miércoles, 3 de febrero de 2016

Unas impresiones acerca de cierto Drácula...

... que es el de Marvel. Un experimento precioso de los años setenta donde el vampiro valaco regresa de la tumba para meter miedo y encontrarse con héroes de la Marvel y con sus perseguidores, en una serie de aventuras cada paso más electrizantes y curiosas. Amanece en Ourense y podemos hablar de Drácula sin miedo a que nos interrumpa. El sol nos bendice con su protección lumínica.


Gracias a Claustroman pude seguirle la pista a lo largo de varios tomos publicados en castellano, donde se reunían sus andanzas, tomadas de colecciones americanas que aquí venían reseñadas y señaladas, amén de comentadas en breves editoriales y artículos al inicio y final de los tomos, formando una interesante Biblioteca de Grandes del Cómic. No las leí enteras pero tampoco me interesa ahora un estudio más o menos técnico ni en profundidad. Más bien, os comparto su existencia y os dejo unas impresiones acerca del material disfrutado.

Historias que casi siempre me acompañaron en horas de oscuridad exterior, cuando el día apuntaba o decaía, al amparo de las ventanas de casa, sin miedo a que un murciélago demasiado grande se asomase del otro lado del cristal. Con los cómics en la mano, como pasa en cierta película vampírica, estaba listo para conocer el poder del conde y descubrir sus puntos flacos. Ser vampiro es la repera, no la panacea. Y queda claro en este trabajo donde mes a mes vimos evolucionar al conde y sus aliados o perseguidores, en un juego de siglos que nunca parece rematar. Como aquellas películas donde el protagonista era Christopher Lee y siempre sabíamos que moriría al final de una para renacer, sabe Dios cómo, en la siguiente. En las historias de la Marvel, Drácula tiene mucho más protagonismo que Lee pero muere y revive continuamente.

Conste que no lo leí todo. El material era fragmentario y poco más allá llegué del tropiezo con Peter Parker y la lucha con el hombre lobo, con alguna laguna entre medias. Más que suficiente para hacerse una idea de este hombre, pues hombre nace, que, moribundo, es vampirizado por una gitana a quien se le había entregado para salvarle de las heridas de guerra. Sí, hay una base histórica con la que se le pone en el mapa. Luego, una desaforada historia de amor que termina en tragedia, al ser asesinada su mujer y él penar y penar eternamente, dedicado al mal contra la humanidad. Este recuerdo de su mujer y su pasado transilvano le acompaña y aflora en determinados momentos, alimentando la hoguera de odio y descubriendo una vena sentimental y de melancolía que no suele durar mucho.

Drácula es odio, aunque no solo. En estos cómics, sobre todo al avanzar en sus andanzas, acabamos descubriendo al soldado que mantiene unos principios, mantenidos cuando le interesa. Exhuda humanidad por momentos, capaz de enternecerse mínimamente ante el cariño o de reaccionar con saña ante una injusticia. Pero lo hace por y para sí mismo, convertido en juez y verdugo. ¿Que un padre mata a su esposa? Drácula le destroza y así se lo dice a la ciega hija que se encuentra jugando cerca. Poco le importa que la niña llore, sin padres que la cuiden. Él ha dictado y ejecutado sentencia contra el deshonroso varón.

Pero no pasa de ahí y lo reflejan sus acciones y las anotaciones de su diario. En cierto paseo nocturno es capaz de salvar a una mujer de un mal hombre solo para servirse él de ella. En ocasiones perdona la vida a sus víctimas pero más de una vez es para avisarle que un día volverá a por ella, siguiendo un plan que, después de todo lo leído, no sé cuál es, aunque suena a tener un ejército vampírico o de esclavos humanos que le encumbren. Aquí da igual raza, condición o edad. Hasta los niños le sirven. Bajo su mirada pocos se resisten, aunque alguna vez haya quien logre irse lejos de ella, saliendo de rositas. No es lo común. Me llamó la atención, a mayores, que el conde no hace ascos a la garganta varonil y en más de una ocasión deja que una bella dama huya para aprovechar la sangre de un hombre.

Drácula conoce una vida de ataques y defensas, enfrentamientos y huidas en plenos años 70, del pasado siglo. Sus persecutores están ojo avizor y le ponen en más de un aprieto. Los tiene mayores, como el hijo de Harker, y jóvenes, como cierto descendiente suyo. Algunos irán por libre como Blade, el negro cazavampiros, y otros se aliarán de forma más o menos permanente. Más de una vez le dan caza, le acosan y clavan una estaca en el corazón. De esta manera, su cuerpo regresa a la muerte natural... cosa que no suele durarle mucho porque siempre hay quien le quite la estaca del pecho.


Sí, el vampiro puede caer. Si no es bajo la estaca afilada puede hacerlo bajo la falta de sangre, debilitado, no rematado pero sí con las defensas bajas. Incluso algún veneno puede infectarle y hacérselo pasar mal, hasta tal punto de tener que necesitar una transfusión que le renueve la sangre. Una sangre que, según una viñeta, es roja en su forma humana y verduzca en su forma de murciélago. Son momentos en que su estado lamentable le pone a la altura del suelo; sigue siendo peligroso pero es vulnerable y un ataque bien dirigido y con las personas adecuadas puede dejarle K.O.

Esta capacidad suya para la metamorfosis le salva de más de una, al poder cambiar de hombre a murciélago y a neblina. Así huye más de una vez de las ballestas de Rachel Van Helsing, incansable mujer que le quiere muerto. O de los cuchillos de Blade, que le alcanzan en más de una ocasión.  O de un edificio especialmente preparado para contenerle y eliminarle.

De todas, sus capacidades vampíricas pueden verse aumentadas con la magia. De ahí que ande tras algunos amuletos antiguos que le confieren poder (cuando obtiene una sola parte de la atlántica Quimera es capaz de un fuego celeste seguido de lluvia a nivel mundial). En otras ocasiones, tratos satánicos son capaces de ponerle contra las cuerdas, como cuando se enfrenta a un mudo difunto que se levanta una y otra vez para echar de su tumba a otro difunto profanador de su sueño.

Humano, muy humano y a veces con problemas sobre su identidad, aunque acabe triunfando el mal que porta en su callado pecho. Drácula lo recuerda al inicio de mas de una historia: él es el rey de los vampiros, señor de los condenados y su ira es de temer, en vida y en muerte. A veces esta reafirmación me parecía la de un perdido que tiene que recordarse a sí mismo quién es. Porque Drácula, el solitario, no es completamente mal, queda algo de su ser humano, aunque el odio sea su última palabra y la conversión no sea una posibilidad para él. En esto de las dudas, llega a suceder que cierto predicador encuentra su cuerpo y le saca la estaca delante de la comunidad para reafirmarse ante la feligresía... cosa que acaba mal.

Entre sus persecutores están los descendientes de aquellos que creyeron acabar con él en el estrecho de Borgo, tal como lo narrara Stoker, pero hay uno que nos sonará mucho por las películas contemporáneas: Blade. Hombre de color, con amplias gafas, pelo afro, vestido de calle y con cinta cruzada sobre el pecho repleta de cuchillos de madera con los que alcanzar al vampiro, nos cuenta su historia, la historia de un niño que viene al mundo justo después de que su madre sea mordida por un falso médico, vampiro para más datos. Ante una mordida de Drácula, cuando a él le ponen una estaca en el pecho, descubre que tiene la suficiente cantidad de sangre vampirizada como para soportar un ataque así.


Vaya, cuántas cosas acaban saliendo. Y esto sin mentar sus encuentros con el hombre lobo, aquí capaz de ser manejado por una jovencita con la que sale, o su tropiezo con Peter Parker cuando ambos coinciden en un barco, camino a América. El hombre lobo es un joven atormentado por su maldición. En un momento decidirá usarla contra Drácula y la joven amante que le sigue, Topaz, le ayuda con sus capacidades mentales, conociendo un nuevo estado licantrópico: el hombre metamorfoseado mantiene sus capacidades de lobo con una mente humana.


En cuanto a nuestro arácnido y vecino más divertido, se tropieza con él, literalmente, en un barco que navega cara América, con una preciada vacuna que puede salvar a tía May y a millones de personas en la tierra de las oportunidades. 


El problema es que Drácula y una organización malvada quieren muerto al doctor (descubriréis que no es tal sino doctora) que la diseñó y Peter Parker quiere llevárselo vivo y en un vehículo más rápido. No hay lucha entre ambos, solo un tropiezo en cubierta y un intercambio de malos pensamientos.


Este Drácula sigue el canon de debilidades conocidas: agua bendita, crucifijo, ajo... Así queda casi frito cuando unos señores le recogen del suelo y lo colocan en un sacristía (casi no lo cuenta). Aunque lo veremos tambalearse, también, ante una cruz de David, también, con menor efecto pero suficiente para tenerlo quieto lejos de uno. Su fuerza es sobrehumana pero algunas personas pueden hacerle sudar en un combate cuerpo a cuerpo y un ataque dirigido entre varios ponerle al borde de la derrota. 




Un último detalle curioso. No solo se va cara el origen de Drácula, con un toque y datos históricos. Hasta se introduce alguna persona del pasado, como Otto von Bismarck. Historia y ficción de la manito del equipo de Marvel.
  



Vale la pena entrarle. Sus historias en blanco y negro, con trazos firmes, con un buen guion que es ágil y capaz de beber de muchas fuentes, incluso de una charca de inmortal sangre, da un vistazo actual a la leyenda. Lejos de modernidades edulcoradas, Drácula resurge con su estilizada forma y noble tesón para dejar claro que mete miedo, que no se juega con él y que haríamos bien en mirar por encima del hombro más de una vez en estas noches oscuras, portando en la mano un buen crucifijo que le ponga a distancia. 



Buen provecho.

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