miércoles, 18 de noviembre de 2015

'Mil gritos tiene la noche', dirigida por Juan Piquer Simón, 1982

La presente película es una curiosa propuesta sangrienta para un domingo por la tarde o una noche entre amigos del género. Y para disfrutar con ese inexistente equilibrio entre suspense, sangre y humor que se montó, y a veces improvisó, Juan Piquer Simón. Porque comienza con un hachazo, literalmente, que nos deja descolocados pero luego ya no hay un ritmo que nos diga si estamos ante una gore, una policial de terror, una de humor... porque de todo tiene un poco.

Si te animas, ¿qué te encontrarás? Un poco de la vida de un asesino de mujeres en serie. Un hombre que comienza por su madre, por aquello quizás de Freud, quizás por dar ejemplo comenzando en su propia casa. El caso es que la amante y sonriente madre le ve en el suelo encajando las piezas de un puzzle. Todo bien hasta ahí. Pero cuando ve que el susodicho es una mujer desnuda ya cambian las tornas.  Un par de collejas y una bronca que acaban en matricidio, descuartizamiento y a segir jugando infantilmente. Estamos en Boston, 1942.


Cuarenta años separan las escenas pero vemos que el chico mantiene las formas y haceres: puzzle (el mismo) y muertes femeninas. Y es que ya su madre le veía el mal camino:

- Qué porquería. Empiezas bien. Como tu padre. ¡¡Tetas!! Eso era lo único que le preocupaba.

  Un salto de 40 años nos deja en el mismo Boston y resulta que el asesino no vuelve al lugar del crimen, ¡sino que ya no se mueve de él! Y conserva los ensangrentados zapatos de su madre, su vestido y su puzzle porno. Todo un coleccionista que amplía sus existencias con trozos de cadáveres de mujeres, abasteciéndose entre las estudiantes, sobre todo.

El modus operandi suele ser ruidoso pero no por ello menos efectivo: una motosierra, casi siempre; las menos, un cuchillo. La zona de carnicería, la Universidad. Y ya da igual que sea al aire libre o en la piscina, de noche o de día, si hasta llega a atacar en un ascensor... ¡con la motosierra! Amarilla, para más datos. Y con una identificable indumentaria: sombrero calado hasta los ojos, cara cubierta, gabardina oscura y guantes. Aunque hay un par de chicas que lo reconocen tranquilamente.

La pareja policial que le persigue es de lo más. Un par de veteranos policías, sargento y teniente, que parecen ser más que compañeros, que se animan a meter en la investigación como colaborador a un sospechoso, que salen de cualquier embrollo con una sonrisita que parece decir más de lo que dice. Eso sí, investigadores y rastreantes de archivo y de la calle. Dos tipos duros que llegan a tener a todos los sospechosos delante, una noche de tormenta, y como si nada.




No van a llamar la atención por sus escenas de persecución, tiroteos y acción. Decididos a encontrar al asesino, sin saber por donde tirar, no solo meten tranquilamente a un estudiante del que nada saben como colaborador y protector de una agente. Esta es una infiltrada, formando parte del profesorado como la encargada de las clases de tenis. Es también la rubia sufridora de un ataque nocturno por parte de Bruce Le. Sí, sí, así se llamaba el actor que hace de profesor de Kung-Fu. Pues ambos serán profesores pero se nota que no han coincidido en la sala común ni para un cafecito de media mañana. La escena es una de mis preferidas, tan innecesaria como incomprensible, pero tronchante. La infiltrada investiga de noche, Le hace footing y, sin más, le lanza una patada y la ataca, acabando con ella en el suelo y sin su pistola. Cuando parece que la rematará, ella levanta el pie y le acierta en las partes nobles, dejándole a él en el suelo. A continuación, sigue un diálogo y una salida del profe que te deja patidifuso. Tanto fue así que ni en los créditos aparece.

 
- Luego me atacó y ahí lo tienes.
- Si es mi profesor de Kung-Fu. ¿Qué está haciendo aquí?
- Pues estaba haciendo footing y, de pronto, me atacaron. Pero veo que no ha sido nada. Buenas noches.


 
La ola de asesinatos seguirá, el clímax se acerca y todo corre a desvelarse cuando la rubia infiltrada en el profesorado es drogada. Al tiempo, en medio de los papeles del caso, el estudiante colaborador y uno de los policías descubren al asesino. Y todo transcurre rápido en la casa del hombre malo que mata mujeres (que están) buenas, resolviéndose en un final feliz... ah, no, no te fíes que luego retuercen la escena final y la cosa puede que acabe feliz para la Universidad, pero para uno de sus alumnos la cosa va a terminar mal. Y gritando.


- Randall, quiero que hagas una investigación completa de todo el personal... En profundidad. Emplea a todo el departamento si es preciso.

- Muy bien, teniente.


- Sabía que te gustaría.



De gritos iremos sobrados y no todos serán femeninos. Le pasa lo mismo que a los desnudos. Por una vez, tenemos un desnudo integral masculino. Bueno, un paso cara la igualdad en esto del destape, ¿verdad? Pero, al final, nada sabremos ni del padre de este niño matricida ni de cierta chica del principio que se estampa contra un espejo de esos, típicos, de las viñetas o de películas que muestran a dos hombres cargando un gran espejo o un gran cristal. Lo sacan del camión cara el lugar definitivo y ya sabes que no llega entero.



 - ¿Estás bien, muchacho?
- Sí... sí. 
- Has tenido suerte. 
- Ya lo creo.
 


Hay bastantes datos por ahí y he leídos varios blogs donde la destripan bien. Al final, me quedo con dos que te darán bastantes detalles técnicos, notas mil sobre la peli y sus personajes y curiosidades sin cuento. Y como ya lo han contado aquí y aquí, aquí me quedo.


 

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