miércoles, 17 de febrero de 2016

"El beso de la pantera".


Lo que son los detalles y las relaciones que descubrimos o que establecemos... Sin ir más lejos, hace pocas semanas vi de nuevo Malditos bastardos (2009). No sabía entonces que uno de sus temas musicales era de Bowie (voz y letra, ya que la música era originaria de Giorgio Moroder) y que se había utilizado por primera vez en 1982, para la película Cat people, con letra y voz de Bowie, al que tanto le debió de gustar que grabó su propia versión para su álbum Let´s dance de 1983. Y ayer mismo me enteraba que la cantante de Texas, en solitario, grabó su propia versión en un disco de canciones de cine allí por el 2010.


Paul: El destino nos separó de niños. Gracias, Señor, por habernos vuelto a reunir aquí este día. Amén.
 


Relaciones y detalles encontré en la película de Paul Schrader, esta Cat People que tengo con el título de El beso de la pantera, y que nos retrotrae a 1982. Detalles como la preciosa intro, bajo los sones hipnóticos del tema homónimo al título y eso tono rojizo que imbuye a personas, panteras y escenario desértico. Allí llama la atención ese árbol ancestral, donde gente con pinturas, que les dan el aspecto de un animal moteado, dejan a una chica ante una pantera. Un poco antes, cuando el título y los créditos iniciales, la pantalla se aleja muy lentamente del suelo para mostrar el viento llevándose la arena que oculta los cráneos y huesos humanos. Muerte y vida, agonía y rituales de fecundidad que nos dan una pista de lo que vendrá. Y lo que nos podría parecer un sacrificio se resuelve en familia, con la joven siendo aceptada por una negra pantera de redondos ojos que se reflejan en los humanos. Como relación, decir que la mujer que la acompaña hasta la entrada de la cueva bajo el árbol, me recordó a las procesionales oferentes de La noche de las gaviotas, de Ossorio, todas de negro y con expresión cariacontecida.


Los ojos, la mirada, será vehículo importante a lo largo de la película. Y lo es ya en estos primeros minutos, conectando la mirada de la antedicha joven con otra, la que será protagonista, Irina, interpretada por la preciosa hija de K. Kinski, Nasstasja. Esta es una viajera que visita a su hermano, al que hace años dejó de ver. Este aparece con alzacuellos, clérigo de una misión, del que pronto sospechamos que guarda un terrible secreto... y una agilidad sin igual.

Irina, sale a visitar la ciudad, Nueva Orleáns, llegando de la mano de una taxista con dos pares de gafas, al zoológico. Su atención se centra en una pantera que los cuidadores tachan de peligrosa pero a la que el veterinario jefe no desea matar. De nuevo las miradas, la conexión, la sospecha de un algo que se nos escapa. Y la abstracción contemplativa de Irina que se queda a oscuras dibujando al animal en su cuaderno. El veterinario jefe regresa a escena para ver qué le sucede, teniendo en cuenta que el zoo ha cerrado hace más de una hora. Lo que es un encontronazo y una sospechosa conducta se resuelve en un trabajo: Irina pasa a la nómina del zoo. Y descubrimos que ella, como su hermano Paul, es bien ágil también.


Irina: Los sentimientos de un animal se pueden notar.

Oliver: Uhm, ¿usted puede?


Irina: Sí, a veces nos compenetramos.


Irina encuentra la horma de su zapato en su puesto. No solo está contenta con lo que hace, sino que ha hecho una amiga y parece enamorada del veterinario. En una conversación con la ayudante de aquel, descubrimos que Irina es virgen y genuina, dando la imagen de romántica empedernida, fuerte bajo la apariencia de una jovencita frágil. Oliver, el veterinario, bebe los vientos por ella. Y sus ansias no se quedan en ella sino que le impulsan a más: a descubrir el misterio de cierta pantera que ha realizado varios asesinatos o, porque la hipótesis queda en el aire, se alimenta de carne humana al tener un dueño asesino que así la trata. Se le ha visto en el escenario de un crimen; cazada y enjaulada, arranca el brazo de un operario del zoo; sin explicación, desaparece de las rejas que la retenían; buscada por policía y veterinarios, se descubre un escondido reducto del sótano de Paul, donde hay restos óseos humanos, cadenas y rejas.


Irina: Jamás he conocido a nadie que me gustara lo bastante como para acostarme con él.
 

Paul, el hombre al que le perdimos la pista y que regresará solo para fastidiar el idilio de su hermana con una propuesta incestuosa y la historia de unos origenes donde humano y animal se han fusionado por ritos de adoración y sacrificios de infantes. Ella le cree a medias hasta que note la transformación. Volvemos a la mirada, de la que aquí solo traigo a colación la femenina de Irina. Mirada que le permite ver de noche y colorear de una forma curiosa lo que le rodea, hasta que la mirada se convierte en una especie de radar que la conduce a la presa. Exteriormente sigue siendo la preciosa jovencita del inicio pero algo en su interior se ha roto y medra como nueva personalidad.


La pantera de azabache vuelve a escena, ocupando el lugar que antes ocupaba Paul, siendo ahora ya no cazada sino abatida. Y poniendo más misterio al misterio cuando en medio de la disección, aparece en su interior lo que parece ser un cuerpo humano. Sí, un brazo aparece y con él un gas amarillento que amenaza con ahogar a Oliver. En un tris, de la pantera ni del humano, nada queda sobre la mesa. Solo una sustancia viscosa rojiza, amarillenta, aún humeante. Nada que ver con otra blancuzca y comestible que aparecía cara el inicio de la película.


Visitemos la mirada de Irina en su viaje a Richmond. Yendo en tren, al inicio de un sueño que la vence, la vemos entrar por una puerta donde el rojizo y un son conocido la reciben. Esta escena me hizo gracia porque hay un momento en que todo parece quieto y hay un señor con sombrero detrás de ella. En esto, todo se mueve y no vemos al de detrás, pero por ciertas semejanzas y por el ambiente, uno recuerda el aeropuerto del inicio, cuando la escena rojiza cambia a la mirada de Irina y un cercano negro está a su lado. Sacando la gracia de la nueva perspectiva y de los personajes, hay como un cierre respecto al principio. Allí se iniciaba una vida, donde humanos y panteras conviven en torno a cierto árbol y su ritual. Los ojos de una mujer daban lugar a los de Irina. Aquí el círculo se cierra en este viaje onírico de Irina cara el escenario desértico. Oh, sorpresa, encontrándose con su hermano que le da cuenta de su origen.


Paul: Hace mucho tiempo, nuestros antepasados sacrificaban a sus hijos a las panteras. Las almas de los niños crecían dentro de las panteras hasta que se convertían en humanos. Entonces éramos dioses. Somos una raza incestuosa. Solo podemos hacer el amor con los nuestros. Padre con hija, madre con hijo, hermano con hermana... De otra forma, nos transformamos y antes que podamos convertirnos en humanos de nuevo tenemos que matar.

La ascendencia tribal queda para los hermanos y nosotros, quizás también para Femali, la señora que cuida a Paul y le atiende. Huérfana como los hermanos, vive con él y parece conocer su secreto o parte del mismo, sin dejarle solitario sino comprendiendo lo que sucede. No lo sabrá la policía, enterados de los desequilibrios mentales de Paul, recluido en orfelinatos y psiquiátricos, con unos padres circenses y suicidas. Lo barruntará Oliver cuando ella se transforme, estando a su lado en cama, tras el sexo. Y aceptará su transformación y su último deseo: vivir como pantera, dejar de sufrir por una existencia que no considera humana.



Y ahí nos quedaremos, con la noticia de esa tribu, con un Oliver que rehace su vida con la ayudante Alice, con Paul muerto, sin panteras asesinas en las calles y con un ejemplar azabache precioso en el zoo que acepta cariñosamente de Oliver un trozo de carne y un mimo. 


Ah, y con cierta señora que al principio de los trabajos de Irina en el zoológico, se dirige a esta en francés para decirle "mi hermana". Los hipnóticos sones del tema musical y la voz de Bowie quizás nos guíen cara ella...

Además de la belleza evocadora de la canción, me ha encantado la manera en que se tratan las transformaciones de humano en bestia.
 
Siempre distintas, jugando a enfocar partes o esconder el total entre sombras, dando la presencia del animal por su gruñido y haciendo aparecer de pronto al humano. Así, tendremos la de Paul saliendo de las sombras, donde el destello de un rayo lo muestra a medio transformar y la sombra oculta su cambio, o la de Irina al lado de un dormido Oliver, o la que no vemos de Paul tras acostarse con una chica rubia que encontró en un cementerio. Tanto esta chica como Irina como Alice acaban mostrando más o menos sus encantos y solo así puede entenderse esta nota en español de los carteles: "fantasía erótica". Y queda en el aire la visión del busto de Beatriz, en una nocturna visión de piedra que quizás nos llevase a los altos del paraíso escrito por Dante.

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