martes, 15 de diciembre de 2015

"El gran amor del Conde Drácula".

Por fin, por fin, gracias a la investigaciones y el ratón ligero de Claustroman pude ver la película en la que Naschy encarna a Drácula. Sabía de la existencia de la película por fotos de reportajes sobre el madrileño pero no la había visto. Tocaba acercarse a una obra con un Conde fuerte y aguerrido y sorprenderse con lo que los guionistas (tres, con idea original de Naschy) y el director vasco Javier Aguirre filmaran. Estamos en el año 1973.

Me ha gustado. La he disfrutado. Como negativos puedo señalar algunos detalles que, particularmente, afean el conjunto pero es una buena película para mi gusto. Básicamente, tenemos una actualización del personaje de Drácula y una revisión de su corazón, del mundo interior del Conde una vez que ya ha salido a la luz, aunque solo sea de la Luna, ha visto mundo y ha sobrevivido a Van Helsing y sus colaboradores. 
 

 
 - Esta es una región en la que todo es posible. Yo puedo afirmarles que el Conde Drácula fue real. Es más, no me atrevería a negar que no exista todavía.


  Como aspectos negativos señalo al mismo personaje, que acaba mostrándose con un importante problema de doble personalidad. Y es que tenemos al doctor bajo el que esconde su verdadera identidad, que es un buen hombre y hasta se reprime ante la visión y el tacto de la sangre, y al vampiro despiadado que se pone la capa para ocultar su mordida en los cuellos masculinos. En la película se distinguen demasiado, hay un corte entre ambas personalidades. Aunque según nos acerquemos al final esa ruptura se suaviza. 

  - Mirad esto: las memorias del Profesor Van Helsing. Alguien ha estado leyéndolo recientemente. Incluso tiene la señal.

- A ver, a ver.

-(Lee): Ahora estoy seguro: Drácula ha vuelto. No logramos destruirlo en el Borgo Pass. Y su terrible poder volverá a manifestarse porque Drácula es inmortal.


 Una salida posible a estos cambios sería la influencia de la Luna, si lo queremos ver así. Pero el problema es que cada vez que se pasa a la noche, la Luna siempre está llena y podríamos presuponer que la influencia cara el mal es continua. La misma transición del día cara la noche es rapidísima en la mayor parte del largometraje: sacando un par de escenas, el día no interesa, pasa rapidísimo. Lo cual, por otro lado, es normal, porque Drácula de día no pinta nada y las chicas supervivientes tampoco es que den mucho juego ellas solitas.

Otro negativo se lo coloco a la actuación de los hombres con el Conde. Bueno, hombres por decir algo ya que, en puridad, hemos de decir vampiros ya. Los dos machos mordidos que andan por el sanatorio le ponen las cosas difíciles al príncipe de los vampiros. De hecho, uno le da una paliza y el otro lo deja noqueado un rato. Son vampiros novatos y ya le plantean problemas al gran Conde... pues vaya, como les dejes un par de siglos más lo que montan. En el ámbito femenino no hemos de temer estridencias, se sigue el modelo clásico de sumisión ante la mirada vampírica. También aquí, es curioso como sale a colación el uso de instrumentos que devienen armas para poder defenderse Drácula de sus opositores. A uno de los porteadores del principio, el actor Álvaro de Luna, Algarrobo para los de mis años, le clava un hacha. A otro ha de eliminarlo con un atizador. A una vampiresa especialmente correosa, una estaca. Parece que las fuerzas no lo son todo y los poderes quinéticos no aparecen en esta película.

 
- Ya has sido de Drácula y deberás volver a serlo para cumplir el rito que marca el renacer de su estirpe. Y tu sangre, que hasta ahora le ha estado vedada será su alimento. De esa forma quedarás unida para siempre al príncipe de las tinieblas.


Las escenas de noche, sobre todo cara el final, con las vampiresas transportando el cuerpo de la hija de las tinieblas, necesitan un repasito para que no se note tanto que es de día. Y aquí, a mayores, cabría pensar en qué piensa el conde cuando queriendo esconder el cuerpo de su hija lo que hace es tirarla al río.

Ya los créditos iniciales para gustos: consiste en la repetición constante, a cámara lenta, de la muerte del porteador que recibe un hachazo en la sesera. A mí me mataron.



Pero sacando cosillas, es una película que le disfruté y me entusiasmó por algunas novedades. El personaje en sí no lo es y menos en esa época, en que la Hammer acababa de sacar varias películas sobre Drácula, protagonizadas por Cristopher Lee. El ambiente es de contemporaneidad, enlazando algunos detalles con el Drácula de Stoker. Por ejemplo, el número de las llamadas "novias de Drácula", tres; o la compra del sanatorio donde pasa la película por parte de un inglés; el origen de una de las mujeres, Múnich (enlazando con El huésped de Drácula); el lugar geográfico de Transilvania o la cita del nombre de Van Helsing. Pero, claro, no va a ser el Drácula clásico porque, para empezar, se supone que ha sobrevivido hasta nuestra época y se dice, al leer las Memorias de Van Helsing, que no ha desaparecido de la faz de la tierra aún a pesar de su derrota en Borgo Pass.
 
 - El rito debe continuar.  El triunfo del reino de las sombras exige el sufrimiento y la tortura de un inocente. Luego, la sangre de la mujer que ama al príncipe de las tinieblas y la de la virgen que ha sido torturada se mezclarán para crear la nueva envoltura material de Rodna.


 ¿Qué Drácula nos encontramos? Un Conde tocho, fuerte, de ancha espalda, cosa en la que se fija una de las chicas que viaja. Eso sí, hay como tres momentos: uno donde le vemos actuar de espaldas, otro en que lleva sus característicos atuendos de aristrócata y más que hablar se comunica por telepatía y, un tercero, donde actúa como doctor y cazador. 

Al principio, antes de los créditos, Drácula es un veloz asesino, ya sea con sus colmillos ya con un hacha. Luego, su apariencia es la de un calmo y atento doctor que vive en medio de la nada, en un antiguo sanatorio. Sus contumbres y despensa son sobrias y dice pasar el día revisando las trampas que, como buen cazador que es, ha colocado por el bosque. Vive solo y únicamente ha dispuesto varias habitaciones y un salón para vivir. Nada desentona en su aspecto y una fina sonrisa le caracteriza. Le veremos nervioso ante las punciones sangrantes que sufre una de las mujeres, cuya causa fue una trampa de cazador. Pero nada más. En cuanto a pulsiones sexuales terminará en la alcoba de la herida pero se arrepentirá a la mañana siguiente de la relación. Sus ojos están puestos en una de sus compañeras y pronto sabremos que le interesa por dos motivos: porque se ha enamorado de ella y porque la necesita para cierto rito sangriento. Eso sí, sus costumbres cotidianas son curiosas como cazador: se le ve revisando una trampa que ha pillado un conejo. Le suelta y eleva sus ojos a la Luna, como si en el permanente plenilunio estuviese el origen de su maldición. Ya al final, le veremos enfundado en su traje y capa majestuosos, con sus joyas, en una mueca permanente de boca medio abierta, mostrando sus colmillos. Los ojos están abiertos, como en sorpresa continua. Y su globo ocular aparece blanco. En estas lides sí se muestra violento y seductor, asesino y mordedor tanto de hombres como de mujeres, aunque con el detalle de que si es hombre tiende a cubrirle con la capa y si es mujer a descubrirle los pechos. 

 
 - No es la primera vez que un vampiro ama a una de las hijas de los hombres. Te amo y no puedo obligarte a que compartas mi destino. Por tu amor renuncio a resucitar a mi hija Rodna. Por primera vez el amor de una mujer cambia el destino de Drácula. 

Suele hablar telepáticamente. La única excepción que hace, comportándose con ella de forma amable, es su enamorada. La tradición habla de la posibilidad del cambio de destino vampírico: que una mujer le ame y se entregue a él sin estar bajo los influjos del poder de Drácula. La elección queda del lado femenino. Drácula llegará a renunciar al sangriento y largo rito de resurrección de su hija por el amor de la joven Karen. Y la cosa es tan seria que se suicida al quedarse ella del lado humano. Ella le ama y llora ante su cadáver. La tradición también nos advierte que Drácula es inmortal y lo que hacemos es destruir su forma corporal, como mucho.

A nivel afectivo me llevé una gran sorpresa: en esta película, Drácula siente amor por una mujer, llora y deja de lado cualquier plan malvado con tal de que ella se una a él. Queda bien claro, porque es la conciencia que él tiene de sí mismo, que es un monstruo destinado a la soledad y la eternidad pero se produce un cambio: el amor trastoca su camino, cambia su destino, le predispone a la redención. Solo necesita ser correspondido en su amor. La verdad es que fuera de la peli del Drácula de Coppola no había visto amor en el vampiro antes.


Vamos a por la acción, que me alargo. Cinco personas salen de excursión por las míticas tierras transilvanas, atravesando el paso de Borgo y recordando al conde Drácula, descendiente de un voivoda guerrero que luchaba contra los turcos. Son un hombre y cuatro mujeres. En el grupo se ha formado ya un idilio, aunque se mantiene en secreto. Un accidente les lleva a un sanatorio que espera ser restaurado y reabierto. A él han llegado, anteriormente, un par de hombres con una pesada caja que contiene un esqueleto. En la casa vive solo un doctor, hombre al que solo ven de noche. Lo que era un fastidio, aunque supuese un alivio en medio de la accidentada excursión, se convierte en terror: el hombre y las mujeres van cayendo víctimas de vampiros. La Luna llena es una constante de las noches transilvanas que van dejando cada vez menos supervivientes, hasta que se descubre el pastel: Drácula desea la sangre de una virgen que le ame para recuperar a su difunta y esquelética hija. Pero dejará de lado su sangrante y largo ritual para preservar la vida de su amada, una de las mujeres que apareció en el sanatorio. Ella le corresponde en amor pero no está dispuesta a engrosar la fila de los no muertos y deja sumido al poderoso Conde en una pena que le hace llorar y le conduce al suicidio.

 

Encuentras la película en inglés fácil y algunas críticas interesantes también, ya dando datos y encuadrándola en la época ya haciendo chiste de la misma. Todo muy disfrutable. 

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