viernes, 5 de febrero de 2016

"Aquella casa al lado del cementerio", de Lucio Fulci


Dicen de ella, pero Fulci lo desmintió, que era la última de una trilogía con el tema sobrenatural y las muertes violentas de por medio. Eso y la actriz Katherine McColl como protagonista en ellas. También dicen que esta es una de las más conocidas del director romano. Así que, precedida de estos diretes y con el ánimo de Claustroman, que me pasó, vamos a darnos una vueltecita por cierta casa victoriana que dicen encantada pero que descubriremos como normal... normal pero con un habitante malvado y contranatural. Estamos en 1981, año en que la filmografía de Lucio Fulci, da los títulos de El gato negro, El Más Allá y la película que nos ocupa, dejándonos a las puertas de El destripador de Nueva York y Manhattan baby, estrenadas dos años después.

El filme empieza con ganas, con un doble asesinato en los primeros instantes. Sin perder tiempo, el director nos mete en la historia que rodea y penetra cierta casa, enclavada en un solar donde vemos lápidas. Casa al lado de un cementerio y soledad en torno. El lugar magnífico que han escogido dos tortolitos para fornicar, hallando la muerte al poco de tal carnal placer. Muertes truculentas, con el novio medio desollado y con unas tijeras atravesándole el corazón, y la novia asesinada con un cuchillo que le traspasa la cabeza, saliendo la punta por la boca.

Pero no son los únicos, la casa ha tenido otros inquilinos y va a recibir a unos nuevos. Una familia de Nueva York. El hombre de casa ha recibido el encargo de analizar las investigaciones de su mentor y amigo, el dr. Peterson, y descubir qué le llevó a descuartizar a su mujer y suicidarse luego. A mí no me queda claro, pero tampoco hay que preocuparse porque Fulci no lo deja todo explicado, pero parece que mata a su mujer en casa y él se suicida en la biblioteca del pueblo. Una conversación sobre el tema da pie al cameo del director de la cinta, apareciendo como superior del investigador, prometiéndole que irá a verle porque le gusta la zona pero incumpliendo penosamente su palabra.

- Pero, según usted, ¿por qué un hombre como él se colgó de una viga después de descuartizar a la mujer que amaba?
Norman: No lo sé, la mente humana...
- Ya. Es preciso desentrañar el misterio de ese suicidio.
 

N: Es terrible. Y extraño.
- ¿Tiene miedo?
N: Sí. ¿Quién no lo tendría?

La casa es normal, como otras que se pueden ver por la zona, a decir del dr. Norman Boyle, el que hará las investigaciones. Pero su mujer ya lo empieza a pasar mal cuando se da cuenta que ellos, en el salón de su casa en Nueva York, tenían una foto de esa casa. El marido le quita hierro al tema. Por si no fuera suficiente esta consciencia y esta sospecha, la casa se levanta en las lindes de un cementerio. ¿Quieres más leña? Pues la buscaremos en el hijo que les acompaña: mientras hacían las maletas, el peque recibe un aviso desde la foto de esta casa. Allí, una niña, en dos significativos gestos, le grita desde la instantánea que no vaya a esa casa. El niño se lo comenta a su madre que no le hace caso. Poco de fantasía infantil ha de tener cuando vemos a la nena pasearse luego por el pueblo y ver cómo delante suya un maniquí femenino, de repente, pierde la cabeza y sangra.


La casa es vieja, cruje y gime bajo el peso de los años. Pero no es una casa encantada. Lo que sí tiene es secretos. Por ejemplo, una atrancada puerta evita que los habitantes bajen al sótano. Y bajo una alfombra, además del consabido polvo, aparece un lápida sepulcral. Si nos paramos y las unimos, veremos dos lápidas con nombres y resultarán ser las del matrimonio al que pertenecía la casa hace muchos años. 

Lucy: Es esta casa lo que me da miedo.
 
Norman: Es una casa como otra cualquiera.
 
L: El aire que respiramos huele a muerte. ¿Quién te dice que no está entre estas paredes aquella chica?
 
Entre esto y las investigaciones del doctor Norman, uniremos hilos y descubriremos que el suicida Peterson investigaba, independientemente de lo que estuviese investigando oficialmente, a este matrimonio. Las certezas abren nuevas sospechas y los asesinatos reaparecen. Y lo mismo le toca a la dicharachera agente inmobiliaria que a la extraña niñera. A ambas les espera la muerte que surge del recién abierto sótano. Con marca de la casa, Fulci nos ofrece un primer plano de la agónica muerte de la agente a manos de un desconocido armado con un arma punzante: dos agujeros en el tórax y uno en el cuello la matan.

A la niñera, de cara inescrutable y andares silenciosos, no le espera algo mejor. Antes de que su cuello sea rebanado por un cuchillo que aparece en medio de las tinieblas subterráneas, le toca limpiar los restos de sangre del suelo. Momento gracioso: la niñera que limpia como si de otra cosa se tratase y la ama de casa que no se inmuta ante lo que hace ni se fija que el reguero sangriento conduce a la puerta del sótano.

Según nos acercamos al final, conoceremos las conclusiones de la investigación y tendremos a la familia en pleno en los bajos de la casa. Parece que allí se esconde el doctor Freudstein, asesino que precisa de humanos para su propia supervivencia centenaria. El hombre ya apenas tiene presencia como atl, siendo su rostro una máscara de corte insectoide y sus andares como los de un zombi. Su fuerza es sobrehumana y se arrastra en restos de cadáveres que la cámara enfoca para nuestro terror. Allí se debaten estas cuatro personas en ansias de pervivencia.

He dejado de lado la historia de los niños. Su aparición en otras películas es más que una anécdota, conviertiéndose en un detalle definitorio.

Aquí vuelven a unirse cuando el pequeño intenta salir por una hendidura en la lápida de casa, bajo la que se encuentran. La mano de la niña tira de él y lo libra de la mano, literalmente, del monstruo asesino.


Norman: Ese monstruo necesita víctimas cada vez más jovenes para regenerarse.


La peque lo conduce fuera de casa, junto a una señora que nos sonará. Y es que hemos visto su foto en la sepultura que corresponde a la difunta Freudstein. Los tres se alejan tranquilamente de la casa y sus miasmas pútridas. Final sobrenatural y pregunta que queda en el aire.

El libro de Javier Pueyo, Lucio Fulci. Autopsia de un cineasta, entre otros, nos deja estos datos acerca del largometraje:

- pertenece al subgénero de las casas encantadas,
- aunque se descubran toques de horror lovecraftiano tenemos más base en el de Henry James,
- la cita final es un invento de Fulci, 
- el final está basado en el de La residencia (1969) de Narciso Ibáñez Serrador,
- la primera fémina asesinada en la actriz Daniela Doria, "habitual víctima en los filmes del director",
- el niño volverá a aparecer en otra película de Fulci, Manhattan baby
- el título fue nominado a Mejor película en la tercera edición del Festival Fantasporto (Portugal). Finalmente, ganó el premio Scanners, de David Cronnenberg. Competía también Blade Runner, de Scott.


Como siempre hay más que saber y decir, pásate por este par de enlaces que van a ser fuente de saber, aquí y aquí.

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