martes, 19 de abril de 2016

La mansión de los muertos vivientes, de Jess Franco.

No es por asustar, pero nos vamos al año 1985 y a una película de Jess Franco que tampoco es nada del otro mundo, aunque tenga chicha sobrenatural. Por tener, tendrá más de natural y carnal, con minutos y minutos de actrices desnudas en un ambiente de vacaciones y líos lésbicos entre amigas. Una obra tranquilamente olvidable a la que me acerqué porque se veían unos monjes blancos encapuchados que dejaban adivinar calaveras, con un aire a los templario ciegos de Ossorio. Craso error. Aunque quizás haya encontrado en estos un aire para aquellos, dándoles a veces un aire de cámara lenta como el que tenían los del director coruñés. Pero, vamos, la sombra o una mala copia.


La idea es muy idea del "tío Jess", así que no os engañe el crédito inicial, donde dice que la peli se basa en un escrito anterior con un nombre extranjero. Nada, nada, resulta que es uno de los alias que usa. De hecho, en el vistazo rápido que le concedí, sale como D. Khunne, Jesús Franco y Jess Franco. Siempre el mismo hombre. La grabación se realiza en Gran Canaria, siendo la mayor parte de las escenas un hotel vacío, el exterior de una iglesia pequeña o capilla y el interior de una casa donde se situaría un convento maldito.

La historia es sencilla y tiene su aquel sobrenatural que se pierde aquí por la falta de efectos y maquillaje. Eso y que la mayor parte del tiempo asistimos a las vacaciones en desnudo integral de las cuatro protagonistas. Son cuatro camareras que trabajan en top less y que contrataron en Munich un viaje a España. Su idea de vacaciones es pasarlo bien, agenciarse algún chaval para no dormir solas o liarse entre ellas. Con lo que no contaban es con que el hotel donde están parece abandonado y solitario, que el poblado donde paran no lleva más ruidos que el del viento (aunque en algún plano veremos surfistas y a algún empleado en los tejados) y que han ido a dar a las cercanías de un convento donde perviven unos monjes malditos, de "hábito blanco y almas negras".

La fiesta la traen ellas con su algarabía y risas. Se sorprenden de encontrar la puerta del hotel franca y nadie en recepción. Un poco más tarde, por fin, veremos que aparece un planchado joven que dice ser el director y un locuelo maduro que se presenta como el jardinero. Estos dos son los únicos habitantes del lugar y lo mismo los ves que no. El director hace de conserje y hasta vemos que en una delirante escena ejerce de jefe de excursiones... y de gerente. Las chicas llegan junto a él porque creen haber visto el cadáver de una de ellas en la piscina. Se encuentran con el mozo y este, tranquilo después de escuchar que pueden tener un cadáver en el hotel, simplemente les indica la recepción mientras, lacónico, se presenta como el de la sección de excursiones. Las supervivientes van a la barra indicada y aparece de nuevo él pero ya como gerente preocupado por el asunto.

Bien, además de ver la desolación del lugar tendrán que estar separadas: dos habitaciones de dos camas cada una, situadas en las puntas del hotel. Esto conlleva la elección de parejas a golpe de jugar a los chinos. Y cada una para un lado, teniendo el mismo desarrollo: llegar a la habitación, abrazar a la compañera y alegrarse porque no les tocó estar con algunas de las otras. Y al tema: fornicio con un desarrollo lésbico forzado y nada convincente. Desnudos a cascoporro desde este instante.

Bajan a la playa y lo único con que se topan es con un señor escondido que dice ser el jardinero. A este le volvemos luego a ver espiándolas o metido tras unas flores. Un personaje descalabrado del que no volveremos a saber más. El otro hombre es el gerente-director que aparece y desaparece, recomendando a una chica que se meta en su habitación, que el hotel está en silencio o revelando más tarde que él es de otro tiempo. Antes de esto, descubrimos que tiene atada a una mujer a la que tortura y con la que mantiene relaciones. Eso ha creado una conducta en ella de amor-odio, en forma de unos cambios de ideas y sentimientos radicales. Está allí como objeto de amor-lujuria-pesar ya que él la domina, la posee, pero, al tiempo, la despecia porque le atrae y eso es sucio. Un nuevo detalle antes de que nos quiten la venda de los ojos y sepamos qué pasa.

Antes habrá que aguantar escenas inacabables como la de la chica que se marcha a sacar fotos y no elige mejor conjunto que ropa cortita de tela y zapatos de tacón, subiendo por paisajes de montaña y caminos difíciles. Planos de todo su cuerpo, sobre todo piernas, que se repiten y agotan. Luego se complementan con el lugar donde llega, su cruz oscura y la piedra grabada con el nombre santísimo de la Virgen y una fecha, coronados ambos con una crucecita negra. Así, podremos saber de la existencia de unos monjes de hábito blanco que violan a pecadoras y las ofrecen a Satán. Sexo y asesinato, pretendiendo hacerlo de modo que no gocen con ello, mientras adoran al príncipe de las tinieblas. 


Tampoco me alargo más porque es que no hay mucho de donde sacar. Las chicas van muriendo, queda una, descubre a la atada en cama, habla con el extraño gerente y por fin vemos la luz: él es un monje maldito por una extranjera a la que metieron en la hoguera por bruja. Desde entonces, toda la congregación pena en la abandonada zona y solo podrán salir de este limbo oscuro y satánico si descubren el amor verdadero y puro. Él reconoce en la superviviente la reencarnación de aquella mujer y, aunque dice que lo vio nada más verla, en ningún momento da un paso cara su salvación. Ahora que ella sospecha su verdadera naturaleza monacal y de siglos pasados, la conduce al convento, donde se transforma en otro monje más con la cara desfigurada por el tiempo y un maquillaje cutre.


Ante las palabras del prior de condenarla, este monje la pide en matrimonio como salvación para todos. ¿Solución? Violarla en masa y que el monje la tome como esposa, descubriendo el amor puro que ella le concede. Salen juntos hasta la oscura cruz de la entrada y allí cae él al suelo, engruñándose como un feto y desapareciendo como Obi Wan, dejando no más que el hábito blanco y a la asustada recién violada esposa. Los monjes malditos, repitiendo la escena del inicio de la peli, salen de su cautiverio y se les supone en marcha al descanso eterno.

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