Lucen hoy en varias casas ourensanas rosas benditas, recogidas en la fiesta de santa Rita dos Liñares, pequeño pueblo cercano a la carretera que une O Carballiño con Pontevedra. Es una costumbre de hace años, bendecir las rosas en Misa y recoger una por familia al salir. El sacerdote, don Eladio, recalcó la bendición de la rosa como un signo de fe, como un recordatorio visible de la invisible confianza en la intercesión de una santa que fue hija, esposa, madre, viuda y religiosa. Santa que, como recordó don José Ramón en la homilía, no dejó atrás una familia religiosa fundada, ni escritos místicos, pero cuya huella pervive hoy entre los sencillos de corazón, como luz en el caminar actual.
En la población de Os Liñares, santa Rita se celebra el último o penúltimo sábado de mayo, mes de la Virgen y las flores. El refranero advierte del tiempo, que aún puede traer lluvias y fríos, como sucedió el pasado sábado. De ahí que hasta el 40 de mayo haya de mantenerse puesto o a mano el sayo. Pues el sábado 28 hizo falta. En una mañana que no las tenía todas consigo, la gente se fue reuniendo en la capilla de la santa, para la celebración de varias Misas. Llegué al final de una y no sé si antes hubo. Lo que sí es que la anterior a la mayor terminó con el rezo de la novena de la santa. Poco después de las doce y media, se iniciaba la mayor, misa cantada y al final de la cual es costumbre salir en procesión y bendecir rosas y objetos de devoción. Este año se trastocó un tanto el orden.
Aprovechando el "buen tiempo", se procedió con la procesión antes de Misa al ver que no llovía en aquel instante. Saliendo de la capilla se va hasta casi el fondo del pueblo, donde un crucero marca el lugar de retorno cara recinto sagrado. Acompañando al respetable y las imágenes, una banda de gaitas municipal. La procesión discurrió hasta el atrio y, como suele hacerse, rodeó el templo antes de entrar por la puerta mayor. La imagen de la santa permaneció fuera mientras algunos fieles y los sacerdotes entraban. Aquí, como en otros lugares, aún se pujan las andas de la imagen. Una vez dentro, la Misa comenzó ya con calma.
El templo es una capilla amplia, en piedra granítica y cemento, de factura actual, del primer lustro de los 80. Su altar consistía en una cruz y dos imágenes de santos, amén de un lugar en piedra para la reserva del Santísimo, rematado en una imagen pétrea de Santiago matamoros. Actualmente, diversas donaciones han ido rellenando los lugares libres que quedaban. Santa Rita se refleja en dos imágenes, una pequeña restaurada hace años y que es la original, custodiada antes en la iglesia parroquial y la actual, grande, procesional, bien adornada con flores para la ocasión. Salió a la mañana rodeada de vecinos y amigos, acompañada de la imagen de la Virgen del Carmen. Cómo no, a cabeza, cruz y ciriales dignos y altos.
Al igual que hace dos años, presidió la Misa mayor el párroco de Dacón, don José Ramón, buen profesor de historia de la Iglesia, con una fiesta famosa de santa Rita también en su parroquia. Con calma fue trasladándonos por la celebración. En su homilía hizo recuerdo de la vez anterior que pisó el lugar, con la gracia de comentar que ahora, como entonces, también la Champions se jugaba entre los dos mismos equipos españoles. Desde la anécdota graciosa a la devoción. Nos compartía la sorpresa de un biógrafo de santa Rita que veía el seguimiento que produjo siempre por sus milagros, hasta el cénit de considerarla abogada de imposibles. Fue una mujer que pasó por estados de vida varios, desde el matrimonio, la maternidad, viudez y toma de hábito religioso. Pero no fundó ni escribió, quedando su ejemplo y memoria en manos del pueblo que acudía a ella en busca de milagro. La fe ha de ir más allá, llegando a la fuente de la que bebió tal mujer. Ella nos recuerda que nos jugamos la santidad en la cotidianeidad, que no es preciso ser una especie de superhéroe para imitarla. Basta la fe y la acción buena en cada momento, conscientes de la mirada amorosa de Dios y el empuje de la Virgen, los ángeles y santos. En palabras que todos pueden comprender y pronto captan, en ser normales día a día, desde la fe.
Pero conscientes de la vida y sus reveses. Como santa Rita, tocada en su frente con la espina mística del dolor durante años, representada en sus imágenes con esa gota de sangre que es la entrega por Cristo y los demás, alegre en su sufrimiento, con la mirada puesta en la cruz. Cruz que no falta en sus imágenes y nos ayuda a distinguirla. Cruz que es también símbolo en la Edad Media para una espiritualidad que veía el sufrimiento humano del Hijo de Dios encarnado.
Al finalizar la Misa se procedió a la bendición de las rosas y los objetos de piedad. Luego se animó a la gente a llevar una rosa por familia y un recuerdo en forma de imagen pequeñita de santa Rita. Todo bendecido, recordando el párroco la dignidad en el uso de rosas e imágenes. Sencillas en su envoltura y forma han de ser tratadas con veneración, tocadas cuando las cosas nos van mal y deseamos desistir, acudir a ellas visiblemente rezando desde el corazón al Dios invisible. No son amuletos, no es magia, es fe que encuentra un reflejo material. Se llevan a casa y son recordatorio y olor de santidad. Muchos ya los depositarían en lugar digno a los pocos minutos y es que la tradición manda comer en casa del pueblo con los familiares. La zona está casi despoblada pero muchos vinieron para quedarse y cumplir, abriendo casa y dándoles vida, aunque solo fuesen unas horas. Otros, con muchos recuerdos pero ya sin propiedades, recorrieron las calles de Os Liñares, hablando y recordando comunitariamente con los vecinos.
La capilla donde se celebró la novena y Misas tiene pocos años de historia. El terreno que ocupa era monte a inicios de los ochenta del pasado siglo y el terreno allanado y adecentado, junto a varias construcciones cercanas, corresponde a la idea y trabajo de don Manuel Lorenzo Lorenzo, vecino de la población que deseaba una capilla para santa Rita. No finalizaba el primer lustro de la década cuando estaba erigida. No sin dificultades, ya que siempre hay vecinos que se oponen o la Iglesia pone obstáculos a un nuevo templo que suponga una carga.
Don Manuel fue buscando las maneras, el material y la gente que le ayudó a poner en obra lo pensado. Y fue surgiendo el templo, el atrio, el palco para las bandas musicales, reformas en un lavadero y crucero cercanos (donde da la vuelta la procesión). Él feneció pero permanece su obra y aún hoy se puede reconstruir la historia gracias a testimonios de familiares y conocidos. Una memoria que no ha perdido don Eladio, el párroco, quien le tiene en alta estima.
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