domingo, 14 de febrero de 2016

"El peregrino de Santiago".

Publicado por ediciones Témpora en 2003, es la obra conjunta de un padre y su hijo, Antonio Perera Sarmiento y su descendiente Miguel Ángel. La técnica usada es la de cómic, con una división de viñetas tradicional que se ven muchas veces rotas por los bocadillos de diálogos que las trascienden. Las ilustraciones van sobre fotografías que el propio dibujante tomó antes. Y la trama es la de una búsqueda. Siguiendo las indicaciones del Libro V del Códice Calixtino, un monje veterano y un novicio, ambos de la orden benedictina, salen de su convento cara santiago, en busca de su prior, hombre que dejó las paredes sagradas hace años y nunca regresó. El monje es hombre calmo y mayor, voz de la ciencia mística y la experiencia, que encuentra su complemento en el joven novicio, asombrado por ver mundo y muy confiado en las anotaciones del libro que porta, una colección de relatos y avisos sobre el camino de Santiago.
Allí puede adelantarse a las reacciones de los caminantes, saber de las conductas de quienes les recibirán en los pueblos y posadas, descubrir las leyendas y supersticiones acerca del mismo volumen que porta y que, sacando contadas ocasiones, le acompañará hasta la entrada en la catedral compostelana. Un libro que pese a la consideración de milagroso que le dan algunas gentes con las que habla el mozo, desaparece de forma indigna al final de la aventura. Yo interpreto esas viñetas como una desarraigo profundo del personaje y su llegada a la madurez. El libro, por valioso que se considere, es una guía y su propietario lo ha aprovechado y cuidado a lo largo del camino. Pero, llegado a la meta, abierto el corazón que fluye como lágrimas en los juveniles ojos, pierde su valor íntimo para convertirse en una colección de hojas no necesarias. El lector ha asumido la obra y puede perderla sin miedo.

La lectura es de una sencillez tan que puede prestarse a jóvenes y niños con buen aprovechamiento. Aunque tendremos que señalar que los adultos la podremos tomar con más profundidad y enfrentarnos a escenas como la del hallazgo del prior. Este ya no vive como monje ni su apariencia exterior es la de un cristiano. Su enigmática expresión, he encontrado un atajo a Dios, deja al novicio en estado de meditación y le pone en la tesitura de una decisión: volver al monasterio para dar noticia o seguir hasta Compostela.

No faltarán aventuras y enseñanzas, unas veces por boca del monje otras por las letras impresas del libro. Como una iniciación a la madurez, el novicio pasa de ser acompañante a convertirse en caminante, sobre todo cuando ha de salir del amparo de su mentor, que se quedará reposando sus huesos y vejez después de un tramo que le pone en la tesitura de la decisión y el empuje al cumplimiento de la misión.


Así el joven campará a sus anchas, con no pocas vicisitudes y encuentros curiosos, como los referidos a cierto franciscano andarín, con un párroco que le agasaja con rica viandas, o la supervivencia a villanos y ladrones, pasando por la compañía de un penitente y sus guardas. Emociona la llegada al monte del Gozo y su entrada en la ciudad, ya a los pies de la tumba del apóstol.

Quede este enlace como guía cara el autor y su obra.

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