La Iglesia posee su propio calendario, mezcla de lunar y solar, con sus amplias divisiones performativas. Se denomina Año Litúrgico y digo que es performativo porque ayuda a cambiar, no es el simple reconocimiento del paso del tiempo. No consiste en un medición sino en un ámbito. Este calendario transmite gracia y fuerzas para ser mejores hasta el grado de la excelencia, en cristiano, hasta la santidad. El centro y los puntos álgidos vienen marcado por la vida de Cristo, así que no tenemos las movimientos de los astros como referentes sino una Persona. La historia nos ofrece unos datos de ellas y la fe nos la descubre en su identidad total.
La Cuaresma, que comienza hoy y dura hasta el Jueves Santo, hasta la celebración de la Cena del Señor, es uno de esos tiempos en los que se divide nuestro calendario celebrativo. En él distinguimos, además del presente Tiempo, cuatro Tiempos más, grandes divisiones que manifiestan un aspecto o misterio de la vida del Salvador. Esos Tiempos son el Adviento, la Navidad, el Tiempo per annum u Ordinario, la Cuaresma y la Pascua. El más importante es la Pascua y el más largo el Ordinario.
¿Qué sentido tiene la Cuaresma en la conjunto? El de preparar la Pascua, el de ponernos a todo con la fiesta central, el de disponer los corazones y manos a una conversión, el de ofrecer la posibilidad de descargarnos la mochila de la existencia vacía y los pecados opresores y caminar más ligeros. Para ello, la Iglesia despliega el almacén de medios espirituales y físicos, que este año el Papa, en su Mensaje, resumió en dos: escucha de la Palabra y obras de misericordia. Bien concretitos, ¿eh? La Palabra se ofrece cada día en Misa, pero podemos seguirla también por algunas publicaciones que la recogen según el desarrollo litúrgico, y por la Red y algunas App. Un ratito a remojo, envolviéndose en ella, escuchando y rezando desde ella, obrando a tenor de lo escuchado. Las obras de misericordia, espirituales y corporales, que abrazan el mundo para amar con gestos concretos y abarcar todo, lo personal y lo comunitario. Obras que son amores, amor que se encarna en obras. Porque no no todo es rezar ni todo es labor social. Cuerpo y alma son uno, ¿romperemos esa unidad al obrar y rezar?
Las recomendaciones clásicas son bien sencillas: oración, ayuno, limosna. Nada del otro mundo, bien concreto y comprensible. Y holístico, al comprender desde los estratos más profundos de nuestro existir hasta las necesidades más primarias del prójimo. El arco de estas tres recomendaciones abarca todo y plenifica. Por eso no valen lo extremos del pietismo, quedándose en el rezo y cerrando los ojos ante las necesidades humanas, ni tampoco el activismo, reduciendo las obras a una ayuda que no eleva nuestra alma.
El caso es que hoy comienza este camino de cuarenta días y ahí se tienen los medios concretos de los que valernos y practicar. Que comienzan hoy como un tiempo favorable, un kairós, una oportunidad única para mejorar y transformarse. Hoy, que es el inicio, ya tiene su aquel, no reducido a la vigilia, como puede escucharse por la calle: hoy no se come carne. Pues no, vayamos un poco más allá. Al ser miércoles de ceniza hay una celebración especial que es la imposición de ceniza, un signo visible del comienzo de camino. La misa no es de precepto, ni el signo. Sí lo son las obras y disposición: ayuno y abstinencia. Es decir, el hacer una única comida fuerte en este día y no comer carne. En situaciones normales, algo que no nos cuesta tanto pero nos puede ayudar. Porque cuando dejamos algo de lado, por poco tiempo que sea, tomamos conciencia de ello. Y si hoy comemos menos, si dejamos de lado la carne y quizás algún otro deseo, podemos darnos cuenta que la vida es más que la comida, que uno agradece comer, pensamos en los que no tienen esa posibilidad, vemos la forma de ayudarles. Y lo que es un sacrificio se convierte en una alegría: yo, con mi obrita callada y personal, me uno a toda una comunidad mundial que lo hace. Yo, con lo que hoy me ahorre en un postre o un cafecito, puedo participar en algo, por pequeño que sea que ayude a otros. Yo, que tengo comida siempre a mano, hoy me privo en solidaridad con los que no la tienen. Me tomo ese minuto que me iba llevar el postre en una oración, que a lo mejor tengo a Dios olvidado.
Solo comentar que desde los catorce años obliga la abstinencia y de los 18 a 60 el ayuno. Y que los viernes de Cuaresma son días penitenciales y de abstinencia.
Solo comentar que desde los catorce años obliga la abstinencia y de los 18 a 60 el ayuno. Y que los viernes de Cuaresma son días penitenciales y de abstinencia.
Porque siempre hay más que mostrar, hoy van cuatro enlaces:
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