miércoles, 30 de diciembre de 2015

Leído "La regla número siete".

Carlos Sisí no solo escribe de zombis y cuando lo hizo no solo escribió sobre el mundillo de Los caminantes. También tuvo tiempo para relatos breves como este que ha sido puesto bajo dominio público y el mismo autor nos da el enlace para leerlo o descargarlo. Hasta nos dice que podría leerse como parte de las aventuras de los supervivientes en el resto del territorio, mientras Carranque y su gente sobrevive.

Aquí la historia empieza sin zombis, con dos hombres andando por el desierto de Almería, antes de una trifulca por escoger una gasolinera o un supermercado. El motivo es la comida y nos hace ver la superficialidad con la que podemos vivir, trayendo desgracias sin buscarlas demasiado. De hecho, uno de los supervivientes, relajado tras la discusión, reconoce que cuando actúan juntos es cuando pueden tirar adelante y zafarse de los problemas. Lo que acontece es que la paciencia tiene un límite y su joven compañero lo rebasa.

Como suele pasar cuando entras en un súper al atardecer e intentas pasar desapercibido en la oscuridad, los zombis aparecen y se desata un pequeño infierno donde, cómo no, acaban siendo el menor de los problemas. Y, ojo, que hablamos de dos supervivientes. No, si es que no hay convivencia si uno no quiere o hace algo que el otro malinterpreta.


El relato formó parte de una antología y es breve, de 27 páginas contando la portada, así que se lee pronto. Es un divertimento literario que me ocupó un ratito de espera hoy, así que se agradece pero no pasa de ser un capítulo de cualquier aventura de supervivientes tras una plaga zombi. Tiene, hay que remarcarlo, la novedad de soltarte siete reglas de supervivencia que aparecen una tras otra según la acción se desarrolla. La última llega con el acto final y las últimas líneas del relato. Y tiene que ver con la amistad, ya sea con zombis o sin ellos, constituyendo un momento de relax y humor, amén de ponernos a pensar un rato en que vivimos dos días y es mejor no meterse en algunos berenjenales.




Una nueva entrega de los préstamos claustromanianos. 

Si no te cuadra tenerle tan cerca como yo puedes descargar el relato aquí.

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