La pasada Feria del libro antiguo y de oportunidad que se pasó por Ourense dejó varios títulos en las manos de Claustroman y mías, algunas joyitas. Y a veces no es lo que cueta o lo valorado que es algo sino el aprecio que le concedes y las ganas de tenerlo. De tenerlo, hablar de él y compartirlo. Reconozco que una de las acciones más peliagudas en las relaciones humanas es la de prestar un libro. Menos mal que tengo las suerte de un par de buenos amigos con los que compadrear de este modo de forma segura. Uno de ellos, el principal, es don Alberto, Claustroman, ourensano enamorado del claustro de san Francisco de nuestra ciudad e investigador infatigable que le ha dado a mi vidilla casera un calor especial, con tantos enlaces y tanto material referido a la cultura y al cine de terror. Es un placer poder tenerle cerca y poder compartir con él, aunque es él quien se lleva la palma en cuanto a material ofrecido.
Pues en tal feria, tras pasearla y revisarla, tras aguantar los calores debidos a la época y a la situación geoestratégica en la que estaba colocada (que tampoco era la mejor), encontró el amigo un par de cómics que he podido leer estos días. Son dos obras que surgieron del apareamiento literario entre Paul Naschy y el dibujante Javier Trujillo. Hasta donde sé, el encuentro entre ellos dio lugar a la publicación de algunos materiales gráficos para la película Empusa, la novela Alaric de Marnac, los cómics dedicados a Waldemar Daninsky y la adaptación, también en cómic, de la películla Latidos de pánico. Yo tengo los dos dedicados al hombre lobo, marca Naschy.

Él es el hombre lobo, sí, pero lo es por la maldición que una mujer hizo caer sobre su familia, siendo él un nonato. Ahora le persigue y le transforma cada noche de Luna llena, para su pesar, pues él se opone a la bestia y aborrece los crímenes cometidos al amparo de la noche. No hace ascos a ninguna carne humana pero siente debilidad por las jóvenes. Mata cada una de esas noches y, luego, en el transcurso solar hasta la siguiente Luna, busca un remedio para su mal.

El conflicto está servido, humanas de por medio, entre el hombre lobo y la mujer que le ama y las condesa sangrienta, sus adeptas y algún compinche zombi. Las garras y la rapidez como armas sobrenaturales, el puñal de plata sagrada como amuleto y dispensador de un sueño que Waldemar persigue. Y la duda de un duelo final que realmente le permita morir como hombre. Para ello, solo el amor y la entrega hasta la muerte pueden ser su pase de gracia.

Con motivo de la presentación del cómic que no tengo delante, jeje, se le hizo al dibujante Trujillo esta entrevista interesante.
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