domingo, 8 de noviembre de 2015

Huyendo de "La ciudad de los muertos".

Terminar una novela de trama oscura a plena luz de mediodía me hunde en una sensación extraña donde el mundo imaginado y el percibido parecen pegarse un rato, mientras no tomo conciencia de dónde estoy. Es lo que tiene la inmersión en los mundos imaginados de los escritos y los fulgurantes de la pantalla grande. Si a eso le añadimos que he dejado pasar un rato y puedo disfrutar de un ardiente atardecer nublado como este de aquí abajo, entonces, gozada completa e imaginación recurrente.



Pero yendo al tajo, sin haber leído la novela anterior de este autor, Brian Keene, con esta La ciudad de los muertos, me he enterado de todo perfectamente y he disfrutado de las peripecias de un grupo de supervivientes a la masacre zombi

Por lo leído, en la anterior, El alzamiento, comenzaron las aventuras de varias personas por sobrevivir a la invasión zombi. En este libro, un grupo de supervivientes lleva  a cabo su misión y se integra en una gran comunidad, recluida en un gran edificio de Nueva York. Aquí toca pararse, conocer a otras personas, disfrutar de un momento de descanso y de la promesa de invulnerabilidad de la construcción. Pero los zombis vienen y no dejan de llegar con más y más armamento. Ah, ¿que no lo dije? Pues sí, los zombis saben manejar vehículos y armas.

Este fue un detalle novedoso que me animó a leer hasta el final. Entre manos tenía una nueva aventura zombi, que tan de moda siguen, pero al aparecer un elemento de novedad, me atrajo. Buena elección para dejarme, Claustroman. Los zombis de Keene son antiguos espíritus que desean venir a la Tierra a poseer todo ser vivo, arrasar el mundo a fuego y saltar a otros planetas, oscureciendo la creación. Quieren apagar esa luz de vida que Dios nos concedió. Y para ello, capitaneados por un espíritu llamado Ob, poseen los cuerpos de los muertos, de cualquier especie perteneciente a mamíferos, peces, reptiles y aves. La idea es destruir todo ápice de vida y dejar campo abierto a dos nuevas invasiones que se ocuparán de otras especies y de la consumación final.

Los supervivientes, como siempre, se ven amenazados por los invasores exteriores y por el miedo a los compañeros, que pueden morir e introducir un ser malvado en la tranquila comunidad; o, incluso, tomar el poder y levantar allí un sistema dictatorial que rompa la paz que se vive. Como un clásico, aparece el tema de las reservas energéticas y de alimentos, amén de la necesidad de salir y plantar cara al enemigo.

Keene, como tantos otros autores del género, conduce a una situación límite donde los zombis entran donde nadie pensó que entrarían y eso conlleva una movilización y una respuesta contundente por parte humana. La salida de algunos combatientes es otro clásico en las escapadas de humanos de zombis.

No faltan el poderoso, un final agridulce, los zombis imposibles de contener, las historias de esforzados que mueven cielo y tierra o son capaces de atravesar cinco estados por un ser querido, las pérdidas y los reencuentros.

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