sus vida fuera de la pista. Solo al final empatamos con la historia inicial y sabremos qué ven las personas que han pagado por entrar a la feria de curiosidades. Tengamos un detalle presente: ese final, con la monstruosidad femenina, es el único momento de efecto especial, la única deformidad maquillada. El resto son reales. Y ese final impactante fue luego complementado con otro final, mostrando el arrepentimiento de un par de personajes y el inicio de redención para el enano Hans, promotor de la captura pero no del ensañamiento de la mujer.
La vida en el carromato, de pueblo en pueblo, es dura y el director de la cinta lo sabe. No solo salen las penalidades sino, más bien, nos mueve la cámara entre las viviendas móviles de los circenses y sus interiores. Conocemos la vida de los miembros de un circo que no se reduce a las actuaciones. Así, asistimos a la ruptura de una pareja, a la formación de otra, a la construcción de nuevos shows humorísticos, a los cuchicheos y rumores, y al despliegue de un mundo no tan distinto del cotidiano nuestro. Vemos a la gente trabajar y relajarse, en un vaivén que nos transporta por caminos a nuevos destinos o nos lleva de una a otra cocina, pasando por la pista del circo y sus actuaciones. También, a escenas sencillas y bellas del momento de ocio en el campo o a la sorprendente y cotidiana de encender un cigarro con una cerilla sin usar otros músculos que los de la boca.
Tres parejas van asumiendo un protagonismo cada vez mayor. Todas en transformación, consolidación y hasta destrucción. Son las formadas por Phroso y Venus, Hans y Frieda, Cleopatra y Hércules. La cosa no es matemática ya que vemos que Venus deja por imposible a Hércules que se arrima a Cleopatra que rompe la pareja Hans-Frieda para colgarse de Hans por su dinero, mientras Venus pasa cada vez más tiempo con Phroso, quedando libre Frieda. Ah, obviando la divertida historia de las siamesas, hermanas unidas en parte por la espalda que se casan con dos hombres distintos. Impagables los momentos en que salen, creando situaciones que compaginan drama y mucho humor. Sacando sus historias, que son más lineales y bonitas, las otras son parejas que se unen y desunen por intereses y circunstancias varias.
El pequeño Hans admira hasta la devoción a Cleopatra, aunque esta se divierte a su costa, aceptando tranquilamente sus regalos. Él es feliz viéndola sonreír, cosa que llevará a su prometida Frieda a abandonarle por las buenas. Cleopatra tiene como amante al forzudo Hércules. Enterada de la herencia millonaria de Hans, decide casarse con él pero sin renunciar a Hércules. Con él conspira para envenenar a su esposo y quedar como única heredera de la fortuna. Solo la triste Frieda ve el petate y advierte a Hans. La pareja Venus-Phroso es más una bonita historia de encuentro y amistad, dando un aire limpio y refrescante a la historia.
El plan va por buen puerto. No veremos la ceremonia pero sí el banquete donde está parte de la troupe. Hans está feliz, Cleopatra borracha y el ambiente es de fiesta... menos para la pobre Frieda, allí presente. Curiosa disposición, Frieda lejos de quien fue su prometido y Hércules a un lado de su amante. Un doble suceso desencadena el inicio del desastre. Por un lado, amparada en la borrachera, Cleopatra besa en la boca a Hércules, por otro, los deformes del circo deciden admitir como una de ellos a la bella trapecista recién casada. Llenan un gran copa que van bebiendo mientras cantan un estribillo que se convierte en un mantra
One of us, one of us
Gooble gobble, Gooble gobble
We accept her, we accept her
One of us, one of us...
Gooble gobble, Gooble gobble
We accept her, we accept her
One of us, one of us...
Llega la "copa del amor" a la esposa aterrorizada y ella la lanza contra quienes la incluían, reconociéndola como a una más. En banquete termina en tragedia. Antes, vemos como la trapecista malvada envenena a su esposo con la bebida. Unos días y el pobre Hans morirá. Pero se impone la ley de los monstruos: ofendido uno, todos son ofendidos. Hans se recupera y lanza a sus amigos contra la pareja conspiradora. Tétricas escenas las de la persecución de los deformes armados contra Hércules y Cleopatra en medio de una oscura y lluviosa noche de tormenta.
No veremos el final de ambos pero sí regresaremos al inicio, a la feria de horrores para ver quién es la mujer que admira el público y tanta repulsa les crea. Es la otrora bella trapecista, ahora un guiñapo humano con forma de ave. La venganza freak demuestra en ella la fuerza y ensañamiento de los deformes. Sería un buen e impactante final si no le hubieran impuesto al director que lo suavizara. La cámara nos conduce a la mansión de Hans y el perdón y amor que le trae la inesperada visita de Frieda, acompañada de Venus y Phroso. Fin de la historia con un "te amo".
Hay multitud de guiños y homenajes, de los cuales yo me quedo con dos que recuerdo. Uno es la película Freaked, de 1993, que espero traer pronto a estas líneas. La otra es el episodio 20 de la segunda temporada de Expediente X, Humburg, del cual siempre me llamó la atención el ministro religioso que pasaba las hojas del misal con el pie.
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