Seguimos en los primeros años de los setenta, en una continuación anual de películas que narran los asesinatos y andanzas sangrientas de los templarios ciegos. No hablamos de continuaciones sino de saga y con escenarios distintos, sin necesidad de una continuación a nivel espacial o cronológica. Simplemente, la misma clase de monstruo en diversos ambientes. Las dos primeras películas ancladas a ruinas y poblaciones de interior, esta navegando por el ancho mar, a bordo de un buque fantasma. Las anteriores a pie y a caballo, aquí solo admitido el personal de dos piernas, pero siempre con esos sones calmos y plenos de coros y percusión, aderezados con gritos que nos subyugan y paralizan, siempre con esa velocidad a ralentí que no evita la muerte a las víctimas, siempre encapuchados y huesudos. En esta tercera entrega de los templarios ciegos, Amando de Ossorio nos lleva al mar y sus misterios, esta vez en forma de barco viejuno envuelto en la niebla de una dimensión paralela activa. Los templarios, con sus ataúdes de madera, navegan en una curiosa singladura que se manifiesta ante embarcaciones de escaso calado, tomando a sus tripulantes como víctimas propicias a sus deseos. Lo que les hacen no lo sabremos ni se verán restos en cubierta. Tampoco tendremos un flash back que nos muestre el inicio de este viaje por alta mar.
Si en las anteriores entregas podemos ver una crítica a instancias sociales, aquí tendremos una a las comerciales. Un desenfadado y ambicioso empresario publicista, Tucker (Jack Taylor), con ínfulas de entrar y medrar en el mundo de la política, ha enviado a dos jóvenes modelos mar adentro en una lancha. Su idea es tenerlas allí, cerca de rutas concurridas para que los barcos que las encuentren hablen de ellas y de la resistencia de su pequeña embarcación. Son el gancho para la venta de tal modelo. Para darle realismo han ido solas, sin apoyo sobre el terreno, digamos, y con el solo medio de comunicación de la radio.
Todo era secreto hasta que una modelo (interpretada por Bárbara Rey), compañera de piso de una de las embarcadas (Blanca Estrada) levanta la liebre y la raptan para que no se vaya de la lengua. El rapto degrada en violación por parte de uno de los conspiradores y se alarga su estadía con un viaje de rescate por mar, teniendo que acompañar a sus captores y a un científico que no solo estudia el mar y sus condiciones atmosféricas sino que conoce sus leyendas.
Profesor Grüber: Mi formación científica me obliga a ser riguroso y afirmarme sobre reglas sólidas y exactas. Pero he cambiado.
Tucker: ¿Por qué?
Grüber: Oh, en el mar suceden a veces cosas extrañas.
Tucker: Cómo esta del buque fantasma...
Grüber: Como esta.
Pierden el contacto con la lancha de las modelos y no tienen referencias visuales pero, al fin, dan con el paradero de las chicas, sin encontrarlas a ellas, solo el bolso de una en el buque maldito y la escalera que lanzaron para subir a la embarcación. Tal como les comunicaran, la aparición va precedida de un aumento de calor y de una niebla compacta. En el barco, todo parece calmo, con una calma de muerte, y siempre parece de noche, aunque los relojes sigan marcando la hora terrestre. Una teoría florece en tal campo de silencio y abominación marítima, la de una dimensión paralela en la que navega el barco sin ser detectado y sin dejar noticia de su paso nebuloso por el ancho mar. Se manifiesta, sí, en las ocasiones en que un barco de pequeña eslora navega cerca y lo atrae para devorarlo, literalmente. La aparición de la bitácora de a bordo les da unas pinceladas de su historia y la aparición de los templarios ciegos les pone al día de las intenciones y del fatal destino de quienes estuvieron antes que ellos.
Grüber: Este libro es el diario de navegación del capitán de este barco, que resultó ser un caballero apodado "El holandés", que regresaba de oriente con los militantes de una blasfema orden de caballería derivada de los templarios, excomulgada por el Papa y maldita por sus ceremonias satánicas.
Es curioso. En la primera película y en esta es un hombre de ciencia quien recuerda la leyenda, con datos históricos de primera mano (las actas del juicio, la bitácora del capitán), y quien advierte de su permanencia en el tiempo. No es el negacionista que desbanca una hipótesis descabellada transmitida popularmente sino que es el hombre de mente abierta que admite la posibilidad de lo preternatural a la vista de las pruebas. Los de ciudad son los que quedan como pardillos e indocumentados.
Como otro detalle curioso de unión con la primera, aquí tendremos a una chica que se atreve a pasear el barco y que encuentra un lugar donde descansar, con la radio emitiendo música, como hiciera la excursionista fugada enla abadía de Berzano. También, como aquella, esta se quedará con el pie enganchado en madera, a punto de ser atrapada por los lentos ciegos redivivos. Estos siguen vistiendo su hábito oscuro y acartonado, con el símbolo de la cruz egipcia rodeada de llamas en su pecho. Aunque aquí les veremos más la cara y los detalles cadavéricos que les identifican.
Una vez admitido el origen maldito del barco y su maldita tripulación toca sobrevivir y se decide una resistencia y un ataque, tras la baja en la compañía humana, la modelo raptada por la compañía. La resistencia consiste en la confección de una sencilla cruz a la que se le prende fuego y con la que se arredra a los esqueléticos atacantes. Escena potenciada por el valiente hombre de ciencia que pone a los guerreros a buen recaudo, bajo cubierta, haciéndolos recular hasta sus ataúdes.
Grüber: Atrás, seres diabólicos. ¡Atrás! ¡Atrás! Volved al infierno de donde habéis salido. ¡Atrás! Vade retro, Satanás.
El ataque consiste en tirar esos contenedores de muerte y magia al fondo del mar. Y queda la huida: el profesor Grüber advierte que sin la magia a bordo al buque no le queda otra cosa sino la destrucción. Los supervivientes saltan al mar para aferrarse a un madero que les lleve lo más cerca posible de la costa. Pero como el animal humano mantiene la avaricia hasta en situaciones extremas (recordemos al alcalde de la anterior entrega, en plena refriega durante las fiestas de Bouzano) hay uno que prefiere cargar con joyas robadas en el barco a echar una mano a sus compañeros. Como a los templarios, el peso de su cargamento y la desesperación de sus adláteres le arrastrarán al fondo.
Calavera y garra templaria. FKM 2015. |
Así, una pareja, el empresario y la contratista de modelos (María Perschy), llega a la playa, cayendo rendidos por el esfuerzo. A bordo del buque, el profesor (Carlos Lemos), que muere ahogado por el humo de un incendio con origen mágico. En una escena se nos muestra cierta calavera con cuernos que irradia luz roja desde sus vacías cuencas y condena a la longeva madera navegante al fuego. Según el decir de dos investigadores cinéfilos españoles que conocí en A Coruña el año pasado, Ossorio conservó esa calavera y se la regaló, junto a una de las garras de los templarios.
Ellos se mostraban sorprendidos y contentos, ya que de aquella época poco se ha conservado. De hecho, si es que es, la calavera la reciben sin los cuernos identificativos.
El final llega con un plano fijo en contrapicado de los templarios a punto de atrapar a los náufragos. Porque los guerreros han salido del mar con su parsimonia espectral, empapados, chorreando agua por las cuencas vacías de sus ojos y boca y han formado un mortal círculo que aprisiona a los dos humanos.
Filmada entre Madrid y Alicante, a pesar de la magnífica recepción internacional de las anteriores entregas, el director y guionista vuelve a encontrarse con recortes en tiempo y dinero para llevar el proyecto adelante. Usted lea, lea un poco más, que aún hay quien tiene mucho que decir y bueno.
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