domingo, 10 de enero de 2016

"El conde Drácula" de Jesús Franco.

El Franco al que me refiero fue cierto personaje que puso sus memorias por escrito allá por 2004 y las tituló Memorias del tío Jess. Con esta presentación ya solo te puedes esperar buena cosa, aunque subterránea. En esas Memorias dejó para la posteridad dicho que "Mi cine se estrenaba en los grandes circuitos de exhibición, y fantásticos actores como Jack Palance, Herbert Lom, Leo Genn o Klaus Kinski colaboraban con su enorme talento en ellas, sin el menor reparo moral. Hasta el pudibundo Christopher Lee o las oscarizadas Mercedes McCambridge y María Shell, François Brion o Stephane Audran trabajaron bajo mi dirección." En este filme aparecen Kinski y Lee como personajes paradigmáticos. Y no podía ser menos, al encarnar a Renfield y Drácula, respectivamente.

Esta tarde gris y lluviosa ha sido perfecta para esta revisión del mito. El del vampiro que popularizó Bram Stoker, bajo cuya sombra quiere ampararse esta obra, avisando que es fiel trasunto del original, aunque no te lo creas porque no lo es tanto. Solamente, si quieres un dato inicial, la relación Drácula-Renfield aquí es inexistente, a no ser esa sensibilidad psíquica del enfermo para detectar al monstruo.

Como en la novela, sí habrá que viajar. Nada menos que a Transilvania, en los lejanos Cárpatos. Todo con tal de cerrar un enjundioso trato con un noble de rancia abolengo pero cuyo apellido ha venido a menos. Desea un cambio de aires en una apartada casa, lejos de su región natal. Es un señor mayor, de pelo cano y con bigote, tal como escribiera Stoker. Pronunciar su nombre supone un silencio de los pueblerinos o una sorpresa desagradable para los viajeros naturales de la región. De ahí las advertencias al joven Harker que, feliz, va al encuentro del anciano para llevarle las escrituras y los planos de la nueva propiedad. 
 
 
(J. Harker): Tal vez le conozca: el conde Drácula.
(Mirada de sorpresa y desencaje mandibular de su interlocutor)
J. H. - ¿He dicho algo malo?
- Malo... Pida la protección divina. Porque si de verdad piensa ver al conde Drácula la va a necesitar. Y pronto.


  Sus jefes desean que regrese pronto y él así lo dice pero el conde tiene otros planes para él y le encierra en su castillo. Un castillo al que se llega tras un viaje por bosques donde caza el lobo, aunque en el filme no veamos más que unos mansos pastores alemanes. Y un castillo que custodia cuatro tumbas que son las camas de día para Drácula y tres hermosas mozas. Harker podrá huir de él tras tirarse por una ventana y escapar a través del bosque.

 

(Drácula): Bienvenido a mi casa.
J. H. - ¿El conde Drácula?
D. - Sí, yo soy. Por favor, entre. Estaba esperándole.
 

El ambiente tiene cierta atmósfera onírica. Hay telarañas en todas partes, ya las puertas ya los candelabros, sin faltar en la habitación del invitado. Un cuarto que dispone de espejo y en el cual no se refleja el conde, ante la sorpresa muda del viajero.

Mudo, mudo está también el enfermo Renfield, recluido en una habitación acolchada del sanatorio particular del doctor Van Helsing, en Budapest. Allí trabaja el también doctor Seward y trata con cariño al enfermo. Presenciará este doctor el despertar de Harker, visiblemente trastornado por su experiencia transilvana. Y con motivo de su obligada permanencia aparecerán también su esposa, Mina, y una amiga, Lucy. Para completar la escena tendremos a un criado, que resulta ser el mismo director de la película, Jesús Franco. Posteriormente, llegará Drácula y el prometido de Mina, Quincey. Con el reparto principal ya concentrado en el sanatorio, la acción regresa y la actuación vampírica aumentará. Porque Drácula sigue a su presa y se encuentra con un nicho de oportunidades mayor. Harker se irá recuperando de su huida y la mordida del conde. Lucy será su siguiente víctima y el motivo de alarma en Helsing. 

  (Lucy a la niña del parque): Ven conmigo. Ven conmigo.
  

Queda claro al estudioso de la magia negra, cosa que recalca en al menos tres ocasiones durante la película, que se enfrentan a Drácula, un vampiro al que nunca vio pero del que mucho sabe. Por desgracia, Lucy muere, se le sepulta y habrá que ir a re-matarla cuando la muerte de una niña levanta la liebre acerca de su nueva condición de no-muerta. Lucy, cuando humana, era manejada por el conde a distancia. De forma impreceptible es atraída hasta la oscuridad de un claustro que me ha recordado al de san Francisco, en Ourense, en algún momento. Allí es mordida y su grito llega a Mina que corre hacia el ruido. Solo para descubrir que un hombre sorprendido y enfadado la mira y que deja atrás su sombre, que se desvanece en un abrir y cerrar de ojos, confundiendo a la recién llegada.

No se dice mucho acerca del vampiro y algunos detalles no quedarán al descubierto hasta la recuperación de Harker. Este, como sucede en las escenas en que el héroe se encuentra medio repuesto, se levanta de cama, conoce la existencia de Renfield por sus gritos y acaba en el despacho de Van Helsing, encontrando al doctor en medio de un discurso, reunido con los amigos de Lucy. Este estudioso de la magia negra, quede bien claro este punto porque él mucho lo realza, teoriza con la verdad tras las leyendas. En una frase que bien puede parafrasear al solitario de Providence, Lovecraft, medita acerca de lo poco que conocemos la realidad, de lo inconclusa que se nos muestra la verdad y del estupor ante la posibilidad de que Harker haya estado en contacto con la oscura monstruosidad de las verdades no conocidas.


(Van Helsing): Durante toda mi vida he estudiado eso que la gente llama magia negra. Por eso me trajeron aquí a Renfield y, después, a Johnathan Harker. Las montañas del norte, en Transilvania, están llenas de leyendas. Pero detrás de tanta leyenda, de tanta fantasía, hay determinados hechos por los que la verdad llega a nosotros aunque solo sea en parte. Estoy seguro de que Johnathan ha conocido parte de esa verdad.

 Otro que parece conocer esa verdad es el enfermo Renfield. Se nos cuenta su historia, que es la de un padre que perdió a su hija por una desconocida causa. Lo único que sabía era que su pequeña perdía la vida poco a poco, como desangrada, ante la impotencia paterna. El shock le lleva al sanatorio. Allí es un hombre mudo más o menos tranquilo. 


(Quincey Morris): Profesor, usted entiende mucho de magia negra. ¿No pudiera ser que también fuera usted un servidor suyo?

V. H. - No le he visto jamás y, sin embargo, le conozco mejor que mi propia alma.

La llegada del conde a una cercana vivienda le pone nervioso e, incluso, le lleva a forzar una escapada por una ventana con barrotes y caída libre. Casi se mata bajo la influencia de la mirada del conde pero es curado y devuelto a su celda. Antes de este suceso le veremos en la acolchada estancia metiendo la mano en el hueco del inodoro. Allí oculta un tesorito en forma de moscas, de la que se lleva una a la boca. Alguna historieta dice que el actor, Kinski, llegó a comerse la mosca de verdad. En esta ocasión, a diferencia que en la novela original, no tenemos un discurso acerca de la vida y la escalada que despliega Renfield para conseguir animalitos cada vez mayores. Ni tampoco llegamos a saber cómo llega Mina a la conclusión de que posee cierta conexión con el conde persecutor. El caso es que ella pide ir a ver al enfermo para sonsacarle información, con el permiso concedido por la autoridad de Van Helsing.

(Mina): Profesor. Profesor, quisiera hablar con ese hombre, Renfield. Seguramente, es el eslabón que nos falta para llegar al conde Drácula.

Mina, la bella rubia que vino desde lejos para ocuparse de su marido, es la siguiente en caer en las garras del pérfido noble. Este, interpretado por Christopher Lee, aparece cada vez más joven, con el cabello y el bigote cada vez más negros, pues con cada víctima rejuvenece. Como sabe más el diablo por viejo que por diablo, esta vez no irá en persona al sanatorio sino que atraerá a la joven ala ópera, donde podrá morderla a placer. Y su rapidez en desaparecer le librará de tener que luchar con los dos hombres que le buscan. Saciado hubo de quedar para no aprovechar la sangra fácil de una mujer que, a la salida, se le ofrece. Y hasta mala cara le pone, sin decir esta boca es mía.

 
 (Prostituta): Buenas noches, señor, ¿quiere divertirse un poco? ¿Mmm?

El conde mantiene la expresión en todo momento, casi sin cambiarla, como no fuese al principio para alabar la sangre que corre por sus venas o cuando ha de huir o entre las sombras o en medio de unas ligeras volutas de humo. Elegante siempre, sin trato con los seres humanos, siempre al acecho de la noche, apareciendo de repente en su forma humana o volando en forma de gran murciélago. Budapest no le es ciudad extraña, a tenor de las palabras del recuperado Johnathan. En su periplo por el castillo, recuerda, vio cajas y las sepulturas, identificando la del vampiro, y cuenta que viajaba con cierta regularidad a la urbe. Él no lo sabe pero vive a un paso del sanatorio. Y aunque no llegue a expresarlo verbalmente, quien sí lo sabe es el mudo Renfield que en algún momento balbucea la palabra que da la pista para seguir al conde y acabar con él. Van Helsing, tras una parálisis repentina, lucha con el conde y le pone en fuga trazando una cruz en el suelo. Mina puede, por fin, descansar, mientras los hombres, sin el doctor, salen tras el vampiro.

(Doctor Seward): ¿Qué te pasa, Renfield?

(Renfield balbuceando): Bar...na. Baaaarna.

Adelantando al señor de las tinieblas, los esforzados hombres llegan al castillo y matan a las tres jóvenes mujeres que duermen en sus cercanas sepulturas. A un paso de ellas está la de Drácula que ahora queda inservible al ser santificada por la presencia de la cruz y los rezos de Harker. Él y Morris montan guardia para crear confusión y poner el desbandada a la gente que porta el féretro del vampiro. 
 

M. - ¿Hay alguna noticia?
V. H. - Aún no.
M. - Dígame, profesor. Si Drácula se va ahora pero sin mí, ¿qué podemos temer?
V. H. - Mina, hija mía, mientras el conde viva el tiempo y el espacio no significan nada. Sólo podemos rezar.


Arrojan grandes piedras desde lo alto de la muralla y alcanzan la caja de madera donde Drácula descansa y se protege de los rayos solares. Su muerte es por el fuego. Con tal purificación, la cara de Drácula se degrada en una escena que nos la muestra avenjentándose hasta casi lo cadavérico.


Película estrenada en 1970, con producción española, alemana e italiana, que volvía a colocar a Lee como Drácula, en un año en el que se estrenan al menos otras dos películas con el mismo papel: El poder de la sangre de Drácula y Las cicatrices de Drácula. Dos años antes trabajara en Drácula vuelve de la tumba y, dos años más tarde, lo hará en Drácula AD 1972.

Una de las protagonistas femeninas, Lucy, es interpretada por Soledad Miranda, actriz sevillana que comenzaría una serie de películas con Franco, antes del accidente de coche en Portugal que truncaría su vida. Esta fue la segunda vez que trabajó con él pero en la primera ocasión su papel no tiene importancia. Pronto sería una de las musas dentro del género. Se le dedicó una calle, hoy existente aún, en Sevilla.

Uno de los escenarios en que se grabó fue el castillo de santa Bárbara, en Alicante. Respecto de las localizaciones que suele usar, Franco respondió en una entrevista de 2009: "Lo de Alicante es porque me gusta. Es una tierra muy bonita con muy buen clima. Tanto ésta como Málaga, son lugares clave en mis películas porque hacen que el buen clima transforme a la gente y sea mucho más amable, además tengo muchos amigos ahí y me gusta mucho el arroz abanda." En los fotogramas finales aparece como fondo de los créditos.

Respecto de Quincey, el actor Jack Taylor, aunque no le haya dedicado muchas líneas, aparece en algunas películas ya anotadas en el blog, como Doctor Jekyll y el hombre lobo y Mil gritos tiene la noche.

Y un último apunte. Durante el rodaje, se filmó una especie de documental sobre la película llamado Vampir-Cuadecuc, un experimento filmado en blanco y negro sin banda sonora por parte de Pere Portabella, en inglés. Según la información del propio director, se estrenó en España en el no tan lejano 2008.

Tras el último apunte, un enlace.

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